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Caroline Darian: «No les corresponde a las víctimas llevar la carga de la vergüenza»

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Caroline Darian: «No les corresponde a las víctimas llevar la carga de la vergüenza»

La escritura y el activismo contra la sumisión química han sido los asideros de Caroline Darian para afrontar «el cataclismo absoluto» que ha supuesto el juicio a su padre, Dominique Pelicot, condenado a 20 años por haber drogado y violado a su mujer durante una década y haberla entregado a otros hombres, a los que grababa.

Darian ha presentado este lunes en rueda de prensa telemática su libro Y dejé de llamarte papá (Seix Barral), en el que expone su proceso de duelo, y ha hecho hincapié en que «no les corresponde a las víctimas llevar la carga de la vergüenza».

La decisión de su madre, Gisèle Pelicot, de celebrar un juicio con puertas abiertas, hizo del caso un acontecimiento que convulsionó a la sociedad más allá de las fronteras francesas y convirtió en lema la frase «que la vergüenza cambie de bando», que Darian utiliza también en su libro. «Es una fórmula que interpela a las victimas de violencia sexual que tienen miedo de afrontar la situación de tener que decir las cosas», señaló. A ella la frase le vino a la mente poco después de descubrir los hechos, el 2 de noviembre de 2020, cuando su madre la llamó por teléfono para contarle que su padre había sido detenido.

Durante la investigación descubrió que ella también pudo haber sido víctima, aunque este hecho no quedó demostrado en el juicio y Darian descarta abrir otro proceso, dado que no hay más pruebas que las fotografías de ella semidesnuda y aparentemente drogada que se aportaron en el juicio que concluyó en diciembre pasado. «Soy la hija de uno de los mayores depredadores sexuales de los últimos años, vivo desde dentro la vergüenza de llevar el ADN del apellido Pelicot, soy hija del verdugo y de la víctima al mismo tiempo, yo siento la vergüenza, sobre todo, de ser la hija de Dominique», ha subrayado.

A pesar de lo doloroso que ha sido el juicio, en el que también fueron condenados, aunque a penas menores, sus 50 cómplices, Darian no se arrepiente de haber dejado pasar a las cámaras porque «permitió mostrar a la sociedad lo que sucede cuando una víctima denuncia. Es un proceso muy violento para ellas, tener que demostrar constantemente que son víctimas de las agresiones. El sistema debe avanzar, no se puede admitir todo, hemos visto cómo los acusados y abogados se parapetaban y tenían un tono violento que no es aceptable». En ese sentido ha considerado necesario que mejore el apoyo a las víctimas desde que salen de la comisaría de poner una denuncia y especialmente que mejore la atención médica y la formación específica para casos de sumisión química.

Sin embargo Darian no está satisfecha del todo con la sentencia en lo que se refiere a los cómplices, a los que su padre contactaba a través de internet para que abusaran de su esposa mientras él lo grababa, todos ellos condenados a penas por debajo de lo que pedía la fiscalía.


En el libro, la autora narra el descubrimiento devastador de que su propio padre sea «un monstruo» y cómo trata de gestionar la mezcla de rabia, vergüenza y empatía que siente por él, a la vez que comparte la extraordinaria historia de su madre y cómo consiguió salir adelante. «Lo que siento en estos momentos hacia Dominique es que menudo desperdicio de vida, dar rienda suelta a la perversión absoluta cuando tenía una familia que lo respetaba y amaba«, aseguró a los periodistas españoles. «Él ha escogido su camino, no es el mío, cada uno tiene que ser capaz de elegir. Un padre criminal no nos hace criminales. Durante mucho tiempo me he cuestionado si el crimen era algo genético, pero creo que no, es una opción deliberada de cada persona y era importante para mí despojarme de esa dimensión criminal de mi padre».

También le ha ayudado investigar otros casos y crear la fundación #Mendors pas, stop a la soumission chimique (#Nomeduermas, stop a la sumisión química) desde la que lucha para mejorar el apoyo integral a las víctimas y por la formación del personal implicado. «La sumisión química está más extendida de lo que creemos. Hace unos años pensábamos que era algo que solo sucedía en salidas nocturnas, discotecas y momentos festivos, pero no es así».

El caso salió a la luz en septiembre de 2020 cuando Dominique Pélicot fue detenido por los vigilantes de un supermercado de la ciudad de Carpentras, en el sur de Francia, por haber filmado bajo la falda de varias mujeres. Cuando los policías fueron a analizar su material informático se toparon con miles de fotos y vídeos en los que aparecía su mujer inconsciente y se veían los abusos a los que había sido sometida.

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