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Bridget Jones violada por Pazuzu

Bridget Jones violada por Pazuzu

Recuerdo un breve cuento de la antigüedad china que relataba la historia —muy común en los cuentos chinos— de una bella mujer. Se pasaba los días realizando las mismas tareas que cualquier otra mujer, salvo por el hecho de que durante esas largas jornadas comprando en el mercado, tocando el guqin, preparando la comida, escuchando a lo lejos las canciones que entonaba una vecina, probándose perfumes y haciendo el amor a su marido, había una pequeña bestia en los intersticios que escapaba de vez en cuando para llevar a cabo algún acto cruel. La inexplicable circunstancia de que aquella mujer pálida y serena repentinamente tosiera plumas o se viera las manos manchadas de sangre perdía para ella toda extrañeza cuando su marido encontraba en el jardín los restos de otra gallina devorada o un vecino descubría un nuevo niño asesinado en mitad del bosque, pero revelaba una extrañeza todavía más inquietante que esa: ¿quién era ella, cuando dejaba de ser la bella y complaciente Ming Ue? En el relato se dejaba caer la posibilidad de que los cantos de la vecina indujeran esos trances en los que Ming Ue comía gallinas vivas y mataba niñitos inocentes, pero también la de que los cantos fueran sólo una manera de liberar algo que ya andaba por el aire.

El cuento, que se titulaba “La canción de las muchas lunas de Ming Ue” (un nombre que significa “luna brillante”), puede ser la historia de un trastorno psicótico o uno de los relatos más antiguos conocidos sobre posesiones demoníacas. Ming Ue es una buena mujer… excepto cuando no es buena, y tampoco —o por lo menos no del todo— una mujer. Los vecinos de Ming Ue afirmaban haber visto una especie de lobo rojo con una cola larguísima jadeando por el bosque poco antes de encontrar un nuevo cuerpo tirado entre los arbustos: pero esto también podía ser el resultado de un trastorno colectivo que intentaba explicar una serie de sucesos brutales cometidos sobre los niños de la región, e imposibles de atribuir a ser humano alguno debido a su naturaleza particularmente despiadada.

"Los baños de luna también parecen ser los responsables de ese despertar a una vida salvaje que Ming Ue experimenta sin saber cómo ni cuándo"

Entre las cosas que recuerdo de ese cuento —que leí antes de cumplir veinte años, según mis anotaciones de entonces, y que ahora me gustaría recobrar— se encuentra el interesante detalle de estar narrado en primera persona. Ming Ue nos relata la cotidianidad de su vida en un tono soñador, como encantada con una existencia que no deja de ser rutinaria. Pero algo interrumpe su asombro ante la nueva remesa de frutas traídas por la primavera o el elogio a las maneras amorosas de su marido —“él siempre me dice que los cuerpos pálidos son más ardientes que los morenos y no deja de celebrar mi palidez, que yo baño de luna para hacerla aún más pálida”— y esa brecha deja pasar una especie de poesía de las tinieblas, el terrible desconcierto en el lugar inexplicable de una damiselita ensangrentada. Los baños de luna también parecen ser los responsables de ese despertar a una vida salvaje que Ming Ue experimenta sin saber cómo ni cuándo. Ahora bien: su marido se muestra más apasionadamente enamorado de ella a medida que los brotes de Ming Ue se vuelven más violentos. ¿Qué será, oh luna, ese encanto que nos posee cuando somos mucho menos que animales pensantes? ¿Qué temible embrujo nos mueve?

"Hay momentos en que parece que estamos asistiendo a un capítulo de Sexo en Nueva York recreado por Wes Craven o Mario Bava. ¿Era la intención de la autora cruzar mundos tan opuestos?"

Traigo aquí la historia de Ming Ue porque no he podido dejar de pensar en ella mientras leía la brillante novelita corta de Sara Gran, editada por la también siempre brillante (y ahora mismo una de las mejores editoriales dedicadas al terror, y, desde luego, la que mejor ha entendido la naturaleza exploradora de la tradición editorial) La Biblioteca de Carfax. Acércate, la novela de Sara Gran, no es un relato poético como lo es el de Ming Ue, pero su autora recurre a otros estilemas no menos exigentes como el sentido del humor o el de la maravilla macabra, y todo ello sin salirse del tópico —ampliamente tratado por el weird de principios del siglo XX y popularizado por William Peter Blatty en El exorcista— de la posesión diabólica. “Tópico”, dicho sea de paso, no tiene aquí la menor función peyorativa. Al contrario, conviene resaltar más bien, ante una literatura de terror que ha ido perdiendo paulatinamente su fuerza en virtud de refritos y de temas cada vez menos originales, que Sara Gran teje un relato más que interesante al emplear la primera persona como la voz intermediaria entre la historia y sus lectores y alcanza rincones todavía por explorar al permitirnos asomar a esa mente en funciones que se va viendo cada vez más atormentada por una forma soñada. No es este el territorio de Lovecraft, por cierto, aunque la alusión a los sueños y a un estado de locura progresiva contada en primera persona parezcan apuntar a ello. Los referentes de Sara Gran, o sus influencias no reconocidas, habría que buscarlos en Richard Matheson y sus terrores cotidianos antes que en cualquiera de los numerosos exploradores de Arkham. La cotidianidad, sin embargo, guarda menos relación con esa América de ensueño y pesadilla que Stephen King tomó de Matheson que con el paraíso consumista de otra América (y en general de Occidente como colonia americana) observada desde el punto de vista de la psicología femenina según Cosmopolitan. Hay momentos en que parece que estamos asistiendo a un capítulo de Sexo en Nueva York recreado por Wes Craven o Mario Bava. ¿Era la intención de la autora cruzar mundos tan opuestos? Diría que no, pues de otro modo su novela se habría perdido en una tierra de nadie, en el (no buscado) género de la parodia. Pero ese es el resultado —Bridget Jones violada por Pazuzu—, y seguramente este andar de puntillas por una cuerda elástica tan difícil de pisar sea el mayor de sus aciertos.

"Ahora bien, si Sara Gran ha escrito un libro brillante, ¿qué decir de Gemma Files? Hace tiempo hablé de ella al contar mis aventuras con un libro de relatos de la editorial Valdemar"

Un pasaje que me parece muy logrado es el del cuestionario en el libro Posesiones demoníacas pasadas y presentes al que la protagonista del relato responde una y otra vez, hasta alcanzar la puntuación perfecta. También —por una predilección particular que me viene desde Eliot— el breve capítulo de la echadora de cartas. O los encuentros recurrentes con el pastor alemán. Pero en lo que respecta al sentido del humor de la autora, que aparece cuando debe aparecer y con el mismo talento para la pulsación adecuada de los relatos de Ray Bradbury, ningún ejemplo mejor que el cierre del episodio en la farmacia con el pintalabios robado. Antecedentes: la protagonista y su marido compran un par de cosas en la farmacia, abandonan tranquilamente el local y la alarma que salta repentinamente llama la atención de uno de los guardias de seguridad, que examina el bolso de la joven y solicita el tíquet de un pintalabios que encuentra en su interior y que ella niega haber intentado robar. Discusión acalorada entre el guardia y la joven absolutamente incrédula, en primer lugar, de que ese pintalabios haya llegado hasta ahí, el marido interviene y paga, la joven y el marido salen de allí y ella se deshace en explicaciones (“No me lo puedo creer”, dije. De verdad que no podía. “No he robado nada desde séptimo). Al rato, terminan por aceptar que el pintalabios se deslizó accidentalmente hasta el bolso cuando ella lo dejó en la balda y con eso —aparentemente— termina todo:

Fue Ed el primero que rompio a reír, luego yo. ¡Casi me arrestan en una farmacia por culpa de un pintalabios de cuatro dólares que ni siquiera quería! Le contamos la historia una y otra vez a nuestros amigos y compañeros de trabajo, e incluso a la madre de Ed, por teléfono. Era demasiado divertido. Hilarante. Y más divertido aún fue que al final me alegré de tener el pintalabios; era de un rojo ladrillo oscuro que jamás me habría comprado, muy alejado de mi marrón rosáceo neutro habitual, pero durante el resto de ese verano y ese otoño, usé el pintalabios rojo casi todos los días y, cuando se me terminó a mediados de noviembre, volví a la misma farmacia y robé otro.

"Gemma Files tiene la que posiblemente sea la mejor prosa actual del género de terror. Consigue urdir buenas novelas, y buenos relatos, a partir de ideas cuando menos complejas"

Ahora bien, si Sara Gran ha escrito un libro brillante, ¿qué decir de Gemma Files? Hace tiempo hablé de ella al contar mis aventuras con un libro de relatos de la editorial Valdemar. Gemma Files aportaba a esa colección lo que llamé entonces un “excepcional cuento arqueológico (quizá el que mejor ha sabido unir la tradición de Lovecraft, Chambers y Bierce con una, por así decir, “sensibilidad” moderna)”, titulado “Brillantes huesos negros y tenues estrellas negras”. Aproveché para dejar caer que había una novela suya, Experimental film, de la que tenía que hablar. Ahora que he leído Flicker, de Theodore Roszak —curiosamente, elogiada por Bret Easton Ellis, que también ha dicho maravillas de Sara Gran—, me veo en las mejores condiciones para hacerlo. Flicker (que fue traducida por Pálido Fuego en 2017 y sigue a la espera de reedición, una espera más que lamentable que nos hace preguntarnos, teniendo en cuenta la formidable novela que es, cuántos lectores de verdad, y no medios lectores, hay realmente en España) es una obra a la que sería injusto resumir como una obsesión por el cine y, concretamente, por un tipo muy particular de cine. Sus imágenes, en especial las que nos permiten asomar a las películas de Max Castle, su protagonista entre bastidores, se leen como alucinaciones, como experimentos terminales de Doré, como fotografías en movimiento. Sus diálogos tienen algo misterioso y oscuro, semejante a las voces perdidas del cine mudo. ¿Y su prosa? A mí me parece que contiene texturas que la aproximan al lecho de plumas, y no precisamente porque produzca sueño: en la cama, siempre con el permiso de las autoridades competentes, se pueden hacer muchas cosas, y una de las más entretenidas es la que esa novela hace con nosotros.

Todo esto, que vale para Flicker, vale también para Experimental film. Gemma Files tiene la que posiblemente sea la mejor prosa actual del género de terror (y en España, la buena fortuna de contar con una traductora a la altura, Elisa Rivera). Consigue urdir buenas novelas, y buenos relatos, a partir de ideas cuando menos complejas. Sus imágenes son también fantasmagorías, y casi podría decirse que su capacidad para evocarlas logra ofrecer al lector moderno lo que las fotografías de espíritus de finales del siglo XIX brindaron a la fantasía de trémulos y asustadizos victorianos. Es verdad que la idea de una película gobernada por fuerzas sobrenaturales que persiguen a quienes se atreven a proyectarla quizá no sea novedosa —Flicker ya contiene esa idea, y estoy en condiciones de afirmar que todo Hollywood Babilonia, la gran obra de Kenneth Anger, es una exploración radical de un tema a fin de cuentas indisoluble de la pura imagen en movimiento—, pero su manera de desarrollarla sí lo es. La propia magia del cine, sin ir más lejos, resulta harto menos recreativa y mucho más siniestra cuando algo nos hace descubrir que su origen se encuentra, nada menos, en los dioses y los demonios de la antigüedad. Incluso en aquellos que no sabíamos que existían:

—La “historia original” de Melek Taus coincide casi exactamente con el mito musulmán de Iblis, el djinn al que más tarde llamaron Shaitán. Sin embargo, los yazidíes reverencian a Melek Taus por negarse a someterse a Adán, mientras que los musulmanes creen que la negativa de Iblis a obedecer fue lo que le hizo caer en desgracia frente a Alá. Desde nuestro punto de vista, Dios elogió a Melek Taus por negarse a servir a un ser hecho de polvo pues él había sido creado con la propia luz de Dios; en lugar de castigarlo, Dios hizo del Ángel Pavo Real su representante en la tierra, con el poder de repartir responsabilidades, bendiciones y la mala suerte a su antojo (…) El ser humano es imperfecto porque Él nos ha hecho imperfectos de forma deliberada; necesitamos ser guiados por seres sublimes, y ese es el trabajo del Ángel Pavo Real. Era una prueba para Melek Taus y la superó, alzándose como sustituto de Dios, de modo que Dios ya no tuvo que preocuparse más por la humanidad.

—Vaya… ¿Y qué tiene que ver todo esto con la Dama del Mediodía?

—Bueno, la Dama del Mediodía me recuerda a uno de esos antiguos ángeles, espíritus o dioses, que quedaron un nivel por debajo de los siete ángeles. Seres a los que la gente rezaba, o a veces trataba de aplacar; deidades propias de un lugar o de una época concretos que quedaron olvidados cuando la gente murió o se trasladó a otro sitio, o se convirtió a otra religión. Pensándolo bien, ¿no crees que ese es precisamente el mensaje que transmiten los cuentos acerca de la Dama del Mediodía y demás personajes? Es como si estuvieran desesperados por llamar la atención, pero lo único que saben hacer es repetir sus viejas costumbres y terminan perjudicando a las mismas personas cuya atención estaban tratando de conseguir con el fin de… no lo sé. ¿No desaparecer?

¿Can tah in can tak? —sugerí, y luego le expliqué al ver su expresión desconcertada—: Desesperación, de Stephen King. Él lo llama el lenguaje de los muertos. Significa “pequeños dioses surgidos de un dios más grande.”

—Eso resume casi perfectamente lo que estoy diciendo, sí. Extraño.

"Y de nuevo surge esta sonrojante pregunta: ¿qué demonios hay que hacer para que libros como estos sean mejor conocidos, cuando no más leídos? No lo sé"

Me extiendo en la cita para mostrar algunos de los detalles más valiosos del libro de Gemma Files: la suavidad y la tersura de su prosa, eso que se muestra como un misterio pero que lo hace a la manera del polvillo que se suelta con la mano, extraños dioses que caracolean en el interior de películas perdidas… Y de nuevo surge esta sonrojante pregunta: ¿qué demonios hay que hacer para que libros como estos sean mejor conocidos, cuando no más leídos? No lo sé. Acabo de regresar de Francia, y me encuentro con que prácticamente todas las conversaciones que se escuchan por la calle están secuestradas, si he entendido bien, por el beso entre una personalidad del fútbol y una personalidad de la política. Bueno, he pasado mucho tiempo en Francia, que ya no es la corte de Versalles pero comparada con España es el Elíseo (me refiero al de verdad, no a ese en el que vive el androide jupiterino), y me cuesta saber en realidad lo que ha pasado. Ni siquiera sé si me estaré excediendo al hablar de “personalidades”. De hecho (estamos en España) tampoco sé quién es el hombre y quién es la mujer en este caso, si es que los hay, como he creído entender, o si las autoridades competentes han asignado ya un sexo a cada una de esas superficies unidas por un beso. ¿Y quién va a perder el tiempo en novelitas, cuando puede añadir su sincera opinión a esta horrible violación televisada?

“El ser humano es imperfecto porque Él nos ha hecho imperfectos de forma deliberada; necesitamos ser guiados por seres sublimes…” ¡Seres sublimes! Me pregunto —ya que hablamos de novelas de terror— si, a falta de ángeles Pavo Real, no estaremos en realidad rodeados por millones de damiselas Ming Ue.

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Autora: Sara Gran. Título: Acércate. Traducción: María Pérez de San Román. Editorial: La Biblioteca de Carfax. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

Autora: Gemma Files. Título: Experimental Film. Traducción: Elisa Rivera. Editorial: La Biblioteca de Carfax. Venta: Todos tus libros, Amazon y Casa del Libro.

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alvari
alvari
1 año hace

Que GRANDE eres Lorenzo. Parpadeo es sublime. Una novela de Horror, INMENSA (perdoname las mayúsculas). Y Ex Film, una delicia ( extraña espiral de engaños, pues, relatada en primera persona, versa sobre «lo que vemos», la «imagen», y, sin embargo, con una sutileza de encaje, interpone siempre un Velo entre la mirada y aquello (Aquello) que se extiende ante ella … Comparto en F B. Este es un texto para releer. El mes que viene me haré con Los Destrozos. También es culpa tuya ;). Gracias y abrazos. Un placer leerte

Carmen
Carmen
1 año hace

Me uno a los aplausos Alvari. Llevo un tiempo leyendo a Lorenzo y sus articulos me parecen tan literarios como los libros que recomienda (no los adquiero todos por falta de tiempo pero la mayoria si, y me entusiasma cuando coincido con su gusto). Sus reseñas están llenas de amor lector, para mi son como cuentos o pequeñas atmósferas con que me gusta abrir el dia. Cuando lo encuentro en la cabecera corro a leerlo. Lo que has dicho lo firmo tambien yo pero tu lo has dicho mejor que yo. Un placer leerte a ti tambien Alvari y Lorenzo, prodigate más que se nos hace larga la espera 🙂

Alvaro
Alvaro
1 año hace
Responder a  Carmen

Gracias, Carmen. Me apunto a la Oración. Queremos más Lorenzo. Un abrazo.