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«Cartas desde el Gulag. Julián Fuster Ribó», un español en la Unión Soviética de Stalin

«Cartas desde el Gulag. Julián Fuster Ribó», un español en la Unión Soviética de Stalin

Alexander Soljenitsin lo mencionó en Archipiélago Gulag como «el español Fuster». Fue jefe médico de un cuerpo de ejército republicano en la Guerra Civil, se exilió en la URSS, donde acabó ingresado en un campo de concentración y, tras salir de este país, Julián Fuster Ribó se instaló en España en los años sesenta.

Esta odisea, que incluye un breve paso por la Cuba de 1959 y por el Congo en una misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha sido reconstruida por la investigadora rumana Luiza Iordache, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), quien la ha contado en Cartas desde el Gulag: Julián Fuster Ribó, un español en la Unión Soviética de Stalin (Alianza).

REPUBLICANOS ESPAÑOLES EN EL GULAG

Según ha explicado a Efe Luiza Iordache, Fuster fue uno de los 345 españoles del campo republicano que entre 1940 y 1956 fueron recluidos en los campos penitenciarios del Gulag, en muchos casos, como el del propio Fuster, por expresar su deseo de abandonar la URSS. Como dice Iordache en su libro, Fuster «no estaba dispuesto a vivir en un país cuyo sistema político, económico y social iba en contra de todo aquello que había defendido, y que podría resumirse en que la libertad de los individuos debía estar por encima de cualquier dogma o ideario».

La historiadora ha asegurado que «Fuster, inicialmente admirador del sistema soviético, se convirtió en un crítico, puesto que en la URSS pudo conocer la realidad del mito; como él mismo escribió: «Todo lo que hay aquí me es extraño y hostil». Fuster decía que le resultaba muy difícil vivir en una sociedad oprimida donde cada individuo, automáticamente, autolimita su libertad», y ésta fue la causa de su caída en desgracia, aunque posteriormente fue detenido por cómplice del intento de huida en los baúles diplomáticos argentinos de dos exiliados españoles, el capitán de aviación José Tuñón Albertos y el «niño de la guerra» Pedro Cepeda Sánchez».

Como ejemplo de lo desesperada que era la situación de los exiliados españoles en la URSS, Iordache ha recordado que un amigo de Fuster y compañero suyo en el ejército republicano, Francisco Ramos Molis, decía que «la cuestión no era volver, sino salir de la URSS».

A sangre y fuego

Según la historiadora, «desde la perspectiva de la historia del Gulag, el testimonio de Julián Fuster sobre la rebelión de Kengir (1954, Kazajstán), uno de los campos especiales del sistema concentracionario soviético, es uno de los pocos de un occidental, tal vez el único publicado hasta el presente».

Esa experiencia la contó Fuster en una carta abierta que, ya en España, dirigió al líder soviético Nikita Jruschov, y que contiene, según Iordache, «algunos párrafos desgarradores que reflejan la brutalidad del sistema soviético y el uso de la fuerza contra civiles presos indefensos para aplastar una de las mayores rebeliones que tuvieron lugar en el Gulag», con el empleo de tanques y fuego artillero.


La historiadora también ha destacado «la solidaridad y la humanidad de Fuster durante el cautiverio. Sus cualidades humanas y profesionales le valieron el cariño y la gratitud de los presos cuyas vidas había salvado, mediante operaciones de las más arriesgadas, incluso con instrumentos confeccionados por él mismo. Pero su tributo más grande a la vida fue su actuación durante la rebelión de Kengir. Durante dos días con sus noches estuvo operando a los presos heridos, alimentándose sólo con té, hasta que se desmayó en el quirófano», ha recordado.

Al salir de la URSS tras la muerte de Stalin, llegó a Cuba en busca de su familia pero no quiso permanecer en un país comunista y, como en España tuvo dificultades para ejercer la medicina por sus antecedentes políticos, se integró en una misión sanitaria en el Congo.

Amigo de Josep Pla

Con el dinero que ganó en África, Fuster abrió una consulta en Palafrugell (Gerona), donde residió diez años y entabló amistad con el escritor Josep Pla, a quien atendió de un infarto y quien escribió sobre él:

«El doctor Fuster es una gran persona, muy inteligente, muy desengañado, de un escepticismo total. Ha vivido treinta años en Rusia, una temporada en la Cuba de Castro, en el Congo… Es un hombre que lo entiende todo porque prescinde de los prejuicios y de los convencionalismos. ¡Qué vida más larga, más difícil y navegada! Lo sabe todo —se entiende, todo lo que traen los periódicos y los libros—. Es el hombre de Palafrugell que gasta más dinero en papeles impresos».

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