Existe un lugar de fronteras difusas, inexactas, que ancla sus predios en el territorio donde nuestros ancestros pensaron que se acababa el mundo. Linda al este con las viejas tierras de Santillana, allá donde se produjo el milagro de Altamira, y halla su confín occidental en el cabo Finisterre. Por el norte carece de otro límite que el que imponen los mares, y deja que sean las sinuosidades del río Duero las que le dibujen el flanco meridional, desde las últimas latitudes mesetarias hasta la desembocadura en las afueras de Oporto. Este territorio del que hablo nunca ha tenido escudo, ni bandera, ni gobierno, ni instituciones. No aparece en los mapas políticos ni cuenta con himnos que exalten sus triunfos en el campo de batalla. Ha venido forjándose a lo largo de los siglos mediante los relatos que se han entrecruzado en sus dominios y labrado una identidad múltiple y dispersa que se expresa en cinco lenguas y busca su explicación en un relato que a menudo oscila entre la historia y la leyenda. Quienes lo conocen bien —no son muchos, y algunos ni siquiera son conscientes de ese conocimiento— saben que no rige en sus predios otra autoridad que la del buen Merlín de Mondoñedo ni cabe ponerlo bajo otra advocación que no sea la de Prisciliano de Compostela. También que han sido muchos quienes han venido hablando de esa tierra innominada —que unos quieren reino sin rey y otros república sin gobernantes— en páginas a menudo secretas o reservadas a escasos y escogidos anaqueles. A poco que uno recapacite, podría inventariar una surtida biblioteca cuyos volúmenes exploren el secreto de ese noroeste mágico por el que conviene caminar sin brújula ni mapa, porque al fin y al cabo se basta y se sobra el sol para mostrarnos el rumbo del poniente. Ésta es una pequeña —y, evidentemente, discutible— selección de algunos títulos cuyos autores supieron aproximarse a la clave de ese misterio que anida entre leyendas y penumbras.
José María Pérez Álvarez
Nembrot
DVD Ediciones, 2002; Trifolium, 2016
La trayectoria de José María Pérez Álvarez (O Barco de Valdeorras, 1952) se había mantenido en un discreto segundo plano, lejos de los oropeles editoriales y los grandes titulares mediáticos, pese a tener a sus espaldas premios de tanta relevancia como el Gabriel Sijé, el Hucha de Plata, el Felipe Trigo o el Constitución, que obtuvo con su novela Las estaciones de la muerte. Pero su carrera conoció un giro importante cuando allá por 2003, en la Feria del Libro de Madrid, alguien preguntó al escritor Juan Goytisolo por sus libros preferidos del momento y él respondió dando un único título: Nembrot. Se trataba de la novela que el año anterior había publicado Pérez Álvarez en el tristemente desaparecido sello DVD Ediciones. Una novela torrencial y sorprendente protagonizada por dos personajes, Horacio Oureiro y Bralt, cuya relación siempre insatisfactoria se va desenvolviendo en el epicentro de un pequeño universo en el que entran y salen personajes de diversa índole. Todos ellos configuran un mosaico en el que la literatura se revela no como un cálculo, sino como uno de los máximos ejercicios de libertad que aún nos están permitidos, y cuya factura compone un vasto retrato de la condición humana, con sus luces y sus miserias y sus incertidumbres. Hace tiempo que la novela, en su edición original, era casi inencontrable. Por fortuna, Trifolium la recuperó el año pasado en lo que es mucho más que una simple reimpresión del texto. José María Pérez Álvarez —que al dar a imprenta por primera vez Nembrot suprimió unas cuantas páginas del manuscrito original— quiso que esta vez saliera a la luz la obra en toda su envergadura, mostrando la dimensión real de una de las mejores novelas que se han publicado en España en lo que llevamos de siglo. Puede que algo de eso anticipara la cita de José Ángel Valente que daba por clausurada la versión original: «El día en que este juego sin fin con las palabras se termine habremos muerto».
Xuan Bello
Paniceiros
Random House, 2004
Se trata, en realidad, de la recopilación —revisada y ampliada— de dos títulos anteriores, Historia universal de Paniceiros y Los cuarteles de la memoria, publicados por Debate en 2002 y 2003, respectivamente, y en los que Xuan Bello (Paniceiros, 1965) comenzó a volcar su concepción del mundo. Escribo «comenzó» porque, realmente, el proyecto literario que inició en ambos títulos no sólo no ha concluido, sino que parece ampliarse y enriquecerse en cada nuevo libro que el autor ha venido alumbrando desde entonces, en español y en asturiano. Sin embargo, el tomo que recoge esas dos obras inaugurales merece ser contemplado con independencia por cuanto delimita los perfiles de una cartografía sentimental que será la que, a la larga, determine el universo de su autor. Fiel a una convicción que estipula que no hay nada más universal que hablar de lo que a uno le es propio, Bello emplea los recuerdos de su infancia en Paniceiros, un pueblo perdido en las montañas del concejo asturiano de Tineo, para trazar desde ellos puentes que conectan el pasado y el presente y en los que se entrecruzan los relatos que protagonizan algunos parientes lejanos o ciertos vecinos paradigmáticos con evocaciones autobiográficas, glosas de leyendas locales, fabulaciones literarias o crónicas viajeras. La motivación del libro, y por extensión de toda la obra de su autor —que recientemente se ha convertido en el primer galardonado con el Premio Nacional de Literatura que concede la Academia de la Llingua Asturiana—, se resume en uno de sus primeros capítulos: «Vi cómo moría un mundo y quiero dar noticia de él».
Antonio Pereira
Todos los cuentos
Siruela, 2012
Si ha habido en la literatura española contemporánea un verdadero maestro del cuento, ése fue Antonio Pereira (Villafranca del Bierzo, 1923-León, 2009). Cultivado en el arte de la narración oral y en la práctica de costumbres tan de su tierra como el filandón —contar cuentos en público mientras se realizan trabajos manuales—, construyó en sus relatos un mundo propio que le otorgó lectores y prestigio y en el que nunca dejaron de latir los ecos del mundo que tenía alrededor. Su primer volumen de relatos, Una ventana a la carretera (1966), marcó el inicio de una fecunda trayectoria que daría títulos como El ingeniero Balboa y otras historias civiles, Los brazos de la i griega, Picassos en el desván o Cuentos de la Cábila. «El cuento tiene que salir disparado como una flecha», declaró en una ocasión, y siempre fue fiel a esa máxima. Sus relatos, algunos muy breves, hacen gala de un estilo conciso, pero riquísimo, y en ellos la sencillez de lo que casi siempre parece una anécdota banal termina revelando dobles y triples lecturas que convierten cada texto en una pequeña pieza de orfebrería. El volumen Todos los cuentos, publicado por Siruela en 2012, es una buena opción para acercarse a la obra del autor, que puso a uno de sus últimos libros el título Cuentos del noroeste mágico. Era de ley, pues, que su nombre figurase en esta breve biblioteca.
Tomás Sánchez Santiago
Calle Feria
Algaida, 2006; Isla del Náufrago, 2014
Tenía merecida fama como ensayista y poeta Tomás Sánchez Santiago (Zamora, 1957) cuando en 2006 ganó el Ciudad de Salamanca con su novela Calle Feria, que desde entonces se ha convertido en una obra de culto, recomendada con insistencia por quienes la han leído y buscada con ansia por aquellos que no conseguían extraviarse por sus páginas. No es una hipérbole. Con su primera edición descatalogada desde hace años, ha tenido que ser la pequeña editorial segoviana Isla del Náufrago la que se encargue de recuperar una obra que transita entre diferentes géneros narrativos para trazar su peculiar cosmogonía mediante el retrato, humano y comercial, de una calle secundaria de una capital de provincias española durante el pasado siglo. Esa calle es la que da título al libro, y es una calle real de una ciudad que existe y es la misma en la que nació su autor. Sin embargo, Sánchez Santiago consigue que al leer su obra cada lector perciba que se le está hablando de los espacios y los personajes que él conoce y le son propios. Confeccionada a partir de textos breves y fragmentarios, la novela pone en pie una deliciosa alquimia narrativa que paso a paso destila una pequeña obra maestra, mucho menos conocida de lo que debiera, en la que trasluce una gran verdad: no hay ciudad, por pequeña que sea, que no pueda contener en ella el mundo entero.
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