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Carolina Sanín: el grandísimo dolor alrededor del sol

Carolina Sanín: el grandísimo dolor alrededor del sol

El sol, estrella improbable, quién sabe si de la mañana, en cuyos arenales todo arde y despierta a la vez. Cualquier alegoría que pretenda humanizarlo, que busque en su anatomía una explicación a las derrotas terrenales, es un acto de rendición, la prueba que demuestra cómo el ser humano fenece dentro de lo oscuro con encendida insistencia, lejos de aquellos albures que no intuyen el grosor de la niebla y penden sobre la atmósfera para revelarnos lo improbable. El sol, siempre apto para detectar zonas catastróficas y las partes vivas que lograron no morir durante la noche, decide ahora ser remedio y a la vez incógnita de todo. La pregunta que debe formularse el escritor es cómo acercarse a él sin convertirlo en una zona común; cuál es el medio más efectivo para desgranar su poder sin renunciar a las estaciones identitarias que nos proporciona la tragedia; de qué modo puede el ser humano renacer a orillas del sol sin renunciar a morir del todo.

Fue Virgilio, con sus Geórgicas, uno de los primeros autores en explorar las propiedades emocionales del sol. Más allá de iluminar la tierra, la gran estrella simboliza la claridad que todos necesitamos para sortear las incertidumbres de la vida, para aventurarnos en nuevos ciclos que deshojan el azar y exponen al agricultor, al caminante o al ciudadano que decide observar (y observarse) en medio de la naturaleza, sus múltiples variaciones. Se trata de anular el ayer para enfrentar la construcción de un futuro en el que lo improbable puede ser fuente de luz. Como bien dice en el Libro II de su obra (versos 489-492):

“Feliz aquel que ha podido conocer las causas de las cosas, y ha pisoteado todos los temores, el inexorable destino, el estruendo del Aqueronte devorador”.

"Solo el ensayo y la prosa poética permiten desentrañar aquellas zonas no seguras donde la verdad, siempre inquieta y subjetiva, afianza sus raíces"

En ocasiones, la felicidad, lejos de ser un estado de ánimo, se convierte en la única razón para emprender una búsqueda infatigable por los canales de la inconformidad. Con un estilo conversacional e íntimo, Michel de Montaigne hizo públicas en sus ensayos las dudas y contradicciones que marcaron su periplo vital. En un ejercicio a veces circular de la disidencia intelectual, haciendo de lo privado el origen de sus reflexiones, casi siempre abiertas y arriesgadas, el escritor francés demostró que, en la ausencia de conocimiento y en el deseo de esclarecer y no mutilar su atávica oscuridad, residía la salvación. Lejos de la autoridad y el conocimiento indiscutible, su compromiso inmersivo con la debilidad solo fue posible gracias al género del ensayo y a la amplitud formal con que lo concibió. La misma que asumió la escritora franco-argelina Hélène Cixous, para quien la creación es un acto de renacimiento y renovación. En su obra Venus partida en dos, la autora reconoce:

«Escribo para encontrarme, para descubrir los paisajes ocultos de mi ser, para atravesar las fronteras que me han sido impuestas».

Es su escritura fragmentaria y metafórica, donde las palabras se convierten en signos cuya dimensión revela significados profundos, el único mecanismo para analizar las insondables curvaturas de la existencia.

Solo el ensayo y la prosa poética permiten desentrañar aquellas zonas no seguras donde la verdad, siempre inquieta y subjetiva, afianza sus raíces. Y es en este contexto, en este ejercicio de sinceridad verbal, donde la autora colombiana Carolina Sanín da un paso más, quizá definitivo, en la creación de un espacio donde lo abstracto y cotidiano, lo poético y la experiencia cohabitan sin otra textura que la fusión.

"Si el sol es una metáfora, una imagen poderosa que aúna nuestra existencia, el único modo de abordarlo, reflexionar sobre él, es la poesía"

El Sol (Random House, 2024) constituye un ejercicio ensayístico muy particular y extraordinario cuyo objetivo es adentrarse en el sol como fenómeno alimenticio como espejo en el que observar la excitación y la mansedumbre, el rechazo y un deseo profundo por adentrarse en lo exterior, en los resquicios que guardan un espacio homónimo para quienes se saben extranjeros, para los muchos que no saben interpretarse dentro de la vastedad. La maternidad, el amor concebido como un ejercicio de egoísmo y disolución, los espacios de dolor grandísimos, inabarcables y a la vez perennes, anhelar un territorio temporal en el que toda noche sea un preludio, quizá definitivo, ambiguo y siempre perenne. Lo complejo, la renovación como un ejercicio de profundidad y ceguera, es un reflejo del sol, de sus haces compulsivos tan llenos de alimento y dolor, de sus múltiples insurrecciones cuando el sueño se extiende de forma arbitraria.

Si el sol es una metáfora, una imagen poderosa que aúna nuestra existencia, el único modo de abordarlo, reflexionar sobre él, es la poesía, la imagen que rehúye lo mundano, el uso de la introspección como remedio y cauce. El estilo de Carolina Sanín huye del sencillismo, pero no se excede en el artificio y menos aún permite que el lector responda al desafío emocional sin el rubor necesario de quien se adentra en una zona común, a veces catastrófica y siempre interrogante. Ensayo y poesía, fragmentación y un discurso de proximidad que nos permite elegir una construcción paralela, tan alta como las debilidades confesas de Montaigne, magistral como esta obra, El Sol, que es voraz y desde ya imprescindible.

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Autora: Carolina Sanín. Título: El Sol. Editorial: Random House. Venta: Todostuslibros.

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