Viento de tramontana se publicó en septiembre de 2014 en la editorial Edhasa. Apenas dos meses antes, el Muy Honorable Señor Jordi Pujol confesaba de su puño y letra haber mantenido oculto dinero en el extranjero durante la friolera de 34 años. La noticia provocó un terremoto político en el nacionalismo catalán honesto, biempensante y cada día más hiperconvencido de que “Madrid y España nos roban”. El íntegro líder espiritual Jordi Pujol se aproximaba al abismo de transformarse en un defraudador a Hacienda y, ya de paso, a los catalanes que amaba tanto.
La coincidencia de ambos hechos me resultó graciosa, porque yo había iniciado hacia 2005 o 2006 una novela en la que Jordi Pujol y Josep Pla serían protagonistas principales. En ella, un Jordi Pujol recién estrenado en 1981 como Presidente de la Generalidad de Cataluña le ofrecía al escritor ampurdanés que fingiese su muerte y desapareciese de la vida pública catalana. Le proponía: “Muérase. ¿Ventajas? Usted no recibirá más galardones literarios y vivirá tranquilo. A cambio, yo zanjo este desagradable asunto de que el mayor prosista de nuestra lengua —he dicho el mayor, que no el mejor— colaborase con Franco. Muerto el perro, se acabó la rabia”. Josep Pla aceptaba encantado y los sucesivos gobiernos de la Generalidad mantenían la farsa y el engaño. La novela nacía de mi tristeza al constatar por aquellas fechas que el gobierno tripartito de izquierdas de Pasqual Maragall no sólo continuaba el nacionalismo pujolista, excluyente de la diversidad lingüística, identitaria y emocional de la sociedad catalana, sino que lo profundizaba sin reflexión y con ahínco.
Escribí casi de un tirón el primer capítulo y varios pasajes de Viento de tramontana hacia 2005 o 2006. Luego abandoné la novela. Entre que mi trabajo de dirigir DVD Ediciones me robaba tiempo y que, además, soy un escritor perezoso, me limité a leer ensayos sobre el tema, repasar libros de historia, escribir notas… Eso sí, me escapaba a menudo a recorrer el Ampurdán de Josep Pla, su planicie y su Costa Brava, los paisajes en los que originariamente transcurría Viento de tramontana.
La novela durmió el sueño de los justos hasta que llegó 2012: la consolidación definitiva del proceso soberanista catalán, ya anunciado dos años antes. Artur Mas, acompañado de una parte significativa de las élites empresariales y culturales catalanas, intentaría arrancarle a Mariano Rajoy un Concierto Económico para Cataluña parecido al del País Vasco. No lo consiguió. Su reacción fue pisar a fondo el acelerador del soberanismo catalán, como estrategia de presión. El tiro le saldría por la culata. Tras convocar elecciones anticipadas, Convergència i Unió perdió doce diputados, Esquerra Republicana aumentó once y, para terminarlo de desarreglar, la CUP entraba en el Parlamento con tres diputados. Años más tarde la CUP enviaría a Artur Mas “a la papelera de la historia”, una bella metáfora.
En el transcurso de 2013, intuí que el futuro de Cataluña ya no sería sólo el de enfrentarse con Madrid y el resto de España, una arraigada y simpática costumbre, sino también el de enfrentarse con ella misma. La sociedad catalana, al ritmo de la música de la independencia liberadora, se dirigía a la división civil, que terminaría por afectar a todos sus ámbitos, desde el familiar al político. Así que retomé la escritura de Viento de tramontana, adaptándola a la nueva situación. Entre otros sucesos maravillosos que acaecen en la novela, Artur Mas declara la independencia de Cataluña tras jugársela a los dados con el resto de expresidentes de la Generalidad, incluido el convidado de piedra Josep Tarradellas. Resucité a Miguel de Cervantes para acompañar amistosamente a Josep Pla por el Raval de Barcelona, pretendiendo que la amistad entre estos dos escritores simbolizase mi deseo de diálogo afectuoso entre las culturas catalana y española. La ciudad de Barcelona cobra un gran protagonismo en la novela, que repasa su historia y su urbanismo, las bullangas liberales, el polémico desarrollo del Ensanche de Cerdà, vilipendiado por las élites y la sociedad barcelonesas, el saqueo y la quema de iglesias, el combate a muerte entre las milicias del POUM y el PSUC al servicio del estalinismo durante la Guerra Civil.
Viento de tramontana acertó, por desgracia, al pronosticar en clave paródica que la Generalidad declararía unilateralmente la independencia de Cataluña. En aquellos años, tanto en Madrid como en Barcelona este hecho resultaba impensable. Pensar que algo no puede suceder es el primer paso para que suceda: la historia lo muestra… Y, ahora que ya tenía un original escrito en pocos meses, algo sorprendente en un autor tan perezoso como yo, necesitaba un editor. Le envié la novela a Daniel Fernández, director de Edhasa, un antiguo conocido. Quedamos a comer a los quince días y me dijo que la publicaría a principios de septiembre. Teniendo en cuenta que era marzo, además de llevarme una sorpresa agradable, ya no exploré más editoriales.
Ignacio Martínez de Pisón presentó la novela el 9 de septiembre en Barcelona. El 11 de septiembre, en la gran concentración de la Diada Nacional de una de las dos naciones de Cataluña, participaron 1.800.000 personas según la Guardia Urbana y 520.000 según la Delegación del Gobierno. ¿Cuándo nos pondremos de acuerdo en algo? Como dicen que dijo Einstein, la realidad es una mera ilusión, aunque una ilusión muy persistente.
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Autor: Sergio Gaspar. Título: Viento de tramontana. Editorial: Edhasa. Venta: Web de la editorial
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