Podríamos considerar el extinto Camera Café como un pequeño milagro en la ficción televisiva española. Un pequeño canto del cisne de creatividad esperpéntica Rue del Percebe en la todavía cómoda consolidación del dramedy sentimental patrio y antes de la primacía del consumo en streaming que acabaría con todo. De la película que adapta las aventuras de los friquis cotidianos de cualquier empresa española solo puede criticarse abiertamente que llegue tan tarde, cuando el show que protagonizaron Arturo Valls, Ana Milán y compañía ya parece a punto de entrar en los libros historia antigua de la televisión.
Y quizá por eso Ernesto Sevilla, en su debut en la dirección de largo, da un buen baño a la fórmula episódica y, con vistas a confeccionar una trama (ligera, pero trama) de largometraje, saca la cámara de la máquina del café para obrar un pequeño milagro. Con un pronto travelling siguiendo un vaso de líquido elemento Camera Café amplía sus miras al formato panorámico y nos deja ver una oficina poblada por caricaturas humanas que retratan al boomer español y otros parias y elementos extrañamente cercanos. De forma episódica, como en la propia serie, la cámara volverá a su sitio correspondiente, pero siempre con intenciones narrativas claras.
El resultado es un grand-gignol vehiculado en el fracaso vital de Jesús Quesada, el comercial de oficina que presta también su voz en off al relato, y en un recurso tomado de The Office, la competición ibérica contra las oficinas de Portugal por ver cuál permanece abierta, o mejor dicho, cuál cierra después. Ernesto Sevilla no tiene compasión por nada y realiza una comedia amable y sin embargo perversa: no esperábamos tal escarnio de la figura de Albert Rivera ni la mofa a los nuevos valores éticos y laborales biempensantes, si es que son nuevos realmente.
Las máscaras woke quedan al descubierto en un show de enferma imaginación manchega y humor fumado en la tradición Cheech y Chong, pero que como en las mejores obras de Álex de la Iglesia, se asienta con los dos pies bien posados en un baile de tipos netamente españoles: el empleado que pasa a ser más empresario que ninguno, la balada con número musical entre el jefe y el sindicalista o la alegoría de la vida laboral española perviven entre homenajes a Rocky IV, el Episodio III de Star Wars o el puro slapstick alucinado.
Haciendo del travelling y el gran angular a lo Jeunet un arte, Ernesto Sevilla se revela como un director con talento. Camera Café, la película es una obra viva, una astracanada repleta de gags pero con una definida línea narrativa (en la imaginación de Sevilla caben los multiversos) que habla a espectadores del original y a nuevos públicos. Se trata de una de las obras comerciales españolas más dinámicas e interesantes de la temporada.
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