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Carta a Felipe II

Respetado rey Felipe II:

Hace unos días, ya bastantes días, visité el monasterio de El Escorial, que, aparte de muchas otras cosas, fue vuestra morada durante mucho tiempo, y que lo sigue siendo, pues ahora vuestros restos mortales descansan allí, en un magnífico panteón que vos esbozasteis, y que vuestros sucesores Felipe III y Felipe IV, según he podido saber, culminaron. “He hecho una habitación para Dios”, dijisteis, si no me falla la memoria, no sé si para referiros a El Escorial en general o al panteón en particular, pero también podrían ser las dos cosas, porque la primera función de El Escorial fue la de panteón. El primer motivo para levantarlo fue el de servir de panteón para vuestros antecesores y sucesores.

He visitado El Escorial bastantes veces a lo largo de mi vida. Recuerdo la primera visita que hice de niño, con el colegio, y cómo me impresionó (especialmente el panteón, ahora que recuerdo y reflexiono). Lo cierto es que siempre me impresiona. Es como un gran libro abierto, muy grande, a decir verdad —enorme—, un códice, un magnífico clásico, que siempre me dice cosas nuevas, profundas, sabias. La verdad es que pienso, Señor (así os llamaban, porque sustituisteis el “Majestad” por el “Señor”), don Felipe, que erais un sabio, un sabio que conocía bien muchas materias, que las admiraba y amaba, y que las cultivó en El Escorial.

"En vida sufristeis una fuerte campaña de desprestigio, pero yo sé bien que no fuisteis así. No quisisteis que os hicieran una biografía para huir de los halagos"

En vida sufristeis una fuerte campaña de desprestigio, pero yo sé bien que no fuisteis así. No quisisteis que os hicieran una biografía para huir de los halagos, pero por ello, quizá, tuvisteis que sufrir que os la hicieran vuestros enemigos en el extranjero. Y también tuvisteis la mala suerte de que los más enconados en los Países Bajos dominaban y controlaban la imprenta, con lo cual se originó la Leyenda Negra contra vos y contra España, Leyenda Negra que ha llegado lamentablemente hasta nosotros, hasta nuestros días.

Siempre os imagino en el Monasterio, y siempre os imagino caminando por sus recovecos, vestido de negro, ya mayor, serio, pero no tanto como habéis pasado a la posteridad. ¿Por qué siempre o casi siempre se os representó de negro? Sencillamente porque siempre estuvisteis enterrando a seres queridos, a vuestro padre, antes a vuestra madre, a esposas, a don Juan de Austria, vuestro hermano, a vuestro hijo Carlos… A tantos. Dice John H. Elliott, gran hispanista, en La España imperial, que vuestra vida fue un continuo cortejo fúnebre. Esto me impactó leerlo, aunque en el fondo ya lo sabía.

Vivisteis 71 años, que para la época debía de ser mucho, aunque llegasteis al final muy perjudicado por la gota, como vuestro padre, y por otros males. Cuando pienso en vos, y en otros personajes (también en don Juan de Austria), pienso que la vida es dura, muy dura, para todos los seres humanos, no sólo la gente humilde o normal, sino también para los reyes, los héroes, los presidentes… La fortuna golpea, y favorece, a todos. Supongo que a unos más que a otros, y a unos menos que a otros. Eso es verdad.

España estaba en la ruina. Ya lo estaba en la época de vuestro padre. Llama la atención que cuando nuestro país más brilló la economía iba fatal, y vos tuvisteis varias bancarrotas. Ya le pedíais a vuestro padre, en las cartas que le escribíais cuando erais regente, que dejara de guerrear y que atendiera a la salud económica de España, pues este país, creo recordar que le decíais, no era tan rico, por ejemplo, como Francia.

Y sin embargo hubo dinero, de sobra, al parecer, para alzar El Escorial. El Monasterio debió de ser vuestra gran afición, por decirlo de algún modo, vuestro hobby, porque encerró lo que más queríais: queridos cuadros, amados libros, veneradas reliquias… y los restos de vuestra familia. El Escorial debió de ser vuestra felicidad, y se construyó en un tiempo récord, en unas pocas décadas. No sólo fue una “habitación” para Dios, sino también para vos, un auténtico hogar, y de algún modo para la sensibilidad de los que lo visitaran en el futuro. Visitar la basílica, por ejemplo, la biblioteca, el patio de los Reyes, etc. es tele-transportarse a otra época, y el niño que escribe esto, como muchos otros niños de otras épocas, y no tan niños, pueden aprender mucho y sentir mucho de la visita a este hogar vuestro, hogar de la Historia también.

"Casi se puede decir que el mundo entero pasó por allí, por vuestras manos, y que ese mundo estaba convertido en papeles"

Como os decía, visité hace poco el Monasterio, que se aparece grandioso, alto, sólido, con una poderosa aura de misterio… Llegué a la conclusión de que no sólo vuestra época vivía en él, la monarquía española, como se llamaba entonces, sino que vos mismo permanecíais muy vivo entre sus muros, rezando en la iglesia, trabajando en vuestro despacho o consultando un códice en la biblioteca. Casi se puede decir que el mundo entero pasó por allí, por vuestras manos, y que ese mundo, convertido en papeles —el «rey papelero» se os ha llamado, el «rey funcionario» también—, fue gestionado de la mejor manera posible por los medios de la época, que hoy nos parecen muy escasos, pero que tal vez en su momento no lo eran tanto, pues el Estado español tenía una organización muy compleja.

Sí, os veo caminando eternamente por los pasillos del monasterio, o sufriendo la gota en la silla especial que os construyeron para ello. Hay que destacar que os reservasteis unos aposentos bien reducidos, bien modestos. Cuando lo visité hace unas semanas no pude evitar decir: “¡Con lo grande que es esto, y qué pequeño espacio se reservó para él!”. Recuerdo también cómo el catedrático y escritor Agustín Sánchez Vidal, que tiene una novela muy buena relacionada contigo y con El Escorial, La llave maestra, decía que le maravillaba, cada vez que visitaba el Monasterio, cómo podíais gobernar el mundo desde aquel “despachito”. A mí también me maravilla.

Vuestro padre fue vuestro gran modelo, o uno de los más grandes, cuando yo creo que os parecíais tan poco. Parece ser que vuestro hermano don Juan de Austria se parecía mucho más a él, porque le gustaba la guerra y era ducho en ella. Vos tenéis varios retratos con armadura, pero en la guerra no la utilizasteis mucho. En seguida aparecen cuadros vestido de civil, que es como os debía de gustar ser representado. Como lo que erais. Pero también erais el rey, y se os ha comparado mucho con Salomón.

"Sin duda cometisteis errores, como todos los seres humanos, pero creo que son muchos más, y mucho mayores, vuestros aciertos"

No sé cómo era Salomón, pero tiene fama de muy sabio, y ya he dicho que para mí vos lo erais. Se os ha llamado “el Prudente”, y los historiadores dicen que erais muy reflexivo, que tardabais mucho en tomar una decisión, tal vez demasiado. No lo sé. Cervantes decía que éramos hijos de nuestras obras, y desde luego vos, gran aficionado a la lectura, que se cree que pintasteis algún cuadro en vuestra juventud… tenéis obras de sabio, a mi modo de ver: El Escorial, sus cuadros, sus libros, vuestro espíritu entre estas piedras…

No me quiero extender mucho, Señor. Podría seguir escribiendo tiempo y tiempo, porque tengo mucho que decir en relación a vos, y mucho que deciros, pero no hay que ser impaciente, como muy bien sabíais. “Sosegaos”, les decíais a vuestras visitas, en las audiencias, porque muchos mostraban nerviosismo de estar en presencia del rey. Es posible que yo lo tenga también, en esta presencia virtual que es el papel, que es una carta, por eso debo cerrar esta misiva. Sin duda cometisteis errores, como todos los seres humanos, pero creo que son muchos más, y mucho mayores, vuestros aciertos. Considero que en general no fuisteis como nos han contado. Decíais que la verdad prevalecería, que la verdad brillaría, pero es muy posible que esto no sea suficiente. También a la verdad, como al bien y a los buenos, hay que ayudarla.

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