Aunque Carl Wilson publicó su exquisito ensayo Música de mierda —Let’s Talk About Love: A Journey To The End Of Taste, en inglés— en 2007, en España hemos tenido que esperar 9 años para poder leerlo. Ha sido la editorial Blackie Books la encargada de poner en nuestras manos este estupendo libro sobre la superioridad cultural y los prejuicios musicales de ciertos críticos.
Música de mierda comienza con unas líneas de Nick Hornby, autor de una de las novelas que mejor ha retratado el amor a la música, Alta fidelidad. El libro lo cierra el epílogo de Manolo Martínez, cantante de Astrud.
Wilson estructura su ensayo a través de la figura de una de las cantantes pop más odiadas por los acólitos del clasicismo, la escena independiente y el «buen gusto musical» en general, Céline Dion. El gran acierto del autor es acercar al lector hasta Dion de una manera humana, consiguiendo que empatices con la cantante de la manida y edulcorada My Heart Will Go On a las pocas páginas del relato. Wilson va quitando capas a la diva hasta mostrarnos a una intérprete muy humana, con una infancia sacada de un cuento de Dickens o una película de Frank Capra, que ha luchado desde los cinco años contra la adversidad para conseguir su sueño: ser una estrella mundial de la canción.
Céline Dion nunca me ha gustado, de hecho, no comulgo demasiado con su teatralidad. Aunque le reconozco una calidad vocal evidente. Lo que me queda claro después de leer este ensayo es que Céline ha llegado a ser una superventas por tres razones fundamentales:
a) Amor. Sus canciones le encantan a millones de personas —quizás sería más justo decir a miles de millones—, aunque la mayoría no se atreve a reconocerlo en público por temor al escarnio social al que se verían sometidos.
b) Lucha. Su éxito es más que merecido. Ha luchado, ha comido mierda como la que más, lo ha probado todo antes de conseguir su objetivo y siempre lo ha hecho con profesionalidad.
c) Talento. Sí, talento musical a raudales. El que no tienen la mayoría de los componentes de las bandas alternativas, independientes o como coño queramos llamarlas.
El ensayo de Wilson debería ser un punto de partida para una necesaria catarsis del periodismo musical, sobre todo en nuestro país, donde el éxito o fracaso de un proyecto musical está muchas veces determinado por la opinión de un par de gurús. Bastante trasnochados, por cierto.
Estoy convencido que pocos críticos se han visto influenciados o se han sentido aludidos por las palabras de Carl Wilson. De hecho, creo que cada vez las posturas sobre ciertos músicos y determinados estilos son más radicales. Me gustaría que tuviésemos una visión más amplia de la cultura y con menos sesgos. Que no nos llevásemos las manos a la cabeza porque Sidonie suenen en Los 40 principales, o no nos rasgásemos las vestiduras porque el Dúo Dinámico o Raphael sean confirmados en el Sonorama.
Y es que aquí en España el ensayo más crudo e interesante sobre la crítica musical lo escribió Dani Martín en Twitter. El exlíder de El canto del loco fue ferozmente atacado por los tuiteros exégetas del Rockdelux, que no aceptaron que alguien como él se atreviese a cuestionar la calidad de la escena musical independiente de nuestro país.
Queridos fans de Céline Dion, Merche o Justin Bieber, gritad bien alto que os encantan. A mí me gustan El niño gusano, Deafheaven y Kendrick Lamar y por ello no soy mejor persona que vosotros.
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Autor: Carl Wilson. Título: Música de mierda. Editorial: Blackie Books. Venta: Amazon y FNAC
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