Bruno Arpaia visita estos días nuestro país para presentar su última novela Algo, ahí fuera, editada por Alianza. Calificada por la crítica y el mundo editorial como una novela apocalíptica, su autor niega en varias de sus intervenciones este apelativo, pues desgraciadamente su obra tiene un tono más que realista.
Bruno Arpaia es escritor y periodista. Con su primera novela I forestieri (1990) ganó el Premio Bagutta- Opera prima. Ha publicado, entre otras, Tiempo perdido (sobre la Revolución de Asturias de 1934), La última frontera, Narrar es resistir (una conversación con el escritor Luis Sepúlveda) y La energía del vacío, finalista del Premio Strega y ganadora del Premio Merck Serono. Es traductor de escritores como Ortega y Gasset, Camilo José Cela, Carlos Ruiz Zafón o Arturo Pérez-Reverte.
Sobre el fin del mundo sabe mucho el autor zaragozano Sergio del Molino, que retrató en su última obra La España vacía un paisaje desolado en el interior de la piel de toro, grandes llanuras yermas en las que la despoblación y la aridez cobran todo el protagonismo.
Del Molino es escritor y periodista. Su primera novela No habrá más enemigo fue uno de los diez títulos más recomendados por los libreros españoles miembros de CEGAL en mayo de 2012. Su siguiente novela, que próximamente será publicada en italiano, La hora violeta (Mondadori, 2013) ganó el Premio El Ojo crítico de Narrativa de RNE y el XXXV Premio Tigre de Juan.
Tienen en común ambos autores la emigración como motor de la trama de sus novelas. En el caso de Del Molino, la migración del campo a la ciudad, en el de Arpaia, la migración debida a causas climáticas.
Del Molino y Arpaia se reunieron ayer en el Garito de La Central (Madrid) obedeciendo al capricho de su editora, que habiendo visto las similitudes entre estas dos obras, deseaba una confrontación, un diálogo entre sus dos protagonistas: Sergio del Molino (personaje de La España vacía) y Livio Delmastro (protagonista de Algo, ahí fuera).
Bajo un provocador título: Cli-Fi: ¿puede la literatura salvar el planeta? De la España vacía a la Europa desertizada, los dos autores pusieron sobre la mesa los referentes e inquietudes que les han conducido a escribir sus últimas obras.
«La novela de Bruno es una distopía apocalíptica, pero también es una novela realista, más bien hiperrealista»”, Sergio comienza su intervención etiquetando la novedad del autor napolitano. Mientras Bruno Arpaia se mueve ligeramente incómodo en su asiento, Sergio aborda el miedo común entre los editores con las novelas que tratan el fin del mundo, ya que siempre buscan, dice, un resquicio de esperanza.
Del Molino sentencia «Me encantan los apocalipsis literarios», y alude a la obra del periodista Martín Caparrós que frecuentó el género distópico. Del Molino desvela que en Algo, ahí fuera hay varias conexiones con Caparrós: una cita a lo largo de la trama, así como su nombre en agradecimientos. Del Molino menciona algunos de los referentes que tendría la obra: Cormac McCarthy y Primo Levi. Comenta que ve en la novela de Bruno Arpaia muchas cuestiones que aparecen en la novela apocalíptica Se questo è un uomo de Levi.
Del Molino: Me inquietan los paralelismos entre las dos novelas, y lo que me inquieta aún más es que la novela de Bruno está basada en datos, narra una realidad que ya está ocurriendo. No anticipa nada.
¿Por qué se te ocurre una novela tan apocalíptica? ¿Cómo surge Algo, ahí fuera?
Bruno Arpaia: No me importan las etiquetas. Soy un escritor transgender. Considero que la novela es un género mestizo, hasta El Quijote lo es.
Mi novela no es apocalíptica. Lamentablemente es muy realista. Los escenarios que aparecen, así como las condiciones climatológicas que los han provocado los he deducido a partir de informes científicos. Son escenarios muy inmediatos si no se hace nada contra el cambio climático. Pensamos que el cambio climático será paulatino, pero nada nos asegura que será así.
Del Molino: Describes una Europa devastada, seca… una Suiza con valles abandonados. ¿Te has basado en estudios para decir esto o es una especulación?
Bruno Arpaia: No. Es la situación que tendremos si no hacemos nada. Hoy día ya no sólo emigran hombres y mujeres, también animales y plantas (de ahí el cambio de paisaje).
Suelo acudir a informes y datos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y tengo que decir que sus informes son muy optimistas, ya que sólo publican los datos que son unánimemente aceptados.
Existe la estimación de que para el año 2100 la subida del nivel del mar llegará a unos doce metros así que en mi novela me quedé corto con el dato.
Pensamos que este cambio será paulatino, que se producirá lentamente… pero el cambio climático conlleva además cambios políticos, sociales y culturales… todos ellos a peor. El origen de la guerra de Siria tiene su raíz en una gran sequía que obligó a que la gente dejara el campo para ir a las grandes urbes, ciudades como Alepo donde ya había un conflicto. Sobre ese poso fue creciendo el fundamentalismo.
Dicen los datos que a Italia llegan cada año 150.000 refugiados políticos. Pero hay otro dato que apenas vemos, y es que 50 millones de desplazados climáticos permanecen en varios países de África. No los vemos, y dentro de nada esos 50 millones serán 300.
Sergio del Molino alude a un paralelismo con la idea de progreso que enunciaba Steven Pinker (relaciona la idea de progreso con la de evolución humana considerándolo como un hecho demostrado).
Bruno Arpaia: Estamos dibujando un escenario distinto. Decía Martín Caparrós: «llamamos progreso a los cambios que nos gustan».
En esta novela hablamos de un escenario en el que ya hemos dado un paso atrás importante, estamos en la lucha por la supervivencia. En una situación así uno puede sacar lo mejor y lo peor que tiene. Fíjate, cuando te estás muriendo de sed, incluso tú y yo matamos por un vaso de agua.
En mi novela los dos protagonistas tienen que regresar a Italia, a un Nápoles horrible. Y durante este viaje Livio recobra un sentido del deber, debe ayudar a los demás a salvarse. Puede morir una vez haya ayudado a la gente.
Del Molino: Me recuerda a Primo Levi…
Bruno Arpaia: Primo Levi es central, por esta idea de división entre dos culturas, la humanística y la científica… Esta división es una tontería. Los territorios científicos son los únicos territorios donde los literatos podemos encontrar tesoros, rutas por trazar.
Del Molino: Sacas una vena italiana que me recuerda a la película «El tren», protagonizada por Burt Lancaster. Interpreta a un coronel alemán que se encuentra en París con la misión de llevarse pinturas francesas modernas por encargo del Tercer Reich. Matas a muchos italianos en la novela, pero también salvas algunas obras…
Bruno Arpaia: Las venden para sobrevivir. La desculturización me preocupa tanto como el cambio climático. Decía el lingüista Tullio De Mauro que el 70% de los jóvenes italianos tienen dificultad para entender una noticia del periódico más allá de veinte líneas. Creo que es necesario tener armas para afrontar la complejidad del mundo, tener recursos.
Tenemos dos posibilidades de respuesta: el arte y contar historias. No estoy de acuerdo con aquello que decía Paul Auster «La belleza del arte es que es inútil».
Según una encuesta de Estados Unidos los jóvenes piensan cada día seis minutos en el sexo, mientras que pasan seis horas creando, viendo historias, en televisión, en el cine, en videojuegos… ¡Esto es un gesto increíble contra la teoría de la evolución! Somos animales narrativos. Vivimos otras vidas sin vivirlas. Tenemos experiencias, aprendemos a vivir en sociedad. Quiénes leen novelas están más capacitados para la vida, hay varios estudios que avalan esta afirmación.
Hay una cosa curiosa: creemos que grabamos la realidad tal y como es. No es así. Lo que vemos y percibimos es una reconstrucción. El cerebro nos restituye una imagen que puede ser verosímil (esto lo hace no sólo con las percepciones sino también con los recuerdos). Para nuestro cerebro no hay desunión entre el pasado y el futuro: cuando imaginamos algo que no ha pasado, el cerebro nos cuenta una historia. Esto es lo que nos hizo humanos, nos diferenció del resto de animales. Contar historias nos hizo humanos.
Del Molino: Eso es cierto, por eso una autobiografía es una ficción.
Bruno Arpaia: Espero que no vivamos estos escenarios… Por eso Algo, ahí fuera es una novela y no un ensayo. Soy pesimista si miro la realidad, pero me queda algo de optimismo. El protagonista, Livio, también recobra la esperanza.
Hoy día nos enfrentamos a las clases dirigentes más mediocres de la Historia y no es casualidad. Nuestras democracias están en crisis. Las ruedecillas giran pero las agujas no se mueven. El horizonte de un político hoy es el de las próximas elecciones municipales. No hay visión hoy día en política.
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