Ganarse bien la vida viendo películas se cuenta entre los logros más envidiables de Carlos Boyero, y finalmente ha merecido todo un documental. Hace algo más de un año me enteré de que iba a rodarse una película sobre el oficio de ver películas y decir qué te han parecido. Se titularía, sin mayor afán, El crítico. Carlos Boyero era “el crítico” y un puñado de personalidades del cine y de la prensa cultural sazonaría su protagonismo. A mí me invitaron a decir cosas.
De Carlos Boyero dije que no tenía que saber de cine más que nadie en España para ser considerado el mejor crítico de cine del país. Esto me parecía importante. El éxito provoca la comparación, mayormente con uno mismo, y muchos cinéfilos que han visto 8.988 películas se preguntan por qué Boyero lleva décadas escribiendo de cine si sólo ha visto 3.455; si no sabe lo que es un jump cut; si no usa palabras como contrapicado, traveling, 35mm o textura en sus reseñas. La clave de Boyero es la clave de muchos otros sujetos exitosos en nuestro tiempo: la voz propia y la sinceridad. El periódico no es la universidad (de hecho, la universidad tampoco es la universidad), no es una revista de expertos. El periódico es el diálogo común, accesible, vivaz y perecedero. En ese contexto, Boyero escribe muy bien de cine porque la gente lee sus reseñas. Sus reseñas (también de televisión) eran (son) buenas porque la gente las lee. Saber comunicar y entretener (el propio Boyero en el documental utiliza este verbo para definir su labor de casi medio siglo: entretener) es lo que uno espera de un texto periodístico leído en el autobús, o tomando un café, o mientras se fuma un cigarrillo a la puerta de la oficina. Todo esto quedará en nada, con el tiempo, mientras que los tratados sesudos y sensibles sobre cine pueden convertirse en clásicos y pasar de una minoría a otra, reeditarse. Ese es un poco el trato.
El crítico es un documental que acaba haciéndote pensar si Boyero da para un documental. Es, con todo, una película interesante. La biografía de Boyero quiere organizarse alrededor del festival de San Sebastián, y lo primero que vemos es el Hotel de Londres, donde se aloja desde tiempo inmemorial el desmemoriado crítico. Esto tiene un pase en los primeros minutos, pero luego todo el asunto donostiarra resulta insulso y de amiguetes. Recoger la acreditación, cenar, las juergas del pasado, las estrellas minúsculas que pasan por allí comparadas con las que pasan por Cannes…
Más mordiente ofrecen las imágenes y testimonios de la llegada de Boyero a Madrid. Esto es muy bonito de ver. La juventud, así en general, y cuando ya está aniquilada por la vida, es siempre entrañable de contemplar. Fotos de Boyero con Fernando Trueba, imágenes de películas o cortos primitivos donde Boyero actuaba. Retratos de Boyero con el pelo rapado y barba y gafas de sol, de una agresividad casi nazi. El look como de skinhead de Carlos Boyero con 20 años me ha desasosegado mucho.
Fernando Trueba dice cosas muy inteligentes y simpáticas sobre Boyero. Es gracioso saber que su amigo Carlos aspiraba en la vida a “no hacer nada”, y que finalmente lo consiguió. Luego tengo mis dudas sobre varias de las afirmaciones de Trueba. Afirma que Boyero era el que más había leído, y más películas había visto, de todos ellos. Hablamos de tener 20 años, de estar toda la noche de copas y de vivir en los años 70 y 80. No había Netflix, no había Youtube, no había videoclubs. No sé si había siquiera reproductores VHS en los domicilios. A lo mejor Boyero había visto más películas que nadie, o sea, unas 80.
Pienso que ahora mismo cualquiera ha visto más películas que Carlos Boyero, dado que él no se maneja con Internet. Pienso incluso que cualquiera hoy con 20 años ha visto más películas que Boyero a sus veinte años. Sobre los libros que hubiera leído también tengo mis dudas. Se lee mal de resaca, no se lee de juerga, y entre medias creo que sólo hay siestas y desmayos.
En el documental se ven algunos titulares y se escuchan algunas frases de los artículos de Boyero. Esto queda regular. Son sólo insultos. La ristra de citas que locuta Carlos Francino sobre las películas de Almodóvar vistas por Boyero no son más que insultos sin la menor gracia. Luego Antonio Lucas dice que el estilo de Boyero es la frase corta y directa, cuando es exactamente lo contrario. Por eso las citas de insultos no hacen justicia a Boyero. Nuestro crítico es un macarra barroco, es el barroquismo barriobajero lo que caracteriza sus artículos. Basta echar un vistazo a cualquiera de ellos para ver que siempre empiezan con una frase larga sobrecargada de adjetivos y, a su manera, morosa.
Hay algo extraño en El crítico, y lo dije más arriba. Uno tiene la sensación de que no era necesario, no era viable, no era tan importante Carlos Boyero como para hacer un documental. Incluso las polémicas, los manifiestos, las firmas en su contra, la carta de Almodóvar a El País, quedan, vistas ahora, como anécdotas irrelevantes. A nadie le importa una mierda lo que dijo Boyero de una película y, por tanto, importa aún menos lo que dijo otro sobre lo que dijo él. En general, su presencia en la cinta es insustancial, no le escuchamos decir nada inteligente, brillante, radical, nuevo, distinto, denme adjetivos más afilados. Es un señor de 70 años que recibe un homenaje y trata simplemente de pasar el trago como puede. No es un pozo de sabiduría, no le desbordan sus propias ideas, no tiene ocurrencias mientras se le graba. No dice nada.
Así, la sensación un poco triste que he tenido viendo El crítico es que Boyero tuvo la suerte de saber hacer algo y de darnos momentos de entretenimiento inestimables (recuerdo sobre todo el artículo ¡Qué grande es el cine malayo!; en mi trato con sus artículos, fueron los de televisión los que más me estimularon, no tanto los de cine). A partir de ahí, no hay gran cosa. Las grandes películas para Boyero han sido siempre las mismas, y los grandes músicos (debo de haberle leído mil veces el nombre de Van Morrison), y los grandes libros. Básicamente las 80 películas que había visto de joven, y los 45 libros que leyó, y los vinilos de Van le han dado para escribir durante 40 años en contra de todo lo demás. Es gracioso. Pero ya está.
Qué tipo tan lúcido y tan honesto es este Alberto Olmos. Y qué cabreo se ha cogido porque han cortado su intervención en el documental sobre Carlos Boyero. Y qué distinta habría sido su opinión, imagino, si al final le hubieran dejado aparecer en la película. (A todo esto, ¿qué pinta Alberto Olmos en un documental sobre un crítico de cine?)
Así es. Solo recuerdo una ocasión anterior en que Olmos haya cogido un rebote mayor cuando no obtiene el protagonismo que cree merecer. Fue hace años cuando solo quedó finalista del premio Herralde. Y es que el ganador fue Robert Bolaño.
Exacto. Demasiado Boyero. Sobrevalorado. Artículo muy certero.
Le come la envidia….
Y le inunda la ignorancia..¿no había videoclub en los 70 y 80? ¿No habia reproductores de vhs? ¿Solo se pueden ver películas con Internet? ¿No ha oido hablar de salas se cine?
No conozco a Boyero ni a Olmos. A este último es la primera vez que lo leo. Quizás por eso mismo pueda juzgar el artículo sin prejuicios. ¡Qué bien escrito está! Destila su enojo punto por punto y termina ninguneando a ambos autores: Boyero y el del documental para el que fue citado y, luego, ninguneado él mismo.
Precisamente porque antes no había tanta diversidad de estímulos y de actividades de ocio, creo el poco tiempo libre de que se disponía se ocupaba mucho más en la lectura y el cine que ahora. Antes el cine era mucho más barato que ahora y muchísima gente tenía el hábito de ir al cine todos (TODOS) los días. Yo sí creo que Boyero y los de su generación a los 20 vieron más películas que los veinteañeros de ahora, que no ve más que series.
Pues yo, voy a leer a Olmos para poder opinar después si me parece acertado o no el comentario. De momento mi impresión sobre la figura del Sr. Boyero es parecida, sí.