Cuatrocientos años antes de que Dorothy Johnson, Louis Lamour o Allan Le May construyeran la literatura sobre la épica de frontera y John Ford la inmortalizase en sus westerns, un joven andaluz de sangre hidalga llamado Álvar emprende una de esas hazañas que solo hombres como él, nacidos en una tierra como la nuestra, son capaces de realizar. Después de sobrevivir a una travesía interminable y a un desgraciado naufragio en una expedición abocada al fracaso, su capitán, Pánfilo de Narváez (otro de esos hombres de biografía monumental) decidió seguir la expedición por tierra, mientras mandaba su flota hacia el oeste en busca de un puerto seguro en el río Grande, que creía erróneamente cercano. Metidos hasta el cuello en el territorio letal de los indios Apalaches decidieron regresar al litoral continuando la travesía en busca de aquel río en cinco canoas improvisadas que volvieron a naufragar poco después de superar el delta del Mississippi.
Pero la aventura no había hecho más que empezar. Este muchacho de Jerez de la Frontera, provincia de Cádiz, tras ser hecho prisionero y esclavo de los indios, logra convencerlos de sus capacidades para la curación, consiguiendo huir con un par de compañeros y cruzar a pie, de tribu en tribu y de este a oeste, todo el continente americano sobreviviendo, entre otras amenazas a los Sioux, los Wichitas, los Navajos, los Apaches y por supuesto, los Comanches. Como un John Wayne del siglo XVI, cruza el río Grande por El Paso y llega a México, donde es recibido por Hernán Cortés con todos los honores.
Y todo esto, que podría ser suficiente para varias vidas, no ocupa ni la mitad de la suya.
Todavía tendrá tiempo de regresar a España, contribuir a la historia de las legendarias siete ciudades de Cíbola y Quivira, ricas en oro, y ser nombrado capitán general, gobernador y adelantado del territorio del Río de la Plata por el rey Carlos I. Embarcado de nuevo, pero esta vez con destino Brasil, las hazañas de este segundo viaje darían para varios volúmenes de libros de aventuras, entre las que no puedo dejar de citar que, atravesando parte de las selvas brasileñas, descubrió las cataratas del Iguazú; gobernó Paraguay, llegó a tratos con los indios guaraníes para pacificar el país y mantener bajo control otras tribus indígenas más belicosas y, aunque fracasó en su intento de repoblar Buenos Aires, remontó el río Paraná y fundó en 1543 el puerto de los Reyes.
Como todo español con éxito, suerte y mano dura, despertó el odio y la envidia de los que le rodeaban, que lo acusaron ante el nuevo rey de España, Felipe II, de defender a los indígenas. Lo encarcelaron y lo deportaron, y el rey lo condenó al exilio en Orán (casi se cruza con Cervantes), donde permaneció ocho años en los que, por supuesto, tuvo aún tiempo de escribir una de las obras de referencia de las crónicas de Indias titulada, a lo Joseph Conrad, Naufragio.
Como Dios aprieta pero no ahoga, el católico Felipe le concedió el indulto, y este hombre gigante y singular pudo finalmente regresar a su tierra con el cargo de juez en la Casa de Contratación de Sevilla. Los últimos años de su vida los pasó como prior de un convento sevillano, donde se cree que falleció.
Como ven, si hay hombres capaces de resumir en una sola vida parte de la memoria de nuestra Historia, ese es Cabeza de Vaca. Valiente, leal, justo, afortunado, incansable, duro de roer, este jerezano aguerrido bien merece el ingente esfuerzo de reconstrucción biográfica, admiración personal y calidad literaria que el periodista y escritor Antonio Pérez Henares ha realizado en su gran novela publicada por Penguin Random House, con magnífica portada de Augusto Ferrer-Dalmau.
Nuestro pasado, cada vez más enterrado en la desmemoria y las reyertas estúpidas de leyendas negras o blancas, se ha ido despegando del corazón de quienes deben conservarlo, nosotros mismos, haciéndonos olvidar cuando no despreciar, nuestra memoria. Afortunadamente nos quedan la literatura y los ojos y la memoria de escritores como Pérez Henares, que llega de aquellas tierras que ha tenido la suerte de recorrer, hasta las mesas de novedades de las librerías a recordarnos que somos hijos de una tierra tan ingrata como magnífica, construida sobre las luces y las sombras del poderío de haber sido civilización cuando otros solo eran prehistoria.
Leer esta novela no es solo un placer; es casi un acto de justicia con nosotros mismos, nuestra memoria, nuestro país, nuestra Historia. Este texto es solo un intento de agradecer el inmenso regalo que nos hace Chani Pérez Henares.
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Autor: Antonio Pérez Henares. Título: Cabeza de Vaca. Editorial: Ediciones B. Venta: Todostuslibros y Amazon
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