Cinco amigas internas en un colegio de monjas se separarán en el verano de 1955. Después de 30 años, con una España totalmente renovada como telón de fondo, volverán a reunirse con el fin de ponerse al día de sus vidas. Ahora, con 45 años, acudirán al encuentro con una mochila cargada de las perspectivas desde las que han abordado los problemas vividos. Encuentro de la que ninguna saldrá indemne.
La escritora Care Santos recrea en Media vida, obra ganadora del Premio Nadal, las distintas conductas femeninas que nacieron bajo la educación franquista, esas caras antagónicas que vieron su madurez plena con la llegada de la Transición. De esta forma, la novela se articula como un homenaje a la generación de su madre, aquella que creció bajo los preceptos de la dictadura, pero que también vivió en la época de apertura donde se produjeron los cambios que cerrarían la etapa anterior como la Ley del divorcio, la liberación sexual o, simplemente, la democracia.
Pregunta. “Ceder, aceptar, perdonar… Todo menos olvidar” es una cita del libro que podría funcionar como resumen. ¿Se puede leer Media vida como un testimonio generacional femenino?
Respuesta. Sí, está implícito en la historia. Trata sobre una generación de mujeres que vivieron una época y cómo se fueron posicionando desde la Transición hasta aquí.
P. Esas mujeres tienen en común que todas fueron esculpidas a base de agresiones.
R. Ellas son cinco modelos de mujer que responden a cinco maneras de tomarse la vida. Son cinco respuestas al tipo de vida que han encontrado. Partían de un momento social y una educación común que las condicionó a todas ellas, y mucho, pero su evolución responde a la respuesta que han dado ante la vida que se han encontrado. En algunos casos una vida muy fácil, muy regalada, pero en otros muy compleja.
P. En ese tipo de diferencias, se descubren personalidades tan dispares como las de Olga o Julia, que funcionan como verdaderos antónimos en la novela.
R. Olga y Julia son los dos extremos, y en medio están las otras tres. Olga fue la mujer que se lo creyó todo, que no se formuló preguntas que la podrían haber situado en una posición incómoda, incluso en lo que le afectaba a su vida personal e íntima. Ella tiene unas ideas preconcebidas que se tomó muy en serio, pero desde la noche en la que se vuelven a reunir, se da cuenta de que no eran válidas. Y Julia, por el otro lado, se tuvo que enfrentar a una realidad más difícil que le abrió los ojos desde el principio y, por tanto, no es una mujer acomodaticia, sino más bien combativa.
P. Hablas de mujeres, pero en el trasfondo se puede leer esos dos modelos de España que se crearon después de la Transición.
R. Por supuesto. A mí me interesaba hablar de esa sociedad de la Transición. Los momentos de cambio son siempre muy interesantes, que vale la pena novelar. Pero además, es que los tenemos tan cerca, que merece la pena echar una mirada a esa época en la que empezamos a ser lo que somos actualmente y que seguramente, lo empezamos a ser con mucha más ilusión de la que tenemos a día de hoy. Eso también conviene recordarlo.
P. Aunque es una novela de protagonismo femenino, muchas veces las mujeres se difuminan en un segundo plano.
R. Todos son víctimas de una época; ellas lo son, pero sus parejas también. En la novela se ve claramente que ya no son tan manipulados por aquella educación tan limitadora del franquismo, sino que son la generación siguiente. Los hombres representan el rol que les han enseñado, el del papel principal. Es cierto que es una novela protagonizada por mujeres, en la que los hombres tienen mucha influencia.
P. Una sexta protagonista encubierta es Lady Di. ¿No es baladí que suene como música de fondo?
R. Era divertido utilizar esa boda real, tan conocida, que todavía todos tenemos tan presente. Aunque no la viviéramos, todos hemos visto las fotos y los vídeos muchas veces. Era divertido porque me ayudaba a marcar el tiempo del relato de una manera que no fuera obvia ni manida; viendo cómo avanza la boda, ya sabes qué hora es y cuánto tiempo ha pasado. Pero también es agradecido el juego de ironías que florece cuando utilizas una información que el lector conoce pero tus personajes no. Es un juego de sobreentendidos en el que no hace falta explicar nada, en el que el lector ya sabe lo que ocurrió, lo equivocados que están los que se creyeron que su vida era un cuento de hadas… Este juego es muy agradecido.
P. Con toda esta sustancia apuntalas una novela muy política centrada en el plano corto, en lo carnal.
R. A mí la política no me interesa mucho, pero las consecuencias de ella en la vida del ciudadano de a pie, sí. Cómo nos puede condicionar, cómo nos puede facilitar la vida, o complicar mucho. Y eso es lo que está como telón de fondo. Hay una sociedad a la que le tocó vivir la Transición, con el franquismo todavía muy presente, pero que miraba hacia el futuro. Se empezaron a producir, a ocurrir situaciones que previamente eran impensables, como la ley del divorcio. Yo quería hablar de cómo todo eso afectó a la gente. Es una novela en la que la política queda en segundo plano, como, a mi parecer, en la vida de la mayoría de nosotros. Parafraseando a John Lennon, la política es algo que va ocurriendo mientras nosotros nos empeñamos en hacer otras cosas.
P. Consigues atar la novela perfectamente, no dejas ningún cabo suelto.
R. Es mi trabajo. En el fondo, al escribir una novela tienes que aprender a complicarte la vida tú, no a complicársela a tus lectores. A esto se aprende con oficio, y creo que eso es algo que ya sé hacer. Escribir es un recorrido y pienso que ahora mismo estoy en lo mejor de mi carrera, en los mejores años. Esto también responde al tipo de libro que me gusta leer: un libro en el que me permiten participar, donde la historia no se cuenta de manera lineal, donde pueda llevarme alguna sorpresa y donde yo crea que puedo atar mis cabos.
P. Comentabas al principio que la obra es un testimonio generacional, pero ¿funciona también como un homenaje?
R. Eso está en la idea principal del libro. Quería rendir homenaje a todas aquellas mujeres de la generación de mi madre. Unas mujeres a las que les tocó vivir una época de cambios difíciles, aquellas mujeres que tuvieron que bailar con la más fea y que luego no sabían bailar con otra.
P. Quizá el punto en el que más importancia das a la mujer es cuando dejas a Julia dentro del Congreso durante el 23-F.
R. Lo que sucedió es que en un punto del golpe de Estado, dejaron salir a todas las mujeres, como si fueran una clase desfavorecida. Y ella se niega a salir. No tengo noticia de que ninguna se negara, aunque me hubiera gustado. También las novelas sirven para esto, para arreglar un poquito la vida.
P. Aparte de a través de las protagonistas, ¿ha vivido Care Santos su propia ‘media vida’?
R. Sí, ¡por supuesto! (risas) Voy a cumplir 47 años en unos días. El momento ‘media vida’ lo trae la madurez, ese momento en el que te despiertas y notas que estás en otro punto. Yo muy gozosamente, ya que creo que dejar de ser jovencita me parece todo un logro. Pero sí que creo que la madurez tiene sus lastres; tienes que hacer las paces con el pasado, con todo aquello que te duele, con las espinitas clavadas…, tienes que encontrar la manera de vivir con ello sin que sea una compañía desagradable. Yo también he hecho mis limpiezas.
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Autora: Care Santos. Título: Media vida. Editorial: Destino. Venta: Amazon y Fnac
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