“Ha pasado un siglo, pero esta canción sigue siendo la que mejor explica el mundo” (tuit de Miguel Barrero del 5 de abril). Miguel se refería al tango “Cambalache”, que escribió el gran Discépolo, y yo le contesté que me había dado un idea para mi próximo post; así que aquí estoy, cumpliendo mi promesa, siquiera sea para diferenciarme un poquito de tanto impresentable público.
Ha pasado un siglo, pero esta canción sigue siendo la que mejor explica el mundo.https://t.co/VWo9COpr0f
— Miguel Barrero (@MiguelBarrero) 5 de abril de 2018
Enrique Santos Discépolo, “Discepolín”, nació y murió en el barrio porteño de Balvanera, Buenos Aires (1901-1951). Cincuenta años de “un permanente desgarrarse en una sociedad injusta […] solo comprensible en el marco de la sufrida Argentina del siglo XX”, como escribió uno de sus mejores biógrafos. Cincuenta años de un grande de la música —que fue también dramaturgo y cineasta— al que un ataque al corazón truncó su vida.
“Cambalache” lo escribió en 1934 pero cinco años antes ya había tocado el cielo con “Yira”.
Recuerdo que a Daniel Moyano le gustaba contar esta anécdota: “Santos Discépolo había quedado con una joven fan para suicidarse juntos. Se citaron en un banco de un parque al día siguiente. La mañana había amanecido ligeramente lluviosa cuando Discépolo vio a la joven que se acercaba protegida con un paraguas. Cuando llegó a su altura, el poeta del tango le espetó: ¿A suicidarte y con paraguas? Andá y volvé a casa”.
Esta es la letra de este tango que, como dijo Barrero, “es la canción que mejor explica el mundo”. Por desgracia.
Cambalache
Enrique Santos Discépolo
Que el mundo fue y será una porquería
Ya lo sé, en el quinientos seis
Y en el dos mil también.
Que siempre ha habido chorros
Maquiavelos y estafaos
contentos y amargaos, varones y dublé.
Pero que el siglo veinte
es un despliegue de maldad insolente
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo
todos manoseaos.
Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio, chorro,
generoso o estafador.
¡Todo es igual, nada es mejor!,
¡lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplausos ni escalafón,
los inmorales nos han igualao,
si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición
da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón.
¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclao con Stravinsky va Don Bosco
y La Mignon, Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín.
Igual que en la vidriera irrespetuosa.
De los cambalaches
se ha mezclao la vida
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia contra un calefón.
Siglo veinte cambalache,
problemático y febril,
el que no llora no mama
y el que no afana es un gil
¡Dale nomás, dale que va!,
que allá en el horno
nos vamos a encontrar.
No pienses más, siéntate a un lao,
que a nadie importa si naciste honrao.
Es lo mismo el que labura
noche y día, como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura
o está fuera de la ley.
Luis Eduardo Aute escribió la canción “Siglo XXI”, en homenaje a Santos Discépolo. El tango está en algunas composiciones de Aute y aparece como un bandoneón que suena de fondo en “Aire, aire”; en el homenaje a Carlos Arjona en forma de elegía en “Che, qué mal” o en su otra particular versión del “Cambalache” en “Imán de mujer”: “Que el mundo fue y será una porquería/ya lo dijo Enrique Santos/ y hoy tengo un día de esos en que sufro/toda esa poesía cruel…
Esta es la letra de la versión de Cambalache de Aute.
Siglo XXI
Siglo XX, cambalache, problemático y febril»
anunció Santos Discépolo, un poeta del 2000
y profeta en aquel tango que cantó a la corrupción
que gobierna las cloacas de la humana condición.
Siglo XXI, el hombre ha muerto, ¡viva el kapital!
No será aquel cambalache donde todo daba igual.
Para entonces no serán lo mismo un sabio que un traidor,
El más judas será el que se suba al podio de honor.
La mentira será ley y el simulacro, institución,
el cohecho por derecho y por la santa comisión.
El chorizo ira embutido en su Mercedes oficial
Y el trilero montará su atril en trilateral.
El camello del futuro no será aquel criminal
que vendía matarratas cuando aun era ilegal.
Para entonces será el presidente de «coca-control»
En su rama de entertainment: «sexo, droga y rock’n’roll».
Trepa, trepa por tu chepa, el trepa llegará a ser Vip,
y la sanguijuela chupa que le chupará hasta el Rip.
El gusano, con los restos, se pondrá como un cebón
y, bien gordo, será deglutido por el tiburón.
Y llegó el fin de la historia y Al Capone va a ser rey
de quien la sufrió en sus carnes y aún la arrastra como un buey.
«Dios murió”, predijo Nietzsche, pero aquí está el totus dei
que enterró al demonio rojo que aprendió a decir: «okey»,
todo por comprarse unos vaqueros made in usa.
Me diréis y con razón que yo también soy un ladrón,
que la música y la letra de este fraude de canción
son un plagio de Bob Dylan y del gran Discepolín.
Es verdad pero, ¡cojones!, quién desprecia ese botín,
que a Dios le plagió Merlín
y al diablo, Marilyn
y a Picasso, el arlequín
y a Espartaco, Bakunín
y a la esfinge, Rin tin tin.
Y el principio es siempre el fin.
En fin…
Cambalaches made in Spain
Hemos tenido una semanita en la que nos hemos graduado en todos los Masters posibles. Los reales y los imaginados. Los masters universitarios se quedan en nada comparados con los masters del universo, los master and commander, los masters de Augusta… pero está también con el Master’s London Dry Gin, un acercamiento a la sabiduría, como dicen sus publicitarios, «con maestría y sin artificios». Yo habría elegido este porque tiene solo tres asignaturas: enebro, coriandro y cardamomo, que, mezcladas con limón y naranja es lo mejor contra los malos rollos.
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