En 2018 Aitana Castaño (Langreo, Asturias, 1980) y Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981) publicaron el libro Los niños de humo, enternecedora, emocionante y nostálgica recopilación de relatos mineros que pudieron haber ocurrido no solo en la cuenca del Nalón —de la que ambos son oriundos—, también pudieron pasar en cualquier otra comarca minera. Los niños de humo es una historia con la que varias generaciones de habitantes de las zonas minero-siderometalúrgicas se han visto y se ven identificados.
No conformes con lo conseguido con Los niños de humo, deciden continuar con otros relatos mineros, y publican un nuevo libro, titulado Carboneras, repleto de vivencias mineras rebosantes de emociones.
El libro es una obra escrita a cuatro manos; dos se ocupan de la descripción por medio de la palabra y otras dos se ocupan de la descripción gráfica. En esa simbiosis perfecta que forman ambos, Aitana se ocupa de la palabra y se convierte en fiel cronista del sentir, del compañerismo y de la vecindad, sabiendo emocionar con su relato sobre la vida en las cuencas. Alfonso se ocupa, como premiado ilustrador gráfico que es, de los paisajes y personajes mineros. Zapico, con su arte, es capaz de dibujar, con trazo fino e inteligente, la enorme carga emocional con que Aitana dota a los personajes.
El lector, a medida que va leyendo, casi sin darse cuenta, unas veces sonríe, otras se ríe a carcajadas y, sobre todo, siente que el corazón se le va encogiendo debido a las emociones que las carboneras trasmiten en el día a día de su dura vida.
Carboneras es un libro coral en el que se homenajea a las mujeres y donde las protagonistas son mineras, mujeres que además de atender su casa, sus hijos y el trabajo en la huerta, también se ocupan de apoyar a sus maridos, soportando incluso su comportamiento egoísta y machista. La violencia entra en sus vidas con la represión policial, que sufren en el cuartel, que las usan para reprimir a los demás habitantes de los pueblos mineros. Por si todo esto fuese poca cosa, también trabajan en el exterior de la mina, bien en el escogido manual de estériles del carbón, o como auténticas “palas cargadoras humanas” que se ocupan de cargar los vagones de los trenes que transportan el carbón desde los lavaderos a sus puntos de destino.
Estas mujeres se ven obligadas a trabajar por diversos motivos: por ser viudas de mineros que fallecieron a causa de un accidente en la mina, por ser esposas de mineros enfermos de silicosis o tullidos por causa de un accidente minero; por estar solas, ya que sus maridos están presos, ocultos o huidos… Se ven en la necesidad de trabajar para ganar un jornal y sacar adelante a los suyos. Su labor como carboneras no está exenta de riesgos laborales; ellas también padecen silicosis (enfermedad pulmonar irreversible) por respirar el polvo de sílice que impregna el aire que las rodea. Muchas veces reclamaron sin conseguirlo que se les reconociese la enfermedad profesional de silicosis.
El libro cuenta 17 historias independientes, o también podemos considerar que es una única historia con 17 capítulos, en donde encontramos drama, tragedia, amor, sufrimiento, llanto, una lección continua de coraje, vida y solidaridad como solo puede mostrarse con la épica que nace de un trabajo duro, sucio, peligroso, insalubre y nocivo en el que estas mujeres no se arredran y hacen lo mismo que los hombres, dando una lección de coraje, dignidad y feminismo.
A lo largo del libro encontramos personajes entrañables, como ese hermano dispuesto a ayudar… esa vecina que da todo lo que tiene para socorrer a una desconocida necesitada… esa mujer líder que se ocupa de proteger… ese párroco convertido en un “cura obrero”… ese tendero que siempre despacha los víveres que necesitan, no cobra, anota en la libreta, y ya cobrará… poco a poco, cuando le puedan ir pagando. Y otros personajes miserables como ese guardia represor que persigue a los habitantes de la cuenca.
Quien se acerque a la obra de Aitana Castaño y Alfonso Zapico entenderá cómo, por qué y de qué manera se desarrolla esa forma de vida y cultura tan enraizada en los habitantes de las comarcas mineras, de la misma manera que está enraizado el carbón del subsuelo.
La cuenca minera debe mucho a estas carboneras que son familiares y vecinas de los habitantes del valle. Sin ellas, sin su ayuda y esfuerzo, no hubiese sido posible el crecimiento y progreso de las cuencas. Por eso considero necesario este homenaje, ya que su trabajo nunca será suficientemente reconocido. Las carboneras tienen dos monumentos escultóricos en la Cuenca del Nalón: uno es el “Las Carboneras de La Encarná”, en San Martín del Rey Aurelio; el otro está en el parque Dorado, de Sama de Langreo, en homenaje a Luis Adaro y Magro (prohombre de los inicios de la industria minero-siderometalúrgica). En este conjunto escultórico, a los pies de Adaro hay una mujer con un cesto recogiendo el carbón que sale de un vagón de mina. Esta escultura no es conocida por su nombre oficial, sino por el de “La Carbonera”, con el que el pueblo de Langreo quiso homenajearlas de forma espontánea, dando preponderancia a estas valiosas mujeres, frente al prohombre.
Los dos autores finalizan el libro dándose las gracias de forma muy minera y literaria. Alfonso dice:
“Este libro es una raíz negra que atrapa y tira hacia abajo, a lo más profundo de una memoria colectiva que ya casi habíamos olvidado y que nos regala un mundo. Gracias siempre, Aitana”.
Aitana dice: “Y gracias a ti, Alfonso, por seguir dando tira”. (1)
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(1) El término minero “dar tira” significa la acción por la que todos los trabajadores de un taller de explotación forman una cadena humana para ir pasándose, de mano en mano, los materiales necesarios para el trabajo diario (madera, herramientas, máquinas, etc.), tarea que se realiza al inicio de la jornada. Es la expresión más solidaria del trabajo minero: todos ayudan a todos.
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Autores: Aitana Castaño y Alfonso Zapico. Título: Carboneras. Editorial: Pez de Plata. Venta: Todostuslibros y Amazon
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