El icono femenino Bridget Jones regresa en una cuarta película basada, igualmente, en la novela de turno de su creadora, la británica Helen Fielding. Si en los noventa, la década que la vio nacer en la página escrita, y los primeros dos mil, cuando hizo lo propio como fenómeno de enorme éxito en la gran pantalla, la atribulada Bridget se convirtió en un discutido icono feminista en su acepción más popular, al reflejar la inseguridad de una mujer que no podía o sabía encajar en lo que la sociedad exigía de ella, provoca dudas la pertinencia de la pobre británica en el panorama contemporáneo, mucho más exigente en lo que a representaciones de emancipación femenina se refiere.
Y la respuesta es… ni tan mal. Bridget Jones: Loca por él despertará los mismos comentarios hostiles que las anteriores películas de la saga, incluyendo la tardía recuperación del mito en 2016, vendida como el regreso de Renée Zellweger al cine tras un hiato de muchos años. Bridget, al fin y al cabo, sigue dependiendo de los hombres por mucho que sus inseguridades básicas y su tendencia al desastre llamen algo menos la atención en el año 2025. Pero el film que dirige Michael Morris lo hace con un afecto que libera al film de ataduras ideologizadas, devolviendo al espectador parte del encanto de las comedias románticas británicas de aquellas décadas.
Bien es cierto, y la película lo pide a gritos, que aquí falta un Richard Curtis (Cuatro bodas y un funeral, Love actually) para poner orden en el guion y, sobre todo, elevar la puesta en escena. La cuarta entrega de Bridget Jones se extiende innecesariamente hasta casi 130 minutos y la visualización carente de toda elegancia e interés de Morris parece querer recordarnos una y otra vez que el film será estrenado en streaming en Estados Unidos. No obstante, las frases chistosas que emanan del texto de Fielding, las apariciones puntuales de cierto personaje desaparecido y, sobre todo, las invaluables intervenciones de Hugh Grant —actor convertido en la presencia más carismática del film y, quizá, de toda la cinematografía mundial— animan el cotarro y permiten volver a conectar con la protagonista.
Bridget, una vez asumido el reto de relacionarse con hombres y el de la maternidad en los tres taquillazos anteriores, vive ahora el de la viudedad, la reintegración laboral y el liarse con jovencitos. La película utiliza todos los chistes fáciles a su alcance, pero la estima por el personaje titular y todos los secundarios (todos ellos un hatajo de personajes masculinos tóxicos pero entrañables) pueden con cualquier defecto. Al final, Bridget Jones: Loca por él acaba resultando un film poco brillante pero amable, intrascendente en sus dilemas dramáticos, pero en cierto modo satisfactorio por carecer de los habituales sesgos sociológicos de títulos recientes. La mente de Bridget y lo que refleja en su diario íntimo son, al fin y al cabo, asunciones que ayudan a rebajar el clima hostil en ese feminismo que también se ha vuelto cliché. Si la interpretación un tanto desmedida de Renée Zellweger hubiera sido mejor ajustada en rodaje o postproducción, Loca por él incluso sería una comedia popular notable.
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/marzo 19, 2025/—¿Y esta pitillera para qué es? A lo que Blake Edwards le contestó: —Un hombre se mueve de forma diferente cuando lleva una pitillera de oro en el bolsillo. Yo no siento el menor interés por los metales preciosos ni por las joyas de ningún tipo, pero conozco perfectamente esa recóndita gravedad que te otorga el portar algo que los demás ignoran. Sucede, por ejemplo, con los pañuelos de bolsillo. A todos los que acuden a mí en busca de consejo (esto es pura fantasía, porque a mí nadie me ha pedido jamás mi opinión sobre este asunto), les digo…
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