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Carmen Martín Gaite o el acaparar el mundo al asomarse

Carmen Martín Gaite o el acaparar el mundo al asomarse

Pablo Klein, de treinta años, profesor auxiliar de alemán en el Instituto de Enseñanza Media de cierta capital de provincia, es el protagonista de Entre visillos, de Carmen Martín Gaite. Él es la figura que contrapuntará toda acción y omisión de la novela. Un ser llegado de fuera que, familiarizado con un espacio en el que pasó tiempo de niño, observa de lejos a unos habitantes a los que apenas comprende. Y si comprende, no comparte. Así, con la extrañeza continua y el constante cuestionar de este hombre, la autora subraya el comportamiento de los que viven en una ciudad lo bastante pequeña para que aún resulte homogénea, lo bastante grande para que empiece a asomar la diversidad. Una diversidad que extraña. Klein es la fuga a la que recurre la autora para no verse encerrada en la banalidad de las mentes no de provincias, provincianas. Un hombre que durante sus paseos, mirando las ventanas, se imagina “la vida estancada y caliente” que se cuece, son palabras de Martín Gaite, en los interiores. Klein observa, interpreta y juzga. No es arriesgado sostener en este caso (no siempre ocurre, ya saben) que la postura del protagonista coincide con la de la firma.

Al leer hoy Entre visillos, una no necesita a un Pablo Klein que haga notar la evidente hipocresía del personal, la carencia de amplitud de miras incluso entre los mejores pero, aquí está el quid de la cuestión, un Pablo Klein pudo ser imprescindible para concretar un mensaje no tan obvio a finales de los años 50, esa época de iluminación gris en la que se publicó esta novela. Un tiempo, una sociedad, en la que una muchacha de dieciséis años dejaba de ir al Instituto porque ese ambiente, a su novio, no le gustaba. Una España de misa y mantilla, y en provincias la mantilla duró mucho más tiempo rígida. Una España en la que la crítica más descarnada, el señalar más duro, la denuncia y la exigencia de una actitud determinada podía acabar con el muy cínico: “Aunque nada más fuera por el qué dirán”. Un drama. Un infierno para todos, para las mujeres más. Una mirada masculina protagonista debió ayudar, seguro, a que en una España aún más machista algunos críticos se parasen a valorar la asfixia, la sumisión y la arbitrariedad en el juicio a la que estaban sometidas las muchachas de entonces y de allá, en su mayoría convertidas en la literatura y en la realidad en mujeres infelices, capadas, capaces de convertirse en el peor guardián de las mujeres mismas. Una tragedia que aún se vive, no nos demos tampoco por liberadas.

"En Entre visillos hay un novio, uno, enamoradísimo de una mujer a la que no sabe entender, cierto es, pero que se muestra sinceramente preocupado por su carrera y por los nuevos discursos, dice, sobre libertad femenina y su oportunidad de proyección social."

Sigue espeluznantemente vivo, por utilizar un ejemplo de la novela, ese expreso deseo intergeneracional de echarse un novio o un yerno aspirante a notarías o similar (médico, director de banco, qué más da).

Una cristalina descripción de voluntades la de Martín Gaite, que no se lo inventaba, siendo ella misma hija de notario en Salamanca que, con el tiempo, consiguió despacho en la capital. Una niña bien puesta a diseccionar con criterio adelantado a su tiempo la pereza de vida que podría habérsele venido encima si llega a caer en una casa de mente cerrada a cal y canto. Afortunadamente no fue su caso. Su familia la educó los primeros años con profesores particulares para evitar los colegios religiosos en los que se empeñaban, Iglesia y Estado, en convertir a las mujeres en señoritas finas y ángeles del hogar.

En Entre visillos hay un novio, uno, enamoradísimo de una mujer a la que no sabe entender, cierto es, pero que se muestra sinceramente preocupado por su carrera y por los nuevos discursos, dice, sobre libertad femenina y su oportunidad de proyección social. De nuevo un hombre agita una visión del mundo extraña a aquella gente típica de capital de provincia, donde en las casas cuelgan barómetros en la pared bajo una imagen en porcelana del Cristo del Gran Poder. Donde se siguen lutos marcados, se cierran las contraventanas y se respira a voluntad un aire viciado, viciadísimo, para que las visitas noten que en esa casa se está penando… aunque sólo sea por el qué dirán.

"Entre visillos es la primera novela larga de Carmen Martín Gaite y fue premiada con el premio Nadal en el año 57. Escritora de ficción y ensayos, Martín Gaite es una figura principal en la literatura española del siglo XX."

Hasta la cantante del casino, buena para divertirles pero indigna de unirse al grupo, bascula entre el orgullo y la vergüenza y se confiesa loca por encontrar un buen hombre con el que echar raíces, “raíces para toda la vida, y de cantar mambos, ni esto”. La postura de esta animadora, la única mujer que muestra cierta autonomía y madurez emocional en esta historia, deja un amargo sabor de boca. Pero resulta creíble. Y, en todo caso, es la santa voluntad de la autora.

Entre visillos es la primera novela larga de Carmen Martín Gaite y fue premiada con el premio Nadal en el año 57. Escritora de ficción y ensayos, Martín Gaite es una figura principal en la literatura española del siglo XX. Fue la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Narrativa. Después llegaron, entre otros, el Príncipe de Asturias y el Nacional de las letras.

Lo de los premios lo digo solo porque aquí, como en todas partes, si no se dice parece que no están. Y en Martín Gaite están. Aunque sólo como pálido reflejo de una narrativa exquisita y una visión de España tan honda que, miedo no, pero algún escalofrío da.

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Autor: Carmen Martín Gaite. Título: Entre visillos. Editorial: Destino. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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