Todo lector es, cuando lee, el propio lector de sí mismo.
Marcel Proust, En busca del tiempo perdido
Querido Mateo,
Hace algunos meses me atrevía a enviarte una carta previa con algunos nombres de autores, también ejemplos concretos de libros que, por diversos motivos, habían sido especialmente atractivos o interesantes para mí. Imagino que en esa atracción, inevitablemente subjetiva, por uno u otro tipo de lectura influye el hecho que ilustra la cita de hoy: el libro te ayuda a poner luz en áreas de ti mismo que aún no eras capaz de ver, que permanecían ocultas por falta de conocimiento o sólo de herramientas para acceder a las mismas. Así, las lecturas que vamos acumulando con el paso de los años mejoran esta capacidad de comprensión y nos van descubriendo nuevos aspectos de nosotros mismos en relación con el mundo que nos rodea. El objetivo, aunque parezca curioso, creo que es el no dejar de hacerse preguntas, el disponer de más información para gestionar una perpetua incertidumbre, visto que la obtención de buenas respuestas, y no digamos ya de certezas, parece tarea complicada.
El cierre de este aún-pandémico-pero-no-tanto año me ha parecido un buen momento para hacer memoria y escribirte, aunque sea en formato muy breve, a modo de titular, sobre los libros que he podido disfrutar en 2021, esperando que al menos algunos hayan sobrevivido al paso de los años y los sucesos que éstos nos traen, para seguir sanos en los estantes de nuestra modesta biblioteca familiar.
De Karmele Jaio: La casa del padre, Música en el aire, Las manos de mi madre. Un estilo cercano y cuidado, en línea con lo que a mí me gustaría lograr si tuviese más capacidad. Historias sencillas pero cercanas y emotivas.
De Arturo Pérez-Reverte: Línea de fuego. Libro para vivir la guerra desde dentro, con un nivel de detalle que hasta sientes el cansancio o el miedo de los personajes.
De Ricardo Menéndez Salmón: No entres dócilmente en esa noche quieta. Una obra muy especial, con un lenguaje precioso, narrando la difícil relación de un hijo con su padre a través de los años.
De Sara Mesa: Un amor. Me gustó sobre todo la forma de abordar a la mujer protagonista, cómo lleva sus diálogos, sus preguntas constantes, cómo la narradora nos permite llegar a ver con los ojos de ella.
De Xesús Fraga: Virtudes (e misterios). Obra que recibió el Premio Nacional de Narrativa, con una crónica familiar de varias generaciones, incluyendo historias de emigración en Venezuela y Reino Unido, donde tantas familias de Galicia nos vemos reflejadas. Hermosa y cercana.
De la Biblioteca Gredos que tantas veces me habrás oído mencionar: la Ilíada, la Odisea, Obras y fragmentos (Hesíodo), los volúmenes de Tragedias de Esquilo y Sófocles. Poco que decir por mi parte sobre obras que son referencias a nivel mundial durante tantos siglos.
De Miqui Otero: Simón. Muy bien escrito, combinando varias voces, entrelazando historias y haciendo que uno avance con facilidad por las páginas de un libro bien montado.
De Bárbara Blasco: Dicen los síntomas. Una bonita historia con un lenguaje que combina precisión, humor a ratos, seriedad, deseos, esperanzas. Una narradora con una voz especial.
De Jesús Carrasco: Llévame a casa. Un ejemplo de lo que sugiere la cita de hoy: obra que agrada leer porque habla de cosas cercanas donde resulta fácil entrar en los personajes y hacerse idea de lo que piensan o sienten. A cada uno nos hablará de cosas distintas, pero muy probablemente a todos nos dice algo muy personal.
De Isabel Bono: Diario del asco. Notas de humor negro y cierto tono poético a ratos que le dan un aire peculiar y cuidado al libro, permitiendo abordar un tema como el suicidio de modo elegante y cercano.
De Carlos Ruiz Zafón: La sombra del viento. Poco que añadir sobre este libro. Lo releí pensando en el papel que la ciudad (en este caso Barcelona) ejerce en determinados libros como personaje en sí mismo
De Antonio Tabucchi: Sostiene Pereira. Como en el caso anterior, era una lectura pendiente que me ha servido también para ver a la ciudad (Lisboa) convertida en personaje. El objetivo es tratar de aprender a hacerlo correctamente para poder abordarlo en mi siguiente libro, todavía en fase “embrionaria” en mi cabeza, Mateo.
De Adrián Grant: Nada ilegal, nada inmoral. Aborda en formato de novela el mundo de la consultoría fiscal, por un autor que trabaja en el mismo. Llegué a este libro por una recomendación de Irene Vallejo, autora que menciono a continuación, y ha sido interesante para poder ver cómo incorporar elementos profesionales que uno conoce bien en una obra de ficción.
De José Saramago: La viuda. La primera novela del genio, escrita cuando contaba con apenas 24 años. Una maravilla no traducida al español hasta ahora. Firmaría con escribir, en lo que me queda de vida, 10 páginas con la mitad de calidad que las que tiene este libro. Repito, escrito con 24 años.
Haciendo un poco de trampa con las fechas, pero tú me guardarás el secreto querido Mateo, añado una obra muy especial: De Irene Vallejo, El infinito en un junco, cuya lectura concluí el día de Navidad de 2020, cuando tú aún pasabas más horas en la cuna que corriendo por la casa. Un libro sobre la historia de los libros que, sin duda, ha contribuido de forma decisiva a que retomase en este 2021 una pasión lectora que estaba simplemente algo adormecida y al que debo agradecer también el haber adquirido unos volúmenes clásicos donde espero que encuentres sabiduría y herramientas útiles en tu camino.
Muchos besos, Mateo.
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