La hexalogía «Los Campos» de Max Aub ha sido íntegramente reeditada con la publicación, a cargo del sello granadino Los cuadernos del vigía, de «Campo de los almendros», que narra los días postreros de la Guerra Civil, la acumulación de refugiados republicanos en Alicante, el hundimiento de la República.
La sexta y última novela de esta serie que Max Aub (París, 1903-México, 1972) dedicó a contar la Guerra Civil, es la más larga, casi 750 páginas, y cierra esta obra coral de cientos de personajes.
Este enorme fresco, este «episodio nacional» con escenas de caos y desolación, protagonizadas por los últimos defensores de la República en su huida hacia Alicante para comprobar que nunca llegarían los barcos que los rescataran.
Le preceden «Campo cerrado», «Campo abierto», «Campo de sangre», «Campo francés» y «Campo del moro», que suman casi 2.500 páginas en las que Aub se empleó en su exilio mexicano durante casi treinta años, empeñado en enriquecer su narración con testimonios y datos reales.
La serie, publicada por primera vez en México entre 1943 y 1968, lleva el título de «El laberinto mágico» y en las páginas finales de «Campo de los almendros», ante la desolación del ambiente, uno de sus personajes concluye: «España es el laberinto».
Cuando Aub dedicó al cineasta Luis Buñuel el libro titulado «Buñuel, novela» explicó: «Si lo he subtitulado novela es porque, a pesar de todo, quiero estar lo más cerca posible de la verdad», algo que según los editores también sirve para «El laberinto mágico».
«Aub mezcla constantemente la realidad y la ficción por estar convencido de que la invención de situaciones sacadas de las fuentes de testimonios sinceros es un recurso que permite acercarse algo más a la verdad, aquel objetivo nunca totalmente alcanzable», escribe en el prólogo a «Campos de los almendros» el profesor francés, Gérard Malgat, especialista en la obra de Aub.
Los editores han llegado a calificar de «novela-reportaje» este último título de los «Campos», en alusión al «reportaje» sobre «los miles de republicanos que retroceden hacia los muelles de la ciudad alicantina para intentar embarcar, con la esperanza de divisar los navíos prometidos por los diplomáticos franceses e ingleses».
Aub no solo hace de los diálogos la columna vertebral de su narración sino que a su escritura narrativa aplica las técnicas del cine —el autor escribió guiones para el cine y colaboró con Buñuel en «Los olvidados»—, como cambios bruscos de escenas, superposición de imágenes, fragmentación de la mirada, múltiples puntos de vista, y hasta «travellings».
También emplea técnicas teatrales y, en determinadas escenas, el hombre de teatro se transforma en reportero porque, escribe Malgat: Aub es «un cronista inmerso en el corazón de los acontecimientos, da cuenta del drama como testigo con una escritura densa, sintética y fulgurante, proponiendo imágenes y retratos que impactan al lector».
El escritor concedió mucha importancia a la veracidad histórica y durante los largos años que escribió esta serie novelística acumuló, según enumeración de Malgat, «una masa de informaciones precisas y detalladas sobre el desarrollo de los hechos históricos, los últimos combates, las fuerzas beligerantes y sus movimientos, la gestión de la guerra y las instancias de decisión, el papel de los dirigentes».
Como ejemplo, Malgat pone el de Manuel Tuñón de Lara, quien estuvo presente en Alicante y quien en cartas le contó sus recuerdos de aquellos días, que Aub inserta en su novela, algunos en forma de cartas.
Y el propio Tuñón de Lara dio fe del proceder de Aub: «Puedo testimoniar la minuciosidad con que Max Aub recogió centenares de testimonios orales y documentos, con que leyó textos y prensa, antes de escribir una línea».
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