El escritor y periodista Carlos Augusto Casas considera que se están poniendo las condiciones para que a las personas no les interese la verdad y prefieran estar entretenidas a informadas, una situación que lleva al extremo en un thriller ambientado en 2030 en Madrid.
Casas retrata en su novela una sociedad marcada por las diferencias de clase, donde casi todos aceptan sin oposición la pérdida de libertades y las prohibiciones. Pero Julia Romero, una joven periodista, se niega a aceptar la versión oficial de que su padre, un reportero que abandonó repentinamente el oficio años atrás, se ha suicidado. Su investigación la conducirá hacia el todopoderoso Ministerio de la Verdad, el organismo responsable de controlar y manipular la información que llega a los ciudadanos. Es una sociedad en la que el entretenimiento lo domina todo, algo que cree que ya está comenzando a suceder en la actualidad.
Según Casas, «el acceso a la información es más fácil que nunca pero también es más difícil que nunca conocer la verdad. Y esto está generando en los ciudadanos un hartazgo. Es tan complicado que directamente rechazan estar informados y se entregan al entretenimiento. Más que en una sociedad de la información, hoy vivimos en una sociedad del entretenimiento. La gente prefiere estar entretenida a estar informada, porque cada vez es más difícil», sostiene Carlos Augusto Casas.
Según este escritor y periodista, salvo alguna excepción, los medios de comunicación se han entregado a audiencias y ventas, y han «desertado de la obligación de informar», algo a lo que contribuye la precariedad laboral. En su novela, el dominio del entretenimiento ha infantilizado a la sociedad, que acepta órdenes sin cuestionarse nada, y sus personajes caminan y viven absortos en sus teléfonos móviles sin percibir la realidad que les rodea.
A diferencia de la sociedad totalitaria de Orwell, en El Ministerio de la Verdad son los propios ciudadanos los que se autocensuran y las redes sociales son las que rechazan e insultan a los que se salen de lo que piensa la mayoría, explica el autor. Es el «enterramiento social del pensamiento crítico: cualquiera que se sale de la línea establecida es vilipendiado. Y si no hay pensamiento crítico ni disidencia la gente es más dócil», advierte.
En la novela se habla también de la uniformidad de los comercios de franquicias para ambientar ese Madrid de 2030, lo que es un reflejo, dice, de la uniformidad también de las personas. Serán los lectores los que decidan, asegura el autor, si su novela es una distopía o se parece demasiado a la realidad.
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