Juego de tronos es un sarao de guardería, comparado con las andanzas del Don Juan, de Rafael Marín (Dolmen Editorial, 2017). ¡Guionistas de teleseries medievales de emisión por cable: Llega el invierno! Mejor aún, se avecina el Renacimiento.
El Renacimiento español, claro, que siempre tuvo un par de….connotaciones. De un lado, la etapa humanista y paganizante, bajo Carlos V y I, a quien le variaba el ordinal según donde anduviera. De otro, la fase de ascética y contrarreforma, bajo la potestad de Felipe II, en cuyos dominios nunca se ponía el sol. Ni el re, ni el mi, ni el fa.
Cualquier asiduo a la lectura habrá topado alguna vez la rúbrica de Marín. Sea como autor (Lágrimas de luz, Juglar, o La ciudad enmascarada; por citar alguna de sus obras); sea como traductor de más de un centenar largo de encargos editoriales. Entre otros autores, ha sido trujamán habitual de Isaac Asimov, Philip K. Dick, Orson Scott Card, o James Ellroy.
Don Juan no inventa el Tenorio, por descontado. Para eso se las apañaron estupendamente Tirso de Molina, José Zorrilla y Próspero Merimée. Su logro estriba en situar a un agonista, tan conocido y controvertido, en los principales acontecimientos de la primera mitad del XVI: desde el Saco de Roma al Sitio de Viena, y desde el Terremoto de Lisboa a las tenebrosas brumas del Gran asunto de Enrique VIII de Inglaterra, o las Jornadas de Túnez y de Argel.
Esa incardinación del aventurero sobre un escenario perfecto, constituye un verdadero hallazgo, un no va más que en este caso si va Plus Ultra. El héroe vive constantes aventuras en ese apasionante imperio, el mayor en la historia de Europa, creado bajo la férula del césar Carlos. Un espacio vasto, donde se hablaban media docena de idiomas diferentes. Una entidad geográfica de tal magnitud, que hizo del Atlántico su patio interior y del Caribe una linde medianera.
Don Juan delata oficio de autor. Primero, por el elenco que se acompasa a su protagonista. Una relación liderada por el propio Carlos V, a quien Tenorio salva la vida en un burdel, lo cual acaba convirtiéndole en soldado y espía al servicio imperial. Una minuta donde figura además un largo etcétera que haría salivar al Hola: Enrique VIII de Inglaterra, Francisco I de Francia, el papa Clemente VII, Hernán Cortés, el Duque de Alba, la infortunada reina Catalina de Aragón…
Ese reparto alcanza cima con los variados agonistas y antagonistas del protagonista. Una hábil mezcla de personajes reales y ficticios, donde militan Garcilaso de la Vega, poeta, contino del emperador, y maestro de espías (¡chupaos esa, ingleses!); Roque Ramírez (a) “Capitán Centellas”; Ginés de Alejandría; Ignacio de Loyola, rumbo a la santidad; vates como Alvar Gómez; literatos como Francisco Delicado; el escultor Benvenuto Cellini; o el niño Manolito, paje de rodela en los Tercios de Flandes y precoz en el degüello y robo de los vencidos…
Por supuesto hay mujeres. Pero las conquistas de Tenorio se antojan todo lo contrario en este libro. Las amantes y camaradas de Don Juan, son bravías, osadas y hasta le enseñan cositas que él ignora, pese a su fama. Salvo una, tonta de remate, ninguna dueña resulta engatusada por el seductor. Antes bien, se entregan al sexo y la pasión porque quieren. Cuando no, allá se las componga el varón a mano alzada.
Tal frenesí carnal retrata bien la dicotomía sexual renacentista. Formalmente, se seguían los dictados del muermo de Agustín de Hipona, quien consideraba impura la cópula incluso dentro del matrimonio. Pero la procesión iba por dentro. O por detrás. O por arriba o abajo. A gusto, en fin, del consumidor. Nunca como en ese periodo, la literatura médica brindó tantas referencias a tratamientos de enfermedades sexuales, procedimientos anticonceptivos, preparados abortivos, componendas de himen, o instó a practicar el coitus interruptus, para evitar que tanto furor gonadal y uterino diera en embarazos adulterinos.
Toda esa doble y descarnada sexualidad tiñe ciertos pasajes de esta obra, al punto de remitir a Los aventureros de Harold Robbins (Ed: Noguer y Caralt, 1981); singular ‘biograficción’ del diplomático dominicano Porfirio Rubirosa.
Tenorio, seductor y burlador, tenía otros registros apuntados que Don Juan desarrolla convincentemente. Su faceta viajera, ya sugerida por Zorrilla, lo convierte aquí en trotamundos al servicio de su majestad imperial. También se muestra al militar de la época: Don Juan manda como capitán la Compañía del Laurel (¡sí, mucho que ver con la famosa hostería!), esforzada unidad de los Tercios de Flandes, participante en varios notables hechos de armas.
Sin embargo, se revelan estampas ni siquiera concebidas. Se muestra a un burlador, burlado y cornudo (la primera en la frente, ya se sabe). Un recién casado y bisoño don Juan con tales astas que le cuadran bien los satíricos versos de Quevedo: “…diote un cuerno por armas la Fortuna/ y un toro en el remate de tu escudo”.
Hay además un Tenorio agobiado ante la idea de su propia homosexualidad, al descubrirse atraído y excitado por el mercenario Robert de Maroy. Y cómo no, el seductor que, atrapado en un juego de espejos, empatiza con las mujeres en cuyas almas descubre reflejos de su propia existencia.
Don Juan no resulta maniqueo. Tan sólo es rico, negociante, espadachín, cortesano, refinado, espía, cruel, vengativo, asesino, salvaje, impío, implacable, mordaz y humanista. Detesta a los vates, pero lee poesía. Acaso porque la primera etapa del personaje trasluce ecos de la vida de François Villon, el poeta asesino que mató a un rival de amores, a traición y en sucio duelo, tras lo cual arrostraría una turbulenta vida de pillaje, cárcel y condenas a muerte, mientras engendraba fabulosos poemas (François Villon: El legado y El Testamento. Colección Cruz del Sur, Editorial Pre-Textos).
Por último un notable acierto editorial: elegir un óleo de Augusto Ferrer-Dalmau (El camino español) como ilustración de portada a esta obra. Las imágenes del gran maestro del realismo reflejan a la perfección la atmósfera del libro. Salvo esa obra, apenas la Alegoría de don Juan Tenorio de Gustavo de Maeztu, se habría aproximado al retrato literario de Rafael Marín.
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Autor: Rafael Marín. Título: Don Juan. Editorial: Dolmen. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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