Admirado Joaquín Sabina:
Escucho tus canciones estos días, una vez más. Es un gran placer. Es como repasar la propia vida. Vuelvo, también una vez más, a los libros que tengo sobre ti, el de Menéndez Flores, Joaquín Sabina: Perdonen la tristeza, y el de Julio Valdeón, Sabina: Sol y sombra. Me gustan mucho los dos; quizá sean complementarios.
A veces pienso, al pensar sobre ti y lo que aprendo gracias a estos estupendos libros, si no sería mejor no saber nada y enfrentarme a cuerpo limpio con tus creaciones. Pero luego reconozco que me gusta saber de ti, de las circunstancias de tu vida, de las entretelas de tus canciones, y también sobre tus amigos, sobre tus días.
Sin embargo es cierto que a mí me gustaron, me impactaron, tus canciones nada más escucharlas por primera vez en un walkman, cuando me lo prestó en clase de dibujo un compañero, Daniel Cortina, cuando teníamos 16 años, calculo, quizá 17, quizá menos. Ése fue el principio, que recuerde ahora. Poco a poco, fueron llegando el resto de tus canciones a mi vida, acompañándome, como ya escribí una vez en Zenda, en los buenos momentos y en los no tan buenos, señal, a mi entender, de la gran literatura, acaso de la literatura en general. Quizá del arte, porque con el cine también pasa.
Pues sí, no te conozco personalmente y sin embargo tengo la sensación de conocerte, de conocerte mucho, por todo lo que he escuchado de tu música sobre todo. Y sí, me gustaría conocerte de verdad, cara a cara, hablar contigo, pero soy consciente de que a lo mejor lo estropeo, y pienso que es mejor dejarlo, no intentarlo, ni siquiera intentarlo, aunque supongo que no debe ser fácil conocerte. Mejor así.
Pero me gustaría darte la enhorabuena por tu música, sobre todo por tus canciones, y por ese amor por la literatura que sé que tienes. Cada vez te considero más escritor, pero cada vez pienso que eso importa menos, mucho menos. Una vez le oí decir a Raúl del Pozo que teníamos la literatura mitificada, el ser escritores, y creo que tenía razón. Tampoco es tan importante el ser escritor, como me dijo en otra ocasión Alberto Vázquez-Figueroa —que se considera más bien un contador de historias—, tampoco es tan grande, seguramente, si bien nuestra vocación nos indique lo contrario. Además, para ser grande, realmente grande, un escritor, un hombre, una mujer, necesita siglos, siglos de reconocimiento. ¿Quién tiene tanto tiempo? Sólo la eternidad. Nosotros tenemos que vivir… vivir… en este cuenco de barro y oro que es el mundo.
He leído en uno tus libros biográficos, en el de Julio Valdeón, compañero y amigo, que tu plan de joven era ser un “oscuro” escritor, profesor de instituto, y escribir una gran novela que no entendiera nadie, pero luego la vida te cambió los planes, me parece que tu exilio en Londres, y la música.
Me llama la atención, me sigue llamando mucho la atención, algo importante que dice Luis García Montero, aviso para navegantes: “Joaquín Sabina es cantante y poeta. Por ajustar más: no un cantante metido a poeta, sino un poeta metido a cantante.” Lo escribe en su prólogo a tu poemario Ciento volando de catorce. Y en realidad, por lo que se dice en el libro de Valdeón, tal vez fue algo más amplio: fuiste un escritor, en sentido general (querías ser profesor de instituto, estudiaste Filología, y escribir una novela genial…), que se metió a cantante.
La música parece tener más fuerza, o potencia, o presencia en nuestras vidas, que la literatura, o la tiene de otra manera. Esto se podría estudiar, y seguro que se ha estudiado. Me parece interesante. Yo, que me precio de gran lector, o de buen lector, estucho mucha música y sigo escuchando música en casete, porque el aparato de música que tengo en mi habitación tiene estropeado el CD (fíjate qué antiguo es), pero no el casete. Tengo bastantes casetes tuyas y he ido a algunos conciertos tuyos. No soy muy de conciertos; prefiero escuchar música en mi casa, pero he ido a algunos de tus conciertos. Tengo muy buenos recuerdos de ellos, aunque probablemente más todavía del momento en el que compré tus discos, tus cintas, tus DVDs, y los buenos ratos que he pasado siempre escuchándolos. Siempre he visto en ti a un poeta, a un escritor pero esto, claro, no es ninguna novedad. Muchos lo han visto, porque me parece bastante evidente.
Yo siempre he pensado que lo mejor de tus canciones eran tus letras, que la música lo que hacía sobre todo era acompañar. Pero luego he leído muchas letras tuyas en el papel y se me quedan un poco solas sin la música, y la verdad es que cuando las leo (por ejemplo en los libros de Menéndez Flores y Valdeón) escucho la música mientras leo, para mis adentros, lo que por cierto es una experiencia maravillosa, fascinante.
Decía Benjamín Prado que tus letras, lo que escribes, o lo que habías escrito, pasaría de las tiendas de discos a las librerías como los peces “más listos”, que pasan del agua dulce al agua salada. La verdad es que en mi caso esto ha sido así. Y recuerdo que en primero de BUP —me parece que fue en ese curso, o quizá en 2º— en clase de literatura nos pusieron “Pongamos que hablo de Madrid” para hacer un comentario de texto. Ya ves, querido Joaquín, que la historia, mi historia contigo, con tus canciones, es larga, muy larga. Pero es que supone que tú estás desde hace mucho tiempo en nuestra vida, en la de nuestra sociedad, y en la de muchos de nosotros en particular. Debes de estar orgulloso, satisfecho, contento… aunque imagino que no será ésta tu sensación, porque la vida es muy compleja, y muy larga, muy dura. Pero es lo que tenemos, ¿verdad, Joaquín? Tú, yo y todos.
También tenemos tus canciones. Siempre hay sonando alguna canción. En un bar y en la radio, en la televisión, en nuestra casa… Nos identificamos con ellas incluso, por supuesto. Tus canciones son como pequeñas novelas, novelas de nuestras vidas. Son historias, nuestras historias. Nos cuentan Menéndez Flores y Valdeón que detrás de esas canciones, claro, están tu vida y tu peripecia, tus amores, tus circunstancias, tus historias… pero también estamos nosotros, en ellas estamos nosotros. Entramos en ellas cuando las escuchamos, las hacemos nuestras, y ya permanecemos en ellas para siempre. Son además como un filtro para nuestra vida: consiguen que lo malo no pase a partir de ellas, de escucharlas, o que pase menos. Creo que ya lo he apuntado antes. Transmiten fuerza, ilusión, energía. Transmiten vida.
Sí, lo haces muy bien. Yo creo que el primer beneficiado de lo que escribe es el propio escritor, por lo que siente, porque realiza una especie de catarsis al expresar lo que expresa, al expresarse. Imagino que tú habrás sentido algo parecido al escribir, al cantar, al ir cabalgando la vida, tu vida, y creando la banda sonora de tu vida, que también es, en parte, la nuestra, como ya escribí en otro momento. Si no recuerdo mal.
Has tenido mucho éxito, muchísimo éxito, pero intuyo que no todo habrá sido sencillo, ni mucho menos; es decir, que por ser como eres no todo lo que has cosechado habrá sido positivo, o plato de gusto. Ahora que lo pienso quizá esto sea algo inherente con ser una persona viviente, un hombre que vive, que ha vivido. “Confieso que ha vivido”, cantó Neruda, y esto, casi un grito, lo podríamos decir todos los hombres, todos los humanos.
Vivir deja huella. La deja en nosotros, un tatuaje, y nosotros la dejamos en ella, en la propia vida. Vamos escribiendo en la existencia mientras ella, la misma existencia, nos va marcando con fuego. Pues bien, Joaquín, tus canciones, al menos para el que esto escribe, son un bálsamo que alivia la pesadumbre de vivir, que recuerdo que decía el gran Miguel Delibes de su propia mujer, Ángeles de Castro. Yo no estoy casado y no puedo identificarme con lo que decía Delibes en este sentido, aunque tal vez sí, en otro, en otros, porque esa frase puede expresar lo que algunas creaciones significan en nuestras vidas, entre ellas las propias obras de Delibes, y las tuyas. A mí tus canciones me han hecho muy feliz, y también me han hecho vibrar, me han hecho pensar. Sentir.
En otra ocasión te di las gracias por todo ello. Hoy vuelvo a dártelas. El tiempo pasa, voy haciéndome mayor. Es inevitable. Pero seguiré escuchando tu música, tan llena de vida, y tú seguirás viviendo y escribiendo dándonos más vida a todos nosotros. No sé si eres especialmente feliz, Joaquín, pero sí sé que con tus canciones nos haces más felices a muchos. Me da la impresión de que tú también lo eres, porque mi experiencia es que hay una comunicación muy grande entre lo que experimenta el escritor al escribir, al vivir lo que escribe, y lo que experimenta el lector, en este caso los que leemos tus textos y escuchamos tus canciones.
Curiosamente, al igual que el autor del artículo también prefiero poner música en casa que ir a conciertos. Curiosamente, estos días tampoco me funciona el lector de cedés, por lo que estoy escuchando un montón de cintas que grabé hace cientos de años. Curiosamente, también considero admirable la obra musical de Joaquín Sabina. Curiosamente, hace poco a ese mismo Sabina, hombre de gran sensibilidad, complejo, divertido, consecuente, subversivo, le calzaron un paquete de dos millones de euros por una pequeña discrepancia con Hacienda (lo cual lo acerca a otros dos cantantes en las antípodas de su talento, Shakira y Bertín Osborne). Curiosamente, dos de las empresas implicadas en la jugada evasiva tenían, eso sí, los simpáticos nombres El pan de mis niñas y Ultramarinos Finos: incorregible.
Comparto con el autor mi admiración, mi cariño y el registro de la compañía de Joaquín marcando etapas de mi vida. No sé si tendremos tiempo de ver su «gran novela», pero lo considero un gran poeta. Poeta de poesía, más allá de las letras de canciones, que son otro cantar.
Tan bien lo has expresado. Identifico mi vida con este articulo. Gracias. Has ubicado mi sentir en palabras.
Sin duda, las canciones de Joaquín, no han acompañado por muchos años y seguirán en el recuerdo de la gente, porque considero que ya pasó a la historia como un escritor-poeta-cantante. Encantado de leer a gente con esa capacidad de transmitir un sentimiento. Saludos desde México.