Carlos II, «el hechizado», ha sido el rey más denostado de la historia de España, a la que pasó como un monarca «nefasto» a pesar de que pocos como él demostraron su «entereza y dignidad», dice el autor de novela histórica Juan Pedro Cosano, que atribuye esta «leyenda negra», sobre todo, a su extrema fealdad.
A este injustamente menospreciado rey y a las extrañas circunstancias de la muerte de su primera esposa, María Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV, dedica este escritor su última novela, Nadie podrá quererle como yo (Espasa), en la que expone sus sospechas sobre su envenenamiento.
A los 18 años Carlos II se casó en primeras nupcias con María Luisa de Orleans, que murió diez años después. Fue un matrimonio ordenado por el tío de la novia, el Rey Sol, algo que en principio horrorizó a la joven, pues su destino era casarse con el hombre, posiblemente, «más feo, monstruoso y deforme de Europa», indica el autor.
Pero tras años de matrimonio, María Luisa de Orleans amaba a su marido, un hombre «justo y cabal», aunque no tienen descendencia, señala el autor, que titula su libro con la frase que la reina dirige a su marido en el lecho de muerte.
La presunta infertilidad de la reina había sido la comidilla de la corte («si parís, parís a España, si no parís, a París», decían sobre ella en la época) y la ponen en el punto de mira de las distintas facciones que no dejan de conspirar hasta que cae enferma, haciéndole sospechar que ha sido envenenada.
A su muerte, Carlos II ordena una investigación al dramaturgo y hombre de confianza Francisco Antonio de Bances y Candamo, que es el hilo conductor de la novela, un thriller político que retrata los intereses políticos, nacionales e internacionales, ocultos tras el posible envenenamiento de la reina María Luisa.
Más de 300 años después, la muerte de María Luisa de Orleans sigue rodeada de misterio y no hay pruebas concluyentes de que fuera envenenada, aunque el autor sostiene que conforme ha ido investigando, cada vez tiene más sospechas de que fue así.
En su libro realiza un retrato de Carlos II alejado de los tópicos de la época y perpetuados a lo largo de la historia sobre este monarca al que le llamaban, además de «el Hechizado», «el Desfigurado», «el Triste» o directamente «el Tonto».
Juan Pedro Cosano critica la percepción «nefasta» que se ha tenido de este rey por su aspecto físico y su salud, que reflejaban las consecuencias de siglos de endogamia. Heredó un país arruinado y en plena decadencia y le tocó lidiar con el Rey Sol, pero en su forma de reinar no dio motivos para ser condenado y denostado de esa forma, algo que se debió «a la injusticia de su apariencia física».
Otros reyes lo hicieron peor y no fueron tan maltratados como él, sostiene el escritor, que explica cómo Carlos II impuso medidas fiscales y administrativas que España necesitaba, aunque fueran impopulares, y mantuvo el imperio.
Y, sobre todo, indica Cosano, consciente de su debilidad, supo rodearse de los mejores y de un gobierno «realmente competente», algo que demuestra su dignidad y su humildad, sostiene.
Sobre la muerte de la reina, el novelista considera que interesaba a todos: a los nobles españoles, que veían con preocupación que Carlos II no tuviera descendencia; a Luis XIV, que mantenía derechos dinásticos sobre la corona española, y al emperador alemán Leopoldo, al que le preocupaba tener a la sobrina de su gran enemigo francés en el trono de España.
Carlos II tampoco tuvo descendencia en su segundo matrimonio, con la alemana Mariana de Neoburgo, dando lugar al problema sucesorio que trajo como consecuencia el final de la dinastía de los Austrias españoles.
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