Evangelina Sobrero Galanes, Cecilia, con una carrera musical de solo cinco años, dejó una huella imborrable en la historia de la música pop española. Dos generaciones después, los jóvenes siguen tarareando algunas de sus canciones convertidas en intemporales.
Debido a la profesión del padre, Evangelina y sus hermanos recibieron una educación muy cosmopolita. Vivieron en el Reino Unido, Estados Unidos, Portugal, Jordania y Argelia. Sus padres creían en la educación como la llave de la libertad, y consideraban que aquella formación itinerante ayudaría a sus hijos a contemplar el mundo, su propio país y su propia cultura desde un observatorio que les enriqueciera de manera determinante.
Los hijos de la familia Sobrero Galanes eran bilingües en inglés y en español. En sus diferentes destinos diplomáticos, sus padres decidieron enviarles a colegios públicos locales británicos y norteamericanos, en vez de a los colegios de élite minoritarios, con el fin de aprender la vida de cada lugar desde el corazón de sus oriundos, viviendo en la realidad. Para sus padres, sin literatura no había vida, y viceversa.
Ya de vuelta en España, la joven Eva comenzó sus estudios de Derecho, que abandonó más tarde para dedicarse de lleno a la música. Durante su estancia en Estados Unidos, recibió clases de guitarra y canto por parte de una monja norteamericana, amiga de la familia y, a la corta edad de catorce años, en 1962, compuso sus primeras canciones, cuyas letras manifestaban una calidad poética y literaria muy por encima de lo normal. Obtuvo el primer triunfo a los dieciséis, al ganar un importante concurso de cantautores a nivel nacional, que le sirvió para entrar en contacto con Nacho Sáez de Tejada, componente del grupo folk Nuestro Pequeño Mundo, y Julio Seijas, fundador de La Compañía. Formaron un trío que bautizaron con el nombre de Expresión, y sus canciones, todas en inglés, tenían un aire entre blues y folk. El grupo se disolvió pronto, a pesar de su éxito.
En 1971 adoptó el nombre artístico de Cecilia, porque «Eva» ya estaba registrado y, en aquellos momentos, Simon & Garfunkel, a quienes ella admiraba especialmente, lanzaban su famoso tema con la misma casa de discos, la multinacional CBS, recién instalada en España. Fue a partir de entonces cuando Cecilia nació, para la música y para el mundo, como nueva cantautora, existencialista y feminista, como la definían los críticos musicales de la época, porque un elemento clave era su mirada nueva sobre la vida de las mujeres, siendo calificada por algunos como «la primera cantante feminista de España». Cecilia animaba a las mujeres a pensar por sí mismas, a abandonar las convenciones sociales y a ser libres frente a las expectativas de su entorno, como ella misma tuvo que hacer.
Sin embargo, su vida sería breve. El 2 de agosto de 1976, sobre las 5,40h. de la mañana, Cecilia fallecía en un accidente de tráfico, en la carretera N-525, en el casco urbano de la localidad de Colinas de Trasmonte, cerca de Benavente, en la provincia de Zamora.
Regresaba de un concierto celebrado en Vigo aquella misma noche, cuando se produjo el mortal alcance. Su automóvil, un Seat 124 LS, matrícula M-2342-AX, se estrelló contra la parte posterior de un carro tirado por bueyes, que circulaba sin luces, en un tramo de vía urbana que tampoco contaba con alumbrado público. También se apuntó, como posible causa del siniestro, un cierto exceso de velocidad, teniendo en cuenta que Cecilia debía estar en Madrid a las diez de la mañana del día siguiente para realizar unas grabaciones, y había salido de la ciudad pontevedresa a las tres de la madrugada.
En el momento del accidente, Cecilia iba dormida y falleció de manera instantánea. Viajaba con su banda de tres músicos, dos de los cuales salvaron la vida, como también el matrimonio de labriegos que conducía el carro, si bien el batería Carlos de la Iglesia también murió en el acto. En aquel momento, Cecilia se encontraba en el cénit de su carrera musical, y la noticia de su desaparición impactó al país entero. Fue enterrada en el cementerio madrileño de La Almudena, y hoy sus padres descansan junto a ella.
A su muerte, ingresó en ese maldito Club de los 27, al que pertenecen igualmente Amy Winehouse, Janis Joplin, Jim Morrison, Otis Redding, Jimi Hendrix, Brian Jones o Kurt Cobain, todos ellos fallecidos de manera abrupta a los veintisiete años.
A lo largo de su corta carrera, publicó tan solo cuatro álbumes. Y antes de la publicación del primero, en 1972, salió un single como avanzadilla que incluía los temas Mañana y Reuníos, como humilde homenaje a The Beatles, invitando al grupo de Liverpool a superar su ruptura y a volver a unirse.
Como muchos otros artistas, Cecilia tuvo problemas con la censura de la España del régimen. Algunas letras tuvieron que ser modificadas y ciertos temas eliminados de sus discos. También se sustituyeron algunas de sus portadas.
En su primer álbum se incluían temas como Dama, dama, Nada de nada o Señor y dueño, que todos recordamos. Dama, dama, está inspirado en la figura de su madre, que tuvo que ser suavizada en algunos de sus versos: «Puntual cumplidora del tercer mandamiento, algún desliz en el sexto», para quedar finalmente así: «… algún desliz inconexo». Más tarde, el poema Mi querida España tuvo que ser modificado y eliminadas las referencias a las dos Españas: «Esta España viva, esta España muerta, esta España mía, esta España nuestra».
En muchas de sus actuaciones en directo, Cecilia interpretaba los textos originales y, entre los temas descartados de su publicación, se encuentra, como ejemplo Soldadito de plomo, una crítica al ejército, que nunca vio la luz en vida de Cecilia.
Sin embargo, el álbum más problemático de la cantautora fue el segundo, que vio la luz en 1973. El título genérico iba a ser Me quedaré soltera, y en la portada una fotografía de Pablo Pérez-Mínguez, que mostraba una Cecilia embarazada. La compañía discográfica desechó la idea, cambiando el título y la fotografía, por una más discreta. El tema Un millón de sueños supuso para Evangelina su paso por el Tribunal de Orden Público. Su título original Un millón de muertos hacía referencia a la novela homónima de José María Gironella, con alusión directa a la Guerra Civil española. Cecilia declaró que se trataba de una canción sobre la Guerra de los Seis Días, que vivió en persona, cuando residía en Jordania. Finalmente, el tema no fue modificado, salvo el título, si bien recibió el calificativo de «no radiable» por parte de los censores, quedando fuera de las emisoras de radio por un tiempo.
Y llegamos a 1975, cuando publicó Un ramito de violetas, quizá su obra más conocida y versionada. Según ha explicado su hermana Teresa en reportajes y entrevistas, antes que canción fue un cuento. En este álbum se incluían también Mi querida España, Decir adiós o Sevilla. La portada y la funda interior del disco fueron pintadas por la propia Cecilia, en un estilo muy naïf.
Y, en un ejercicio de ordeno y mando, Televisión Española decidió que Cecilia representara a España en el Festival de la OTI de 1975, a celebrar en Puerto Rico, a lo que la artista aceptó a regañadientes, puesto que no le gustaban los festivales. La canción elegida fue La llamada, compuesta por Juan Carlos Calderón. Cecilia trató por todos los medios de cantar algo más acorde con su estilo personal y, finalmente, lo consiguió, sustituyendo el título del tema por Amor de medianoche y algunos de sus versos, alzándose con el segundo puesto.
A pesar de mostrarse marcadamente ácida en algunas de sus sátiras, lo que estaba lejos de su ánimo era sermonear. Ella misma lo explicaba: «Yo no soy nadie para decirle a otro lo que tiene que pensar o hacer. Yo solo hablo y canto sobre lo que vivo y pienso. Únicamente deseo dividir mi pan y compartir mis opiniones».
A su hermana Teresa le confesó que no quería, bajo ningún concepto, que su música fuera utilizada políticamente ni por unos ni por otros, porque Cecilia no militó nunca en ningún partido político, aunque criticó la dictadura y la doble moral burguesa. No había inocencia en sus letras, como algunos querían ver, sino ironía y acidez. Pese a la censura, retrató la España de la época, a veces con una oportunidad memorable. Católica a su manera, se sacudió la caspa del tardofranquismo, pero no pudo vivir en democracia, porque falleció en la antesala de la Transición.
Su lírica está vinculada al existencialismo y a la canción protesta feminista. Cecilia supo aunar la música británica y norteamericana que había escuchado en su juventud con la música y la literatura españolas, todo ello con un sello personal y único.
En su obra se encuentran guiños a diferentes estilos y referencias tan variadas como el blues, el rock, el pop, la bossa nova, la música de cabaré y la música tradicional española. Cantó indistintamente en inglés y en español, con una voz frágil y aniñada algunas veces, y otras empleando un tono firme e indómito.
Cecilia escribió temas para artistas como Julio Iglesias, Massiel, Mocedades y Rocío Jurado. A pesar de no haber conseguido colocar ninguno de sus temas en el número 1 de las listas de ventas, la buena recepción y popularidad de sus canciones es incuestionable, prueba de ello es que ha sido versionada y reivindicada por una larga lista de autores de todo el mundo.
En el momento de su fallecimiento, Cecilia estaba sentimentalmente unida a Luis Gómez-Escolar, compositor y productor musical, con quien tenía previsto casarse en breve. El joven miembro de La Charanga del Tío Honorio, grupo de la época que obtuvo grandes éxitos comerciales, decidió, tras la trágica pérdida, concentrar su carrera en la composición para otros cantantes, del panorama tanto nacional como internacional, entre ellos Ricky Martin, Camilo Sesto, Miguel Bosé, Sergio Dalma, Luis Miguel, Raffaella Carrá, Eros Ramazzotti, Roberto Carlos o Roxette.
La huella de Cecilia es imborrable, no solo en la música, sino también en la conciencia colectiva de finales de los setenta de una España que no dejaba de reinventarse para sobrevivir cada día. Evangelina Sobredo murió mientras dormía, pero sus canciones siguen bien despiertas en nuestra memoria.
En 2017, el Ayuntamiento de Madrid le otorgó una placa conmemorativa en el que fue su domicilio de la Avenida de Valladolid, 61.
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