… Ni es la torcaz benigna, ni es el cuervo protervo:
son formas del Enigma la paloma y el cuervoRubén Darío
Noé en imágenes, significativamente subtitulado “Arquitecturas de la catástrofe”, es, en esencia, una compilación de reproducciones de bellas pinturas, dibujos y grabados pertenecientes a distintas épocas de la Historia de la Cristiandad. El autor de la selección de las mismas, que lo es también del texto que las acompaña y explicita, afirma desde el comienzo: “Noé es una apariencia, un símbolo construido más por los retratistas que por los novelistas; más por los dibujantes que por los poetas o los exégetas”. La obra, pues, gira ineludible en torno a imágenes, desplegadas por artistas variados a lo largo de siglos, del mitema bíblico del Diluvio Universal y la pertinente refundación de lo Humano tras este. Podemos encontrar obras de Tiziano, Miguel Ángel, Rafael Sanzio, Kircher, etc. Pero sin duda las más interesantes son las provistas por artistas medievales anónimos o poco conocidos: los más cercanos a la Voz y no al mundo que deviene y pasa…
Sin duda el Diluvio, arquetipo esencial de nuestra cultura, y por ello fundador de percepciones y perspectivas profundas sobre lo Real, tiene «una extraña vigencia y una misteriosa y secreta actualidad». Forma parte del “consciente colectivo”, no sólo del inconsciente que estudia la psicología profunda, y es reflejo obligado de lo Supraconsciente. Noé es artesano, visionario, profeta y superviviente.
El arca, postulada por los imagineros como pirámide, esfera, barco, casa o ataúd flotante de figuración prismática, tiene mucho de híbrido entre edificio y navío. Sobre esta cuestión, que proclama la ambivalencia de muchas de las imágenes, el autor reflexiona ampliamente a lo largo del texto. Pero como es un símbolo, es decir, una apertura a una realidad superior, hay algo más que se sitúa en otro plano: el que trabaja la Ciencia Sagrada. Del que poco o nada se aduce, insisto, a lo largo de la obra. Pero mejor será que nos lo cuente René Guénon, a partir de una cita proveniente de la voz “arca” del Diccionario de símbolos de Cirlot:
“El arca, durante el pralaya cósmico, vacila sobre las aguas del océano inferior; el arco iris en las “aguas superiores” es signo del restablecimiento del orden preservado abajo por el arca; ambas figuras son inversas y complementarias, juntas dan lugar a la forma circular de la totalidad. Sus dos mitades corresponden así al viejo símbolo del “huevo del mundo”.”
Noé sirve a la vez al Hacedor y al Destructor… Hay en esto un profundo misterio. El que va de lo creado a lo emergido y, en el intervalo, un horizonte líquido devenido infinito, como bien señala el autor. Noé no está al margen de la filosofía, sino en el centro de la misma. Noé no es el ideólogo de la torre inconclusa, ni el antecesor responsable de la dispersión que esta llevó aparejada… Más bien, todo lo contrario, aunque, desde la perspectiva descreída del “último hombre”, Noé no puede ser experimentado más que como figura incómoda, teniendo en cuenta sobre todo que nuestro mundo, sumido en el más completo de los nihilismos, no es ya otra cosa que una reposición inconsistente y meliflua de los modos prediluvianos. “Habitamos” una actualidad sin horizontes que todo lo iguala y relativiza en una coyuntura de fin de ciclo, algo que podríamos muy bien calificar como un “cambio de ritmo”. Nada que ver, aclaro, con la “nueva normalidad”. Todo lo contrario…
Calificar el Diluvio, que es símbolo de muchas capas, como «desastre medioambiental provocado para ejecutar un castigo inmerecido» resulta un aserto peculiar. Como lo es decir que Noé es «una marioneta, un fantoche encarcelado en un arca»… Esta manifiesta hostilidad con la que el autor trata al personaje central de su trabajo, pues es en Noé y los episodios vinculados al Génesis (6-10) que recogen sus vicisitudes en lo que se inspiraron centenares, quizá miles, de artistas que plasmaron a lo largo de siglos sus visiones reveladoras y moduladoras, resulta asaz risible. Cuando además se vitupera al primer sacrificio, realizado tras el desembarco en el Ararat, uno intuye encontrarse con un miembro de una secta cainita.
No es casual que, entre el siglo XVI y XVII, el artífice en las representaciones de la construcción del arca, Noé en este caso, abandone la faena y devenga gestor y proyectista de la obra. Por la misma época también se da prioridad a los procesos técnicos, siendo omitida con frecuencia la presencia de la Voz. Dios: el Logos.
Noé tiene familia, por ello se abre a la sucesión y despliegue de las generaciones; no es un molusco en el que semidormiten, crionizados en tecnológicos nichos, potenciales supervivientes de ciclos cósmicos desvanecidos…
Las 182 imágenes seleccionadas dan cuenta de las diversas etapas en que se desarrolla la historia: la Voz que instruye a Noé en la construcción del Arca; el embarque de los animales emparejados y dóciles; el tránsito inquietante y letal de un mundo a otro, en el cual la anegación generosa y el exterminio fecundo se combinan de un modo feroz e incesante; también las vicisitudes del cuervo y la paloma, que remiten a la alquimia, incluso quizá la originen, como ciencia que es de restablecimiento de lo Primordial; el descenso de las aguas, para llegar finalmente, tras el desembarco de los animales, a posarse en la cumbre del Ararat, al sacrificio fundador precedido por la visión del símbolo de la alianza: el arco iris.
Posteriormente: la embriaguez de Noé, hecha posible por la vis dionisíaca contenida en la vid, y la consecuente maldición sobre Cam… antecesor del constructor de la torre de Babel… de Babilonia y con casi completa certidumbre del Foro Económico Mundial…
En muchas de las imágenes, pequeños detalles nos permiten asomarnos a secretos vertiginosos, rompiendo por completo con los lugares comunes en los que hemos sido adoctrinados. La presencia de dragones y de unicornios entre las bestias; el carácter luminoso y extraterreno del Arca misma, posada en la cumbre tras el descenso y despliegue del hombre y los animales en la llanura; el inquietante aspecto, pocas veces representado, de esta misma Arca y su entorno durante el Diluvio… Incluso la suposición sinuosa que bien se me ocurre, para ya terminar, de que el Arco Iris fuese inaccesible a los humanos en el mundo prediluviano, por ser la atmósfera de entonces muy distinta de la nuestra…
Vale la pena mirar las imágenes, una a una, con atención y minucioso abandono al espíritu que la mayor parte de ellas vehicula. Los editores han estado inspirados escogiendo para las bellas guardas del libro una muy potente ilustración de Francisco de Holanda (1517-1584). Es, pues, un libro publicado con la precisión y elegancia a la que Atalanta nos tiene acostumbrados.
Nuestra realidad, la presente y terminal, que nos engloba, es ya poco más que un simulacro anegado por haber sido artificialmente “aumentada”… Una realidad que se desliza hacia lo informe a la espera del drenaje ígneo y definitivo de la Voz.
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Autor: José Joaquín Parra Bañón. Título: Noé en imágenes. Editorial: Atalanta. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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