Caballo verde

Con solo cuatro números publicados entre octubre de 1935 y enero de 1936, la revista Caballo verde para la poesía, dirigida por Pablo Neruda, constituye en la memoria de las revistas literarias del periodo republicano español uno de los hitos fundamentales de la llamada Edad de Plata.

Alrededor de Caballo verde para la poesía se reúnen una suerte de poetas e intelectuales de alta calidad literaria, desde sus impresores, Manuel Altolaguirre y Concha Méndez, hasta los colaboradores, entre los que se encuentran poetas tan diferentes como Alberti, Miguel Hernández, Lorca, Cernuda, Leopoldo Panero y Aleixandre, con colaboraciones de poetas americanos como Ricardo E. Molinari, Raúl González Tuñón o Ángel Cruchaga.

Su carácter vanguardista, cercano en algunos momentos al surrealismo, con la dirección de Neruda, hacen de esta revista —Ediciones Ulises, del Grupo Renacimento, ha sacado el facsímil de la publicación— un importante acontecimiento literario.

El hispanista Gabriele Morelli ha sido el encargado de la edición y ha escrito una presentación que pone al lector en contacto con la historia de esta publicación. Morelli tiene en su haber varias ediciones críticas y antologías de la poesía de Pablo Neruda. A él hemos recurrido para solicitarle unas palabras que, amablemente, ha enviado con algunos párrafos de su estudio preliminar, y que inicia con esta útil advertencia:

“Querido Miguel:

Estoy terminando de corregir con  mucha prisa (casi sin dormir),  las galeradas de un manual de cultura española que presenta un perfil interdisciplinario entre literatura, historia y las artes, para la editorial Carocci de Roma. Respondo a tu invitación enviándote estas líneas iniciales que saco de mi prólogo sobre Caballo verde… —en la nueva edición que publica Abelardo Linares de Rencimiento, al cual debemos numerosos facsímiles de refinada pulcritud—, por si pueden interesarte todas o en parte. De todos modos —las utilices o no—, muchas gracias por tus palabras y el interés que tienes por esta importante revista que abrió una nueva estética en la poesía moderna, no solo española, sino en todo en mundo. El abrazo de siempre en espera de verte en Madrid cuando este maldito Covid lo permita”. —G.M.

He aquí reproducidas estas líneas para los lectores de Zenda:

“El gran aprecio de los poetas españoles hacia Neruda y su obra se consagra, después del homenaje del libro Tres cantos materiales, propuesto por el Grupo del 27 y del 36, publicado en abril de 1935, en el hecho de confiar al autor chileno la dirección de la revista titulada Caballo verde para la poesía, impresa por Manuel Altolaguirre y su mujer, Concha Méndez, que sale en Madrid en el mes de octubre de 1935. Neruda reconstruyó en Confieso que he vivido el nacimiento y la historia de la publicación:

El poeta Manuel Altolaguirre, que tenía una imprenta y vocación de impresor, vino un día a mi casa y me dijo que iba a publicar una bella revista de poesía, que representaría lo mejor y más elevado que se hacía en España.

—Hay una sola persona que puede dirigirla —me dijo— . Y esa persona eres tú.

[…]. El Manifiesto de la poesía impura de Neruda presenta una alternativa al formalismo en auge, afirmando la necesidad de una poesía que comprenda, como en el Génesis, el soplo divino junto con el barro, sustancia primordial de la forma e imagen del hombre. Una ética más que una estética, tendente a incluir, más que a excluir, todo arranque propulsor de vida. El poeta invita a acoger cada manifestación del hombre dictada por el sentimiento o pasión «sin excluir deliberadamente nada, sin aceptar deliberadamente nada». No invoca o reclama la presencia de una norma o de un canon cultural y tampoco una ideología particular, sino que la suya es una invitación sencilla, y nada apremiante. Un proceso de rehumanización de la poesía y de los dogmas impuestos por los ruidosos y rebeldes movimientos de las vanguardias. En realidad, ahora entran y se acentúan también —como muestra la escritura de Residencia en la tierra, imágenes de cuño irracional, a menudo tomadas como elementos de contaminación con el surrealismo, que además de ser elementos constitutivos del mundo telúrico y cósmico, indican una excavación en su propia interioridad, una bajada al humus obscuro de su conciencia en lucha consigo misma y la búsqueda de un lenguaje idóneo en representar su flujo imaginativo.

Manuel Altolaguirre

En el prólogo de Caballo verde para la poesía, la invocación a un decálogo humano-poético preciso, aunque confuso, asume el carácter de una declaración de principios, una propuesta a favor de un poema vinculado a la realidad del hombre, que Neruda, a través de la enumeración caótica, presenta en sus infinitas posibilidades y variantes de representación. En este sentido, es sintomático que el poeta recurra con frecuencia al uso del sustantivo, queriendo traducir las múltiples experiencias humanas en términos concretos. Sin embargo, el tono es distinto del agresivo utilizado por Alberti en la revista Octubre, que Neruda simplemente propone e ilustra a través de una serie infinita de objetos contaminados por la experiencia heterogénea y turbulenta de la vida cotidiana que el autor chileno llama «poesía impura»:

Así sea la poesía que buscamos, gastada como por un ácido por los deberes de la mano, penetrada por el sudor y el humo, oliente a orina y a azucena, salpicada por las diversas profesiones que se ejercen dentro y fuera de la ley. Una poesía impura como un traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición, y actitudes vergonzosas, con arrugas, observaciones, sueños, vigilia, profecías, declaraciones de amor y de odio, bestias, sacudidas, idilios, creencias políticas, negaciones, dudas, afirmaciones, impuestos.

El autor enumera una serie de elementos que le rodean y representan la vida laboral: «las ruedas que han recorrido largas, polvorientas distancias, soportando grandes cargas vegetales o minerales, los sacos de las carbonerías, los barriles, las cestas, los mangos y asas de los instrumentos del carpintero», que se convierten en material creativo y constituyen la difusión del yo en los elementos de la experiencia humana. El poeta concluye con  la  advertencia: «Sin excluir deliberadamente nada», incluso el sentimiento romántico más exhibido y endulzado, en cuanto expresión genuina de nuestro ser. En este sentido, es interesante observar cómo Neruda, hasta ahora atento a la auscultación ansiosa de su ego, busca y mira poéticamente los objetos de la vida del hombre: objetos grises y abandonados de la realidad cotidiana desgastada que son «una lección para el poeta lírico torturado». Incluso el sentimiento más románticamente exhibido y endulzado es una expresión genuina de nuestro ser:

Y no olvidemos nunca la melancolía, el gastado sentimentalismo, perfectos frutos impuros de maravillosa calidad olvidada, dejados atrás por el frenético libresco: la luz de la luna, el cisne en el anochecer, «corazón mío» son sin duda lo poético elemental e imprescindible. Quien huye del mal gusto cae en el hielo.

Estas posiciones acercan el poema a lo cotidiano, a la experiencia, a la impureza, en contraposición a la poesía pura juanramoniana. Neruda deja constancia de esto en el texto inicial del número 2, titulado Los temas, “una réplica sutil y velada a la crítica de Juan Ramón Jiménez, a quien el poeta chileno designa como la estatua de hierro de estatura implacable”.

Ángel González, mucho más cerca de J.R.J. que de P.N., escribió cuatro poéticas que resumen la búsqueda de ese enigma que es el poema y las diferentes formas de abordarlo. He aquí uno de los poemas, en referencia al tema de la poesía impura:

    CONTRA-ORDEN (POÉTICA

por la que me pronuncio ciertos días.)

Esto es un poema.

Aquí está permitido

fijar carteles,

tirar escombros, hacer aguas

y escribir frases como:

Marica el que lo lea,

Amo a Irma,

Muera el… (silencio),

Arena gratis,

Asesinos,

Etcétera.

Esto es un poema.

Mantén sucia la estrofa. Escupe dentro.

Responsable la tarde que no acaba,

el tedio de este día,

la indeformable estolidez del tiempo.

*****

Caballo verde para la poesía se publicaba con portadas elegantes y las páginas interiores en papel perjurado color beige, cosidas a mano con hilo verde, en tamaño 2,50 x 29 cm., con 20 páginas el primer número y 16 los demás. De carácter mensual, y con solo cuatro números, el siguiente (5-6) iba a ser doble pero no pudo imprimirse a falta de doblar los pliegos y llegar a ser cosidos, por el comienzo de la Guerra Civil el 18 de julio de 1936. Nadie pudo verlo terminado.

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