Dijo mi padre:
Entonces miró al cielo vacío sobre su pueblo del páramo leonés. Yo dije:
—Alguien debería escribir sobre la desaparición de las alondras. ¿O es que no son importantes?
Mi padre chasqueó la lengua.
Ahora yo miro a ese mismo cielo y cuando escucho el canto de una alondra, una sola, ya soy feliz y repito, alguien debería escribir sobre la desaparición de las alondras. ¿O es que no son importantes?
El escritor Miguel Delibes también miraba al cielo vacío de aves y a los ríos vacíos de truchas en su Castilla natal. Un día, cuando ya había cumplido más de ochenta años, llamó a su hijo, el prestigioso científico y biólogo Miguel Delibes de Castro, para proponerle escribir un libro sobre lo que estaba sucediendo en los campos y en los ríos. El resultado fue La tierra herida: ¿Qué mundo heredarán nuestros hijos? (Destino, 2005), una conversación crucial padre-hijo sobre la cuestión medioambiental.
Pero al biólogo-hijo le quedó un tema por tratar con el novelista-padre. Además de hablar sobre el cambio climático o la contaminación, Delibes de Castro quería hacer hincapié en la desaparición de las especies. Delibes padre no lo entendía.
“Mira, hijo (…), la desaparición de especies es muy triste, pero no dramática, no creo que nos afecte demasiado”.
Ahora, casi dos décadas después, cuando Miguel Delibes padre ya no está, su hijo decide escribir el libro pendiente, el libro sobre la biodiversidad: Gracias a la vida (Destino), el libro que explica por qué debemos conservar cada especie, por qué los seres humanos debemos dar gracias a la vida.
Este es un libro escrito para pagar una deuda hijo-padre.
Este es un libro escrito para pagar una deuda humanos-no humanos.
Este es un libro escrito para celebrar la vida sobre la Tierra.
Y para explicarla. Y para que aprendamos a valorarla y a cuidarla.
Este es un libro que me hubiera gustado regalar a mi padre.
Dice Miguel Delibes de Castro:
“(…) los escritos sobre temas medioambientales suelen ser agoreros, cuando no directamente catastrofistas. Mi intención es la contraria. Me gustaría que este libro pudiera entenderse como un himno a la vida”.
Un himno a la vida con el título de la canción que Violeta Parra compuso en 1966, «Gracias a la vida, que me ha dado tanto». Un himno a la vida de los no humanos contado —y cantado— a través de distintas especies. Y las especies que Delibes ha elegido son “organismos poco apreciados”, con mala prensa, incluso. Los oscuros escarabajos como polinizadores, en vez de las luminosas mariposas; los murciélagos para controlar plagas; el microscópico plancton como el mayor productor de oxígeno del planeta; o el reino misterioso de las bacterias. Hay un capítulo hermosísimo, «Gracias a los hongos», en torno al prodigio y la complejidad de la vida subterránea de los bosques. La red de hongos que une las raíces de los árboles, las micorrizas que forman arbúsculos, donde se intercambian los nutrientes y la información raíces-hongos. Universos enteros bajo el suelo del bosque. Casi parecerían reinos de ciencia ficción, si no fueran de ciencia real.
Cada capítulo es un tapiz verde que se va desplegando con suavidad a nuestros pies, con historias mínimas y sorprendentes, pequeños descubrimientos, experimentos, ratones mágicos y microscopios que descubren mundos. Una revelación fortuita, et voilà, una nueva vida, una nueva especie.
Et voilà, estás de pronto en el último capítulo. Porque este es un libro que fluye. Como los ríos donde pescaba Delibes padre. Como el Guadalquivir que pasa junto a la Estación Biológica de Doñana, donde Delibes hijo fue director y trabajó en el programa de recuperación del lince ibérico. El programa que ha salvado al lince.
Salvar una especie.
Salvar al lince. Salvar las praderas de hierba posidonia del Mediterráneo, salvar a los murciélagos, salvar a las abejas silvestres.
Y salvar la belleza.
En el Museo de Ciencias Naturales del CSIC de Madrid se exponen unos textos inesperados del científico y divulgador Jorge Wagensberg que explican por qué salvar una especie. Además del puñado de razones prácticas, científicas, hasta crematísticas, existe otra razón: por la belleza de esa especie. Porque la evolución ha tardado millones de años en generar esa especie y esa especie, sea un oso pardo, un lince o un diminuto insecto, es un milagro, un pequeño tesoro. Ese canto a la belleza de la naturaleza está en cada una de las páginas de este libro. Solo por eso merece la pena ser leído. Es un libro optimista, vital.
Pero.
Cuenta Miguel Delibes De Castro que un año después de escribir la canción Gracias a la vida, Violeta Parra se suicidó. Y añade:
“La humanidad está en trance de suicidarse también, aunque nos cueste admitirlo y ocurra muy a nuestro pesar”.
Así que tomemos nota de la belleza, y hagamos algo para evitar su destrucción.
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Autor: Miguel Delibes de Castro. Título: Gracias a la vida. Editorial: Destino. Venta: Todostuslibros.
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