Muy estimado Antonio Muñoz Molina:
Creo que el primer libro que leí de los tuyos fue El jinete polaco. Recuerdo muy bien cuando compré en La Casa del Libro de la Gran Vía de Madrid esta novela. Ahora, tirando del hilo de la memoria, recuerdo también que leí una crítica del libro en el Abc Cultural. Ahora mismo no recuerdo quién la firmaba, pero creo recordar que era un crítico muy importante.
El jinete polaco ganó el Premio Planeta en 1991. El Planeta es un premio muy comercial, aunque últimamente yo estoy comprando y revisando muchos premios Planeta y finalistas y me estoy encontrando con libros sumamente interesantes. Pero El jinete polaco no sólo ganó el Planeta. También ganó el Premio Nacional de Narrativa, que yo ya sabía entonces que busca libros muy escogidos. O suele hacerlo.
El jinete polaco es una gran novela. Me acuerdo que me pareció un gran libro cuando lo leí, y recuerdo haberlo leído sin gran esfuerzo, pese a que tiene más de quinientas páginas, cerca de seiscientas si no recuerdo mal.
En esta época compré los cuentos de Nada del otro mundo, publicados por Espasa Calpe. Tengo buen recuerdo de este libro. Autores como Borges y Bioy Casares me hicieron aficionado al género de los cuentos, como lector y como escritor. A Bioy, por cierto, lo citas en el prólogo de Nada del otro mundo. Citas su novela El sueño de los héroes, que también leí en su momento. Ese libro me lo firmó de su puño y letra el mismo Bioy en Madrid cuando vino a recoger su premio Cervantes. A veces, leyéndote pienso en Bioy y en este libro, como una reminiscencia lejana, pero muy positiva.
Ya en la Facultad, asistí a la presentación de Ardor guerrero, publicado por Alfaguara. Si no recuerdo mal lo presentaste con Juan Cruz. En esa época asistí en la Facultad a presentaciones de José Saramago, Luis Mateo Díez, Juan Madrid, Mario Vargas Llosa, la tuya… Fue un privilegio. Recuerdo aquella época de la Facultad como un tiempo de felicidad, un tiempo que paradójicamente no fue nada fácil para mí. ¿Pero cuál lo es al final? En esa época yo leí mucho y escribí mucho, que es lo que quería hacer en la carrera. También estudié mucho. Tuve la fortuna de conocer a grandes profesores que me dieron clase, y a grandes escritores que visitaban la Facultad, como José María Merino, Manuel Vicent, Almudena Grandes, Luis García Montero, Francisco Umbral, Raúl del Pozo, y muchos más. Sí, acerté con la carrera.
La imagen que tengo de ti es la de un gran escritor, de los indiscutibles, digamos, de los últimos treinta años, o algo más, por ejemplo desde El invierno en Lisboa, libro por cierto que recuerdo haber comprado en el Paseo Recoletos, en la calle, de segunda mano, la 28ª edición, nada menos, lo que da idea de lo que se difundió esa novela, Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa.
Tengo más libros tuyos, como Plenilunio, o Ventanas de Manhattan, que acabo de comprar estoy leyendo ahora. Me está gustando mucho. Yo también visité Nueva York, y reconozco perfectamente lo que dices sobre la ciudad. Es una ciudad fascinante, de una riqueza compleja y laberíntica.
Ventanas de Nueva York está muy bien escrito, escrito desde dentro de la gran ciudad, con gran intensidad. Me parece que es otro de tus grandes libros.
Sé que vives muy cerca de mi casa. Lo sé porque te he visto muchas veces en la calle. Un día yo salía a correr por el Retiro y te encontré. Me atreví a hablar contigo. Estuviste muy amable. Te dije que yo era también escritor (mucho menos importante que tú, por supuesto), y en seguida te interesaste por lo que escribía. Te conté los géneros que cultivaba: “Escribo novelas, ensayos, biografías, artículos…” Me acuerdo que me dijiste que ya nos conocíamos y que nos podíamos saludar la próxima vez que nos viéramos. Pero lo cierto es que te he visto otras veces y siempre me ha dado vergüenza pararte, más que nada por no molestarte. Pero no hay problema, ya hablaremos, seguro. Ahora que te he escrito esta carta creo que te pararé la próxima vez que te vea.
Para escribirte he vuelto un poco a lo que ya había leído tuyo, y me he puesto también con cosas nuevas, nuevas para mí, como ese libro tan interesante de Ventanas de Manhattan.
También me he asomado a Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne, que sé que es un libro que te gusta mucho desde la infancia. Dices que Julio Verne te parece un gran escritor. A mí también. Yo he leído muchos libros suyos, y le escribí otra de mis cartas no hace no mucho. Es un escritor inmortal, para entendernos.
Tu novela Sefarad, de la que me ha hablado muy bien mi compañero el profesor Daniel M. Sáez Rivera, que es un lector profundo y entusiasta, muy selecto, la compré en El Desván del Libro hace unos años. Me apetece mucho leer este libro, pero creo que necesito un momento adecuado para ello.
La tuya es una prosa muy elaborada, de frase larga. Practicas mucho la introspección. Te metes mucho en la mente de los personajes, en su pasado. No te debe de costar mucho escribir, y te debe de gustar mucho, porque tienes una obra numerosa con bastantes libros de gran extensión. El que es feliz haciendo libros y artículos, escribiendo en general, sólo busca la ocasión de hacerlo. Me parece que esto se complementa muy bien con leer, incluso con ver películas, porque el cine es una nueva narrativa, muy potente, a la que la literatura siempre le ha proporcionado muchas historias para contar. Yo he llegado a la conclusión de que el cine y la literatura, en nuestro tiempo, se alimentan mutuamente: son una suerte de vasos comunicantes.
Creo que una salida muy buena para el escritor es el cine, para escribirlo o para comentarlo, por su habilidad para contar, pero también por su cultura. Me parece que puede ser un complemento para el trabajo del novelista. Conozco bastantes escritores que colaboran con el cine de una manera u otra, y mi impresión es que les va muy bien haciéndolo. Debo decir que para mí es un placer ver películas, sobre todo algunas. Creo que soy más exigente con los libros que con las películas. Quizá entiendo el cine como algo más lúdico que la literatura, todavía más, y lo utilizo sobre todo para descansar. Aunque aprenda mucho de él.
¿Cuál es tu libro favorito, si tienes alguno? De los tuyos y de los ajenos. O favoritos. ¿Por qué esos en concreto? Me gustaría preguntarte esto, algo tan sencillo. También me gustaría preguntarte si te cuesta mucho meterte en cada proyecto y luego escribir el libro.
Estoy viendo una conferencia muy interesante que diste hace unos meses en la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla. Allí decías, por ejemplo, que tu paso por la Universidad no había sido muy positivo. Yo en eso, como te decía antes, sí que tuve suerte, porque estudié lo que quise, Filología Hispánica, y en general, disfruté de buenos profesores y de muy interesantes materias.
También hablabas en esa conferencia de tus clases en las universidades norteamericanas, y por lo que dices me hubiera encantado tenerte como profesor. Dijiste en la conferencia que ponías a leer a los alumnos, y que te llamó la atención porque muchos de ellos no entendían que la literatura era algo para disfrutar, algo que les podía gustar.
Tienes mucha fama también como articulista. Acabo de leer, o releer, un artículo tuyo que tenía guardado entre las páginas de El dueño del secreto, tu novela corta editada y regalada por FNAC. Se titula “La aritmética de la libertad”. Ese artículo estaba publicado por El País Semanal, hace muchos años. Me ha gustado mucho, está muy bien escrito, muy bien desarrollado el tema. Me ha hecho pensar: trata de nuestro derecho al voto, de lo que ha tenido que realizarse en la Historia, y en la Historia de España, para que todos, hombres y mujeres, podamos votar. Es un texto con trascendencia.
Se ve que te gusta mucho lo que haces. Eso es innegable. Más que gustarte se percibe que te apasiona. Pero en esto ya resultan elocuentes tus libros. Tu obra habla por sí sola; es la mejor exponente de esa pasión, por su cantidad y por su calidad, dando además valiosos y muy reconocidos frutos.
Entrañable carta, me ga gustado mucho. Yo también he leído mucho a Muñoz Molina y me parece un escritor muy notable. Por un momento, mientras leía tu carta, he pensado en la carta que Molina escribió en su día Juan Marsé. He visto algún punto de contacto entre ambas. Enhorabuena por tu carta. Es muy buena. Saludos cordiales.
Vaya, y yo que intenté cuatro veces leer El invierno en Lisboa, hasta que lo dejé por imposible y lo vendí en una librería de viejo, ya que aquello me pareció una especie de Graham Greene del pobre con una trama sin el más mínimo interés, unos personajes tópicos de comportamientos previsibles y nombres estúpidos (Floro Bloom y Santiago Biralbo se llamaban dos de ellos, si mal no recuerdo), un estilo pomposo, ridículo y pretendidamente evocador, y un tono supuestamente melancólico y totalmente impostado: una obra maestra de la literatura, vamos. Lo que me sorprende hoy es que hace años leí varias novelas del insigne escritor: Beltenebros y El guardian del secreto no me parecieron tan malas como la otra, aunque sí muy mediocres, otra cuyo título no recuerdo la dejé después de haber leído diez páginas porque buscaba un tono humorístico a lo Eduardo Mendoza que producía vergüenza ajena (hasta sus admiradores reconocerán que Muñoz Molina no está dotado para el humor), y sobre Ventanas de Manhattan mejor correr un tupido (y piadoso) velo. De esta última leí una crítica, que sería interesante recuperar, en el blog Lector malherido, donde Alberto Olmos, con acierto y agudeza, la ponía de vuelta y media (¿era ahí donde decía que Muñoz Molina parecía un intento de Javier Marías pero escribiendo mal?). De los artículos para El País que perpetra de vez en cuando el genio de Úbeda, son llamativos el empalagoso tono relamido cuando escribe sobre literatura y los intentos de nadar y guardar la ropa cuando decide pontificar sobre política. Si a eso sumamos que allá por los años noventa lo vi en un coloquio del programa de Garci, tras la proyección de Bienvenido, Mister Marshall, en el que, imagino que impactado por la impresión que le había producido la película, interrumpía a sus contertulios y se comportaba como nunca debe uno comportarse en una charla de ese tipo, considero, al contrario de lo que opina el autor de la carta, que Antonio Muñoz Molina es uno de los bluffs más evidentes del mundillo literario español de los últimos cuarenta años.
Un escritor absolutamente sobrevalorado porque supo arrimarse a la izquierda de El País. Intenté leer alguna cosa que apenas recuerdo antes de Ardor guerrero, donde ya dije: escribe tan feo como es su cara. Casualmente, yo le seguí los pasos unos meses más tarde de pasar por el CIR de Vitoria y luego ser destinado a Burgos, creo. Yo acabé en Bilbao, que para todo hay clases. Su descripción de lo que vivió era tan superficial y estúpida que me alegré de habrer pillado el libro de una bibilioteca y no haberme gastado mis dineros. Para mí, como siempre fue un enchufado, estuvo unos días por allí y luego volvió con su mami. Después, he intentado leer algún artículo (en Lo País) y no puedo con el tipo. Todo es tan monótono como su voz que nunca dmodula. Y es que es muy feo, leñe. Con tanta guita cualquiera se puede hacer un chapa y pintura. Salvo él, que ya tiene su Lindo. Y lo de la carta de amor del señor escribidor se parece a alguna epístola de nuestro amado líder. En fin.
Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio no lo vayas a decir. Que compendio de chorradas una detrás de otra. Si no te gusta, pues vale, pero aquí veo que hay inquina por algo tuyo, no de Muñoz Molina. En fin, espero que no tenga que leer este comentario tuyo.
Puestos a decir cosas obvias, pues lo que tú has escrito es un mojón. Y me quedo tan feliz, oye.
¿Y éste de dónde sale? Se ve que pasaba por aquí, leyó de un tirón artículo y comentarios y se le saltaron todas las alarmas.
Me ha sorprendido el currículum del autor de la carta. Hasta que lo he visto, me había parecido escrita por un adolescente.
Totalmente de acuerdo con lo leído. Antonio Muñoz Molina es un autor indispensable. Para mí «Todo lo que era sólido» es un título imprescindible. Sin olvidar otros títulos. Gran artículo ensalzando su figura.
Tono reverencial, subordinado.
Aunque no todos, de los cuatro o cinco libros de M. Molina que he leído, me han resultado interesantes, entre ellos hay uno que he releído al menos cinco veces al completo, y los últimos capitulos, de esos, he perdido la cuenta. El libro es La noche de los tiempos, y para mí se trata de una obra genial. Cada vez que lo releía me levantaba emociones más fuertes, sabía qué ocurriría, pero el cuerpo ya se me preparaba para algo intenso. Ahora mismo, sólo recordarlo me emociona.
Así pues, volveré a abrirlo de nuevo este otoño, probablemente.