Querida María José:
Me acuerdo que el libro era de Vic Echegoyen, La voz y la espada, y que lo presentabas con la editora de Edhasa. Me acuerdo que le hiciste una pequeña entrevista a la autora, y recuerdo bien cómo empezaste a preguntar, preguntas originales, diferentes, sorprendentes. Ése era tu estilo de periodismo, aparte de la elegancia. Supongo que por ahí va tu estilo humano, de persona, añadiendo por supuesto la gran cultura, el bagaje de lecturas, el tremendo amor por los libros y, yo diría, por los que los escriben, los escritores.
Te llamo “querida María José” aunque tampoco tengo tanta confianza contigo. Mi confianza es más bien de lector. Lector de entrevistas que has hecho en Zenda y artículos de viajes, muy literarios, publicados también en Zenda y ahora recogidos en dos preciosos libros, Una aventura griega: Tras los pasos de Patrick Leigh Fermor (Debate), y La mujer que besó a Virgilio y otros viajes literarios (Berenice). El primero lleva un prólogo de Jacinto Antón, que se nota que te conoce muy bien, y el segundo uno de José Luis Garci, que en todo lo que le leo encuentro que tiene una gran pluma de escritor.
Tus textos están escritos con el alma, con el alma viajera y con el alma lectora. Hace muy poco me has dicho que tú no habías escrito prácticamente nada, desde luego no literatura o periodismo, hasta que lo empezaste a hacer en Zenda. Y yo pienso que verdaderamente el talento literario no sabe de edades, sino más bien de oportunidades, o de ocasiones, o de momentos, y supongo que esto pasará con muchas más cosas. Yo llevo leyendo y escribiendo desde niño, y siento la vocación literaria, pero ahora pienso, y mucho más viendo tu ejemplo, que puedo aprender muchas más cosas, y hacerlas bien, incluso a la edad que tengo. Porque se puede decir, viendo tus textos, que tú has empezado a escribir sabiendo, y es muy posible que esto se lleve muy dentro. Decía Paul Valéry que la sintaxis era una facultad del alma, y lo mismo creo que se puede decir de la escritura en general, porque la sensibilidad que pones en lo que escribes, ese toque poético que asoma tan frecuentemente en tus viajes, eso sin duda lo llevas dentro y brilla cuando el lector menos se lo espera.
Al final esa poesía que yo veo, que siento, a menudo en tus textos, es una nota que conforma los propios textos, muy característica, y que en mi opinión los eleva de nivel. Es muy probable que vaya unida a la sensibilidad, como una facultad expresiva de la sensibilidad, pero imagino que no será tan sencillo tenerla. Se tiene o no se tiene. Como la sintaxis que decía Paul Valéry.
De todos modos me dices que a ti lo que te gusta verdaderamente es leer, y que al principio de todo, como una esencia, está la lectura. En esto es muy coherente tu trabajo como coeditora del sello Zenda-Edhasa de clásicos de aventuras, donde pones seguramente las mismas cualidades que adornan tus entrevistas o tus textos viajeros, pues son propias de la María José Solano persona, ser humano, no sólo de la María José Solano escritora, que al fin y al cabo es una expresión de la primera. Como ha dicho muchas veces nuestro común amigo Arturo Pérez-Reverte (yo se lo he oído más de una vez), “nadie pone lo que no tiene”, y me parece una frase muy acertada para explicar las obras humanas, lo que uno hace o no hace, o lo que deja de hacer.
Tú parece que has leído todos los libros, o muchísimos libros; incluso parece que los libros que no has leído los leerás en el futuro. Y ahora arriesgo la idea de que tal vez los que no puedas leer en el futuro no será tan importante que no los leas. Cada vez estoy más convencido de que en esto de los libros, de la lectura, lo importante es el lector, mucho más importante que el libro, que los libros, siendo estos tan importantes. En mi opinión el lector marca la diferencia con los libros que lee. Les da un sentido particular, una potencia, digamos, especial. Me parece que esto sucede también contigo y con tus lecturas.
Hace unos días terminé de leer La mujer que besó a Virgilio y otros viajes literarios, y lo cierto es que me encantó, pero yo ya sabía que me iba a encantar, porque ya había leído algunos de estos viajes en Zenda. Pero ahora, al leerlos todos reunidos (24 según los cantos de la Odisea, según me dijiste, o recordaste), me ha llamado la atención que estás llena de literatura, cómo en cada palabra que escribes, me atrevería a decir, está un libro leído, un autor admirado, una cita, una referencia… un paisaje. Leer te impulsa a viajar, a interrogar al mundo, a relacionarte con él, pero yo creo que como eres tan viajera, quizá tan viajera como lectora, el viaje te lleva también a escribir, a leer más. ¿No es viajar leer el mundo, interpretarlo, conocerlo, descifrarlo, disfrutarlo, todo lo que podemos? Tras el viaje puede venir el texto, que es otra forma de viaje, un volver a vivir lo que ya se vivió, un volver a hacer el viaje, como decía el escritor viajero Javier Reverte.
Yo sé que siempre estás leyendo, que siempre llevas un libro contigo, como suele ocurrir con los personajes de Arturo Pérez-Reverte, con muchos de ellos, quizá los más importantes, los más interesantes, los más profundos. A mí también me gusta “vivir leyendo”, como decía hace años un eslogan para animar a la lectura que a mí me gusta evocar: “Vive leyendo”. Creo que si echo la vista muy atrás en mi vida, incluso antes de saber leer, llego a la conclusión de que yo mismo elegí la lectura, los libros y el amor por los libros, y luego la escritura, incluso la vocación literaria. Ella no me eligió a mí, la vocación, sino yo a ella, y así hasta este momento de mi vida, hasta este punto.
Es posible que a ti te haya ocurrido algo parecido. Los libros en el fondo son extensiones de las personas, a lo largo del tiempo y del espacio, pero sobre todo no dejan de ser algo profundamente humano. Tú has hecho muchas entrevistas a escritores y lo debes de saber muy bien. También has escrito reseñas de libros y ahora eres editora de una maravillosa y muy esmerada colección de clásicos. Yo creo que los libros hacen que nuestras vidas sean mucho más ricas, más hondas, más anchas. Mejores. La cultura, la educación, nos pule, como le he oído decir, o sugerir, recientemente a una de las nietas de El abuelo, la película de José Luis Garci, al que tú conoces ya mucho.
Leyéndote nosotros tus lectores nos pulimos, nos hacemos mejores, con tu sensibilidad y elegancia, con tu espíritu aventurero, con tu cultura. Disfrutando de tus textos adquirimos de algún modo tus cualidades, y sin duda vemos en ti lo que tú has visto en tantos escritores que admiras, escritores que has leído con pasión, o con los que has hablado, o cuyas huellas has perseguido por lugares lejanos y apasionantes, haciendo bellos viajes, hermosos textos, de tus inquietudes y admiraciones literarias.
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