Soy indulgente. Para mí hay pocas acciones imperdonables e irrevocables en la vida de un ser humano, y no son matar y quemar a tus hijos en una pira; se trata de unos hechos tras los cuales se acabó ¿me explico? y no hay cárcel, ni castigo físico, ni tortura, ni expiación posible; y por supuesto, no podré sostenerme en la presencia de esos sujetos nunca más, ni intercambiar el más mínimo contacto por medio alguno: decir “perrete”, “el nene, la nena”, «bonico, bonica» o «gustirrinín»…Y alguna cosa más. Veamos.
En literatura el asunto del metesaca ofrece sus problemas técnicos. «Acostarse con» es de Melrose Place: «acostarse con Mike», una se puede acostar con Billy Campbell, pero no con José Ramón.
Por eso nos quedó «follar» y siempre estuvo más o menos, pero un día decidí afinar y dejar de decirlo, a partir de los 45 no pegan ciertos vestidos, ni ciertas palabras (si eres Cela, quedan bien, ¿eh? o Fernando Fernán Gómez o Umbral…).
Y entonces sepan, queridos lectores, que lo dije MÁS.
(Por cierto, conocí a los tres en casa de mi ex suegro, todos decían lo que les daba la gana y sonaba bien).
Para el resto de los españoles maduritos, aunque calcen All Stars, no sé no sé.
Ah… Mil veces un «joder» que un «jolín»; «jolín» es peor que «mear», «jolín» es lo puto peor, tan buenista, tan Irene y Belarra saltando a la comba en el patio del Congreso… Mejor “Excelencia” que “jolín”.
¡Y lo que les pega decir “jolines” a ciertos notabilísimos agentes de nuestra vida pública! Pablo Iglesias dice “jolines” (dos que duermen en un catre…).
Con respecto a nuestro presidente, me juego el cuello a que es un “jolines” (¿existe acaso alguna expresión de enfado más pacata e hipócrita?). Y sin entrar en habilidades o aptitudes políticas, esto es Estética, ¿han visto sus vaqueros preestilista de La Moncloa (cuando era libre y los elegía él mismo)? ¡Yo sí! Y opino que no se puede confiar una nación (ni nada) a un varón mayor de cinco años que se pone unos vaqueros con «desgastados» artificiales (signo inequívoco de debilidad moral e intelectual). ¡¡No!!
Los tejanos favoritos de Pedro Sánchez, junto con los “jolines” de Irene Montero, son indignos de representar a una nación…
Más. Lo de “coño” es un abuso, una indigestión. Pero hablar de la vulva, pobre huerfanita indocumentada, es como hablar de dinero. ¡Qué digo hablar de ella! ¡¡¡Nombrarla!!! Y por contagio a su envoltorio, “las bragas” (jamás braguitas, por favor, como si el diminutivo timorato nos hiciera “menos putas”). La incapacidad para asignar nombres concretos, rotundos, sonoros, pero sobre todo eufónicos, maduros, responsables a nuestros genitales y aledaños, fuera de “coño” (coño es una excusa) habla de nosotros.
Tuve una vecina francesa, con la que tomaba té y chocolate las noches de soltera, que lo llamaba «mi secreto»… En francés no sonaba tan espantosamente repipi y machista como en español. Tuve un novio muy fan de Cuba que le llamaba «la crica», una amiga muy chacha que lo denominaba «el chochete» —digo «chacha» porque es muy de chacha lo de no tener pelos en la lengua, muy de chacha y muy de marquesa, ojo—. Ninguna de las dos adoptaría el gazmoño y, al mismo tiempo, zafio “jolín”.
Luego está la idea de Caitlin Moran, autora feminista simpaticona, que promueve ante este problema transcultural adoptar nombres como el de tu personaje animado favorito y que sea una especie de consigna en tu cama y con tu familia… ¡Espanto, querida Caitlin! Eso que propones es como llevar bragas de las supernenas.
¿Cresta? ¿Pachu?… Me resultan fonéticamente abertzales. Como para mear en una chozna, y digo «mear» porque si tienes un pachu, meas. Y en las choznas (por cierto, mil veces «mear» que “hacer pipí”. Los que lo dicen, también dicen “divinamente” e “ideal”, como señoras de pómulos hialuronizados del Mercadillo Nuevo Futuro, como si siempre tuvieran ante los ojos una tapicería floreada de Gastón y Daniela ¡GAS!
¿La raja? De primate…¿La flor?¿el Garbancito? Estupendo para esquizoides con problemas de autoestima. ¿El conejo? ¡Animal!; ¿Chumino? ¡Lidia Lozano!; ¿Chirri? Pantoja, el golosina. ¿Engaña pastores? ¿Tesoro? Estos son de megalómana…
¡Ah, dolor! Llenar el abismo que separa un alma de otra con el lenguaje.
Recibo un CV de un adulto que dice que quiere aportar su «granito de arena». De todas las formas de horterada posibles, la que más rechazo me produce, la que más me separa, es la lingüística, la verbal, porque es la que peor solución ofrece y la que más resistencias opone a su modificación.
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