Correspondencia manuscrita del Maestro de la República Abel Bravo del Rincón, dirigida al canónigo Bruno Morey Fiol, durante los años de 1943 a 1960. Entre ambas circunstancias, con palabras sinceras, silencios naturales, fechas y recuerdos, consiguen ambos narrar el equilibro entre la confrontación y lo natural de sentir, pensar, convivir y así sobrevivir.
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1949-50
«… La misma dificultad que las inteligencias primerizas encuentran para distinguir la unidad de la decena, de la centena y el millar, encuentran más adelante los que empiezan a trabajar en los números decimales. Eso de Décimas, Centésimas y Milésimas, son ideas de la Estratosfera. Hay que ponérselas a la vista para que las vean y asimilen, y entren en la mollera. Por eso recordarás que esa etapa del conocimiento la hacíamos con el metro en la mano para que vieran la Décima, la Centésima y la Milésima, y sus relaciones respectivas cuya comprensión tardaba en producirse, y eso que era objetiva la enseñanza y no eran tontos los niños. Pues, con todo y con eso, a la última tanda o sesión de niños que tuve en Valldemosa les costó —no a todos, pero sí a muchos— más de Seis Meses de trabajo, día por día.»
Los resultados sobre la forma proceder y el tema a tratar son abordados por Abel, ya desde el asiento social y época donde transcurren hasta la manera en la que prosperan, y también sucumben, o recuerda a cada persona con quien compartió momentos mágicos, sorpresivos, y hasta únicos.
«…En el último año de mis estudios como profesor de Gramática, se organizaron unas conferencias semanales, con tema libre, para que nos acostumbráramos a preparar conferencias y a perder la vergüenza que da hablar en público. Se habían pronunciado ya algunas que no estaban mal: pero en todas se notaba la falta de costumbre de preparar temas y de hablar en público. Mucho amaneramiento y mucha timidez.
Hasta que un día le tocó el turno a un muchachuelo mal vestido. Desmedrado, insignificante…
El tema trataba, nada menos, que de Astronomía: Cómo acabará el Mundo. Y nos soltó una conferencia que nos dejó bizcos. ¡Vaya soltura, vaya elegancia en el decir, vaya dominio del tema! Mentira parecía que aquel rapazuelo pudiera expresarse con aquel dominio tan pleno del asunto. Y no recitaba, no; sabía lo que decía. Nos tuvo una hora encandilados, sin pestañear, pendientes de lo que decía.
Este muchacho fue, años más tarde, un grandísimo orador, y un no menos brillante escritor.
Murió joven. Tuvo muchas virtudes y otros tantos vicios. Pero dejando a un lado unas y otros, porque ahora no nos ocupamos de hacer un análisis de su vida, diré algo más para perfilar la silueta artística de este personaje.
Era hijo de un pobre estanquero del pueblo. Tenía este muchacho tanta afición a la lectura, que cuando podía sisarle a su padre alguna «perrilla», se iba andando a Murcia —ocho kilómetros de ida y otros tantos de vuelta— a comprar en la Librería de Romero los entonces famosos y baratos Cuentos de Calleja.
Más tarde fue Devorador de lecturas. En medio de la ajetreada vida política y periodística que llevaba, no cesaba nunca de leer. Hablaba como nadie. Improvisaba discursos maravillosos. Sugestionaba a la muchedumbre, que le seguía y aplaudía frenéticamente. Era solicitado de todas partes para hablar. De Madrid, de Valencia, de Badajoz… A todas partes iba y de todas partes le sacaban en hombros, del Salón, hablara de lo que hablara.
No era más que Maestro. Y con solo ese título llegó a la Universidad de Murcia a dar un ciclo de tres conferencias acerca de la Escuela del Porvenir. Habían desfilado por su Paraninfo los profesores más ilustres de las Universidades españolas. Vinieron de Madrid, de Barcelona, de Valencia y otras partes. Dejaron, como es consiguiente, una estela imborrable de sabiduría.
Pero cuando le llegó la vez al antiguo disertante de Astronomía —el que fue pequeño desmedrado e insignificante cuando estudiaba—, y tomó la palabra para hablar, tuvo a aquel público selecto, abundante, tan hechizado, tan encandilado como nos tuvo a nosotros, sus compañeros de estudio, unos años antes, cuando nos habló de Astronomía, y a otros cuando les hablaba del arte religioso de Salzillo, o de mil asuntos más.
Este famoso personaje se llamaba José López Almagro…
Mientras Abel impartía sus clases en Valldemossa, el quehacer de los maestros continuaba. El pormenorizar observaciones, el paisaje siempre presente, la inquietud general de la época (pasada y presente), sin nunca olvidar el agradecimiento, fueron el leitmotiv de aquel inicio de 1950 en sus cartas. Apreciar de manera efusiva cada gesto, o suceso, recibir cada apoyo e impulso, también están reflejados en la prensa a través de artículos, notas, noticias, o son un diario que describe, una y otra vez; casi pareciera que está ahí, detenido, para que sea ojeado o puedan revisarlo las siguientes generaciones. La Maestra Encarnación Ayuso lo describe en 1926 (en el diario Espuña): «…Con el alma llena de contento nos reunimos el miércoles día 7 en la Escuela Normal de Maestras… Allí mismo en el Ayuntamiento nos regalaron una merienda a cada uno y de allí salimos hacia el Plano de San Francisco para tomar el tranvía de Alcantarilla. Una vez en este pueblo, esperamos la hora de salir el tren de Alhama en la Escuela Nacional de doña Consuelo Sánchez Lorenzo nosotras, y en la de don Amós Bravo los niños, y cuando fue la hora tomamos el tren que nos condujo a Alhama en donde nos esperaba don José Ayuso… Gracias a la generosidad de don Lorenzo Rubio nos proporcionó carruajes que nos condujeron a la casa de dicho señor en donde nos fué servido un riquísimo refresco, y se nos dio un par de alpargatas a cada uno…»
Es ya muy evidente que el canónigo Bruno Morey sabía mucho más de lo que mencionaba en sus cartas, pues la Comisión Depuradora de Magisterio abrió, en un solo mes, 402 expedientes, penalizando a 154 maestros de forma inmediata, con graves consecuencias, marginalidad y discriminación, sin perdonar edad alguna. En Murcia, aquella comisión devastadora se entregó (entre 1939 a 1942) a reunir información del personal sin distinción de escalafones, «para instruir los expedientes oportunos y proponer las resoluciones que debían de caer sobre cada uno de ellos» ateniéndose al decreto nº. 66 del 8 de Noviembre de 1936. Abel llevaba, desde su libertad condicional, penosos meses intentando una resolución favorable en su expediente de depuración para luego tramitar su rehabilitación y reingreso. Puede observarse la minuciosidad de este proceso en las preguntas que debió contestar Abel: ¿Dónde se encontraba al iniciarse el movimiento Nacional del Ejército? Si prestó algún servicio al mando de jefes marxistas, partidos políticos a los que había pertenecido, si estuvo vinculado a la Masonería, si trabajó siempre en su localidad durante el periodo rojo, si perteneció a Milicias del Frente Popular, nombre de las personas que confirman sus manifestaciones, o indicación de cuanto supiera sobre el periodo revolucionario… más la actuación que pudiera aportar sobre «sus compañeros». No es de extrañar, por ejemplo, que el maestro Rafael Fernández-Delgado Maroto, vocal de dicha Comisión Depuradora, suplicara dimitir del cargo en diciembre de 1939.
Aun así, y sabiendo que este mundo epistolar trata, e intenta, reunir la vida ahí contenida para arroparla junto a un equilibrio, Alcantarilla prosperó en el gusano de seda, en las dos cosechas de hoja de morera por año (más allá de fabricar sillas finas con estos arbolillos) a iniciativa de Asensio Aroca, y no fue casualidad nada de lo que sucedió, ni el total de lo que prosperó se apoyaba en un vació (como relata Abel), ni en un desprecio o un gesto que impidiera progresar (a excepción de aquellas «carcomas»); cada opción con su respeto son formalizados, dejan constancia, se celebraban las iniciativas. Amós, el padre de Abel, se mantuvo activo al frente de su escuela de Alcantarilla, entre aquellos bosques de seda, todavía en 1928, integrado por completo en la comunidad en actividades tan sospechosas como la siguiente: «… D. Amós Bravo, D. Honorato Puyo, y Dª. Pura del Bosque, remiten Memoria sobre la cría del gusano de seda en sus escuelas, que son las de Alcantarilla, Nonduermas y Guadalupe, respectivamente, y los resultados que se han obtenido…» (en El Magisterio de Murcia, julio de1928). Amós también tuvo la iniciativa de realizar una suscripción a favor de los damnificados por las inundaciones en Francia, consiguiendo reunir 218 pesetas en el año 1930… Tal y como los voluntarios de Valencia hoy en día, casi 100 años después, han reaccionado de forma generosa ante la gota fría que asoló vidas, espacios y una parte de su futuro; son la esperanza inmediata. La certeza.
(José López Almagro nació en Puebla de Soto, Murcia; maestro, concejal, escritor, fallece a los 39 años, en 1931. Salvó su vida en 1915 al disparársele una escopeta de caza cuando tenía quince años. Hacia 1917 dirigía el periódico El Levante Agrario. Dio varias conferencias en el Centro Republicano Radical de Alcantarilla. Abordaba denuncias, aumento del salario de los maestros y maestras, se centraba en visualizar a explotadores y caciques en la década diez y veinte, y en especial fue sensible a la desaparición de la huerta… ahora ya no existe la huerta corazón, sólo vive la del estómago. El escultor Francisco Salzillo, representante de la imaginería religiosa del barroco, era, y es, el equilibrio dentro de la armonía y el movimiento dentro de lo representado, sin quietud alguna. Se asegura que José María Romero fundó, a comienzos del siglo XIX, la Librería de Romero, situada en el número 70 de la calle Trapería. Rafael Fernández-Delgado Maroto estuvo detenido en la prisión de Totana en 1937, quedando a disposición del Tribunal de Espionaje Central de Barcelona, y fue posteriormente liberado. Al parecer, su hermano Manuel Fernández-Delgado Maroto recibió un premio por su artículo Retazo de la carta de un falangista a su hermana, y también prosperó en los años cincuenta, en la misma calle Trapería, con un negoció de arte e interiorismo.)
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(P.d. Los dibujos y el recuadro que asoman de soporte a estas cartas son un recuerdo al historietista e ilustrador, y amigo, Micharmut (Juan Enrique Bosch Quevedo), nacido en El Cabañal, Valencia, y fallecido en 2016. Al respecto de esta serie, que tituló Mirador, él decía: …Los objetos, como las nubes que pasan, se disuelven en el espacio. Se relacionan hasta tal punto con su entorno que, sin él, dejan de ser… Así como Abel, y por las mismas fechas, la familia de Micharmut fue «derivada», en Valencia, al trabajo en una fábrica de clavos.)
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