En España hay hombres libres y sabios —y mujeres, se entiende—. No son la especie dominante en el ecosistema mediático patrio, tan desquiciado, tan sanguinario, tan de fácil indigestión, pero de vez en cuando, en los periódicos, en las radios y en las televisiones aparecen tipos lúcidos, expertos de verdad con grandes dotes comunicativas, y las audiencias, que no sólo están pendientes de si Belén Esteban deja Sálvame o no, lo agradecen.
—Doctor Carballo, antes de nada, ¿qué es el Aplidin?
—Es una molécula que sale de un alga marina. En el fondo marino hay una mayor concentración de virus. En cada gota de agua de mar hay muchísimos virus. Entonces, las algas están entrenadas en esos entornos, digamos. El Aplidin es una molécula que sale de un alga marina. Lo que hace es que interacciona con factores de crecimiento de la célula que también utiliza el virus para su replicación, lo que hace que el Aplidin disminuya la eficacia de la síntesis de cápside viral y, en consecuencia, provocar una disminución de la carga viral, con lo cual disminuye mucho la carga viral del paciente. Y eso es lo que estamos viendo, precisamente. Del día 4 al día 7, cuando se pone la aplidina, cae la carga viral de forma espectacular. Pensamos que va a ser muy beneficioso para los pacientes. No sólo para los que padecen la enfermedad aguda, que también, sino para los del covid persistente: un 60% se queda con síntomas. Un 60% de los pacientes que pasan covid, 30 ó 60 días después, dice que tiene todavía alguna secuela: cansancio, se ahoga, dolores musculares, a veces, tromboembolismo… Esperamos que eliminando la carga viral se elimine ese covid persistente que llamamos.
—Ese descubrimiento se ha hecho en España, ¿verdad?
—La empresa que desarrolla esa molécula (Pharmamar) es española. Lleva mucho tiempo en tratamiento de mieloma múltiple en otro país, en Australia, donde fue aprobado. Desgraciadamente, aquí, la Agencia Española del Medicamento no ha aprobado el fármaco y, bueno, ahora lo que se está intentando es hacer ensayos clínicos. Sería de los pocos antivirales que pueden ser la única piedra directa contra el virus. Hasta ahora lo que tenemos son fármacos que inhiben nuestra respuesta inflamatoria. No van contra el virus. Al virus no le hacen nada.
—Esta mañana (la entrevista se hizo el miércoles 17 de febrero), Reino Unido autorizó la fase III del fármaco. Mientras, en España…
—Los ensayos van por fases: la fase I es demostrar la seguridad del fármaco, la fase II demostrar la seguridad y la eficacia, y en la fase III se empieza a tratar a pacientes para ver el resultado del tratamiento del fármaco. Pharmamar ha presentado una fase III multicéntrica en muchos sitios, en muchos países, para tratar a los pacientes que hay hospitalizados. Entre los países que se ha presentado este ensayo está España, pero el primero que lo ha aprobado ha sido Reino Unido. ¿Por qué? Porque aquí las cosas van muy lentas, demasiado lentas. Y eso penaliza la investigación. Hay que hacérselo ver. Los laboratorios no son tontos: se van donde más fácil tengan la aprobación y donde su molécula pueda ser más rápidamente probada, lo cual nos quita una gran ventaja a nosotros. Y nosotros presentamos hoy un ensayo clínico con aplidina en los servicios de urgencias para, con una sola dosis, disminuir la carga viral en el día 6. Esto sería, a nivel mundial, la leche. Si realmente demostramos que en el día 6 eliminamos la carga viral del coronavirus… Sería el único fármaco, a nivel mundial, dirigido específicamente contra el coronavirus, que hace esto. La bala de plata. Primero, evitas que el paciente se ponga malo. Muchas veces, lo vemos en los servicios de urgencias, le das de alta y viene a los 3-4 días, malísimo, ingresa en UCI, y tal. Luego está el supercontagiador, el paciente que viene con poca sintomatología, lo pasa en su casa… luego os cuento un caso real de hoy. Los supercontagiadores tienen una alta carga viral, pero no pasan una enfermedad muy mala. Se ve en un restaurante, en un call center… una persona puede contagiar a 70, 200 ó 400. Eso se ve con este virus. Y luego está la gente que lleva tres meses con síntomas: “Me canso, tengo dolores musculares, ahora tengo una trombosis en la pierna…”. Desconocemos por qué pasa, pero pasa. El virus se debe de quedar en alguna parte del cuerpo y la respuesta inmune hace que haga pequeños trombitos o inflamaciones musculares. Y a veces dan PCRs positivas tres o cuatro meses después. Pues sería tremendo cortar de raíz, matar al virus en cuatro días. Sería ideal.
—Hábleme de ese caso de hoy.
—Lo he visto yo, personalmente. Un paciente vino en un vuelo hace diez días desde Colombia. Viene aquí, no se hace PCR y nadie se la pide en el aeropuerto, por supuesto.
—¿No se la piden aquí, en Madrid?
—Nada, nada. No se la pide nadie. No se la hace porque sabe que aquí no se la piden. Es una persona que vuela, que trabaja en aviación aérea, y me dice que “no, doctor. Es que Barajas es un cachondeo. Son PCRs aleatorias, pero nadie las pide. En mi vuelo no la llevaba nadie”. Un vuelo de Colombia, cuidao: que el día anterior podría haber estado en Brasil. Total, nadie le pide la PCR, entra, a los cuatro días empieza con fiebre y en el día 5, en San Valentín, decide irse con su mujer a comer a un restaurante. Tres días después, viene aquí al hospital: positivo en antígenos, carga viral alta, y esto es lo que se ve a diario en los hospitales. Esta persona podría ser un supercontagiador. Si en ese restaurante podría haber 10 ó 15 personas comiendo, estuvieron infectadas. Y esto es lo que vemos a diario… sin hablar de cepas: estamos secuenciando la cepa de este señor hoy, en el hospital. A ver qué sale. Fíjate: la cultura de la seguridad es como un queso. Es un queso gruyer que tiene diferentes agujeros, pero si vas dejándole pasar… Empieza por un fallo gravísimo en la frontera, que es un cachondeo: la frontera española es un coladero absoluto. “Es que ya pedimos las PCRs…”: es mentira, no piden las PCRs. Y si no las pides, vas a tener lo que tienes: cepa británica con un 40%, y la brasileña y la sudafricana las tendremos aquí en verano. Y hay que recordar que las vacunas, contra la cepa sudafricana, pierden un 20-30% de eficacia; la de AstraZeneca, toda. Más nos vale proteger la frontera, pero no se hace. Miles de personas están entrando en la frontera sin que nadie les pida ninguna prueba. Es demencial. Fíjate cómo se está blindando Europa, ¿no? No son tontos. La gente no es tonta.
—¿Cuándo fue la última vez que dijo “no” en su vida?
—A nivel laboral, he dicho muchas veces no. He sido bastante rebelde. El sistema me ha triturado por eso. El sistema no soporta que se diga “no”, y yo sí lo he dicho. Siempre he dicho que hay que proteger a los pacientes y a tu gente. Entonces, siempre he luchado por proteger a mis pacientes tuviese delante a quien tuviese: al gerente, al director médico o al consejero de Sanidad. Y lo he dicho claramente en cualquier foro en el que he estado, y eso no sienta bien. Cuando dices que el sistema no va bien te miran como raro. “Siempre se ha hecho así”. ¿Siempre se ha hecho así? Pues siempre se ha hecho mal. Y la gente no aguanta que se lo digas de esa manera. Entonces, tratan de quitarte del medio, y a mí me han quitado del medio.
—En La Paz…
—Pues en La Paz no se entendió una forma de pensar que ponía al paciente y a mi personal por encima del orden establecido, lo que me hizo una persona complicada. Cuando dices “no” y “a mi gente esto no se le toca” y “esto se mantiene” y procuras proteger a tu personal y a tus pacientes, pues muchas veces va en contra de lo que piensa el sistema, y el sistema te pone en tu sitio.
—A usted, ¿qué le revienta?
—La falta de previsión. Mira: nosotros hemos preparado varios simulacros de catástrofes en La Paz. Simulábamos que había un atentado terrorista y que, de repente, venían 60 ó 70 u 80 pacientes, que fue lo que pasó, por ejemplo, en el 11-M. Yo pensaba que teníamos que prepararnos para eso, y cada año montábamos un simulacro de este tipo. Pero no solamente eso. En La Paz nosotros éramos el centro de referencia de enfermedades de alta letalidad. Cualquier paciente con sospecha de ébola, por ejemplo…
—Me acuerdo de Teresa Romero, la dueña de Excálibur…
—Pues eso fue una enorme cagada. Porque el personal no estaba preparado. No se preparó a nadie. Y podríamos haber retrocedido en Madrid cincuenta años. Tú imagínate que esa paciente que fue positiva, que estuvo en una peluquería depilándose, hubiera infectado a las dependientas, a su marido… Habríamos tenido un brote de ébola. Estamos hablando de una enfermedad que mata a uno de cada dos. Madrid se habría cerrado al mundo y todavía arrastraríamos el haber sido epicentro de ébola. Fue un auténtico desastre, pero no aprendimos de eso. Fíjate: en 2017, tuvimos casi 300 alertas de gente que cogía un avión, llegaba a Barajas, decía que tenía fiebre y venía a nuestro hospital llegando, a lo mejor, de Guinea Conakry o de sitios en los cuales había ébola. Y nosotros teníamos que meterle en una habitación y hasta tener claro que no tenía ébola, eso era una bomba biológica. Imagínate meterte en una habitación con una persona que, si te infecta, tienes un 50% de probabilidades de morir y de llevártelo a tu casa, que es lo peor. Uno, cuando se hace médico o enfermera, tienes, oye… te expones a un cierto riesgo biológico; pero amigo, llevártelo a tu casa e infectar a tu mujer y a tus hijos… ese es otro tema mucho más serio. Entonces, eso tiene que estar pagado, tiene que estar entrenado. Hay que invertir en eso. En 2017 preparábamos esos esquemas de “qué pasaría si viene un paciente sangrando por la calle”. Es una enfermedad hemorrágica. El “qué pasaría si viene sangrando; si vomita a las recepcionistas; si, de repente, se nos ha pasado, porque estaba en una cama, vomita y dice ‘oye, que vengo de Guinea Conakry’; qué pasa si se nos ha colado por todos los filtros y aparece allí o aquí”. Eso lo tienes que tener controlado. Y saber, en función de lo que pueda ocurrir, qué haces, cómo organizas los circuitos… Con el coronavirus, nadie dijo: “Oigan, ¡que esas informaciones vienen de China!”. No de Alemania o de Reino Unido: ¡de China! ¡Y están construyendo un hospital para tener a mil personas ahí metidas! Oiga, ¿y si esto ha salido de China? ¿Y si ya está aquí? Porque teníamos el sistema montado. Tenemos un sistema epidemiológico que nos localiza todos los años, por ejemplo, las epidemias de gripe. Es tan fácil como haber dicho: “Señores, ahora, en vez de gripe, vamos a hacer PCRs a todo aquel que llegue a un centro de salud con fiebre y síntomas de gripe”. Porque es indistinguible. Y podríamos haber tenido el sistema perfectamente montado y haber descubierto que en febrero ya teníamos aquí la enfermedad. Y haberse adelantado dos o tres semanas, habría salvado miles de vidas. No es que no se hiciera: es que se nos impidió hacerlo, que es peor. No se nos permitió a los médicos de urgencia decir: “Oiga, que es que quiero pedir una PCR a este”. “Ya, pero es que no viene de China”. “Ya, pero, aunque no venga de China, creo que este tiene coronavirus”. “No, pero no viene de China ni del norte de Italia. Entonces, no se puede hacer”. Eso nos impidió el haber sabido, dos o tres semanas antes del 8-M, que ya teníamos coronavirus endémico aquí en Madrid. Pero no solamente eso. Cuando se dijo: “No es un virus respiratorio. No hacen falta mascarillas”. Esa gente que dijo eso no ha visto a un paciente en su vida. Es muy fácil decir eso desde un salón o desde la planta 8 (señala al edificio del Hospital Ramón y Cajal), pero bájate a la –3, que es donde estamos viendo pacientes, y te pones al lado de un tío que está con fiebre y tosiéndote en la cara, y me dices que no hace falta una mascarilla de estas (lleva una FFP2). Vamos a ver, ¿cómo que no es respiratorio? ¡Te tienes que poner en lo peor, y tienes que proteger a tu gente! Te tienes que poner en lo peor, porque no sabes nada del virus. Tienes que pensar que puede ser respiratorio y que puede afectar a la gente cuando alguien tosa. ¿Qué pasó? Que caímos como chinches los sanitarios. Porque no estábamos protegidos. No se previno al personal. Y mucha gente cayó y murió o ha salido de la UVI con grandes secuelas. Y luego, ¿qué ha pasado? Que el virus era respiratorio, que había que usar mascarillas FFP2. Los que estábamos ahí abajo lo decíamos. Yo no atendí ese virus sin mascarilla FFP2. Pero no porque me la dieran, porque me la negaban, sino porque una china me llamó a mi casa y me dijo: “Oye, te doy mascarillas FFP2”.
—¿Perdone?
—Así es. Una china a la que conozco porque voy a su restaurante. Y me llenó el coche de mascarillas FFP2 y de EPIs. Y esas fueron las mascarillas con las que estuvimos trabajando la primera semana. Mientras, nuestros jefes nos decían que no hacía falta. Tú puedes equivocarte, como todos, pero tienes que proteger a tu gente, lo primero. Además, si te pagan por proteger al país, tienes que decir: “Yo espero lo mejor, pero me preparo para lo peor”. Y hay que tener respiradores, mascarillas, EPIs, una infraestructura que ahora no tengo, pero que voy a ir comprando por si acaso. Por si acaso. Por ejemplo: ¿por qué, a día de hoy, tenemos EPIs chinos? ¿No hay ninguna empresa española que haga EPIs? No me jodas, macho. Estamos secuestrados y dependemos de empresas extranjeras. Te pongo el caso de la vacuna: tenemos una vacuna española que será, probablemente, la que acabe con el coronavirus, y oigo el otro día que el CSIC está haciendo un convenio con BioNTech, que es una empresa alemana. Vamos a ver: eso tendría que estar nacionalizado y decir: “Esta vacuna la hacemos aquí. Una empresa en Madrid, otra en País Vasco, otra en Cataluña y voy a llenar el mercado con 30 millones de vacunas de estas. Y encima, se la vendo a los rusos, a los chinos y, ahora, a cambio, quiero 15 millones de la rusa para vacunar ya a mi gente”. Es lo que yo haría. Siempre nos quejamos de que el tejido empresarial está basado en el turismo. Coño, pues básalo en otra cosa, pero seguimos comprando EPIs chinos. Así nos luce el pelo. Se piensa siempre en el corto plazo, y es un cáncer de nuestra sociedad. El “mira, yo compro aquí, que me sale más barato, en lugar de invertir en esto, que en 5 ó 10 años me va a dar beneficios”. Pero nadie piensa en 5 ó 10 años, porque no hay sentido de Estado. Lo hay en Israel. Hay sentido de país. Quizá ese sentido de país lleve a disfunciones. Yo he estado tanto en Israel como en Gaza, y ves cómo viven en Gaza, y dices: “Joder, cómo les tratan”. Pero nadie puede negar que un país de 8 millones de personas tiene al 50% de la gente vacunada. Eso es innegable. Han sido políticas exitosas. Pero aquí no tomamos nota de eso. No creamos riqueza a largo plazo. Es como la inversión en I+D. Esto es como las plantas: tienes que ir regándola y, poco a poco, dentro de unos años, te dará sus frutos.
—Mas nadie piensa en el “dentro de unos años”.
—Dirá el otro: “Dentro de unos años, yo no voy a estar aquí. ¿A mí qué más me da? Yo lo quiero ahora, o en un par de meses”. Y esto no funciona así. Es el gran problema que hemos tenido de falta de inversión brutal, y en el Sistema Nacional de Salud ha pasado lo mismo: una falta de inversión absoluta. Se ha pensado en gasto y no en inversión, y por eso nos ha pillado el toro.
—Doctor, movamos el péndulo al otro lado: ¿qué le reconforta?
—Que somos un país muy solidario. Cuando hemos tenido que hacer cosas y nos hemos tenido que aislar, creo que España ha sido ejemplar. A mí, cuando se le echa la culpa a la gente, que si las fiestas, que si no sé qué… ¡pero si somos el país de Europa que más lleva la mascarilla, que más lleva el lavado de manos! Indocumentaos hay en todos los lados, pero no se puede echar la culpa a la gente. La gente, en general, se está comportando de manera tremenda. Yo creo que la gente no es tonta. Hay que decirle lo que se espera de ella y hablarle como adultos. El otro día, leía un discurso del premier de Victoria, en Australia, que es, como aquí, el presidente de una comunidad autónoma. Con cinco casos en Victoria, confinan durante diez días, como aquí en marzo, y este premier sale diciéndole a la gente lo que pasa: “Tenemos un virus mucho más infeccioso, más letal y más peligroso. Le declaramos la guerra al virus. Y para declararle la guerra al virus, es muy doloroso, pero hay que hacer esto, esto y esto. Mucho ánimo. Entre todos, ganaremos al virus y tenemos algo que no tiene ninguna otra parte del mundo: que hemos vencido al virus y que podemos vivir con una determinada normalidad, y eso cuesta esto, esto y esto”. Eso es lo que quiere escuchar la gente. No quiere escuchar penurias, reducciones de aforos y tal. Así no se puede vivir. Entiendo que la gente esté cansada porque, claro, llevamos un año viviendo con miseria. Se puede vivir con otra manera, pero para eso hay que hacer un esfuerzo grande ahora para luego sacar rédito. Pero volvemos a lo mismo: en vez de cuatro, seis en terraza. No es el momento de hacerlo. Llega a 50 de incidencia acumulada y entonces abre. Y abre sin mascarillas. Y podrás tener otra estrategia. Pero aquí se ha optado por la convivencia, y la convivencia es un error.
—Reza el tópico que “la salud es lo más importante”. ¿Ese tópico ha perdido vigencia?
—Hasta que tienen que intubarte. Cuando hay que intubarte… La gente piensa en su negocio, en las facturas y tal, hasta que hay que decirle: “Mira, te tengo que dar la vuelta porque te estás ahogando”. Cuando ya le das la vuelta, la cosa cambia. Y cuando dices: “Aun así, hay que intubarte”, entonces, durante esos últimos momentos que van desde que te ponemos la medicación, te ponemos el tubo y vas a la UVI, te aseguro que no piensas ni en la factura de autónomos, ni en el bar que tienes ni tal: piensas en tus hijos, en tu mujer y en tus seres queridos, y en que a lo mejor no los ves más. En ese momento se te aclara todo. Lo malo es que, a veces, no se te vuelve a desaclarar. Esa es la pena. A muchos les cambia la vida. A Boris Johnson le cambió la vida radicalmente. Mira, un profesor mío decía que a todo hombre, cuando le van a sondar, cuando le dicen “voy a meterte un tubito por el pito”, ya podía ser el Rey de España o el trabajador más humilde, que sólo te sale decir: “Dios mío, Dios mío”. Iguala a todos eso.
—“Ningún siervo puede servir a dos amos (…). No podéis servir a Dios y al dinero”, reza el Evangelio según san Lucas. En una situación como la que vivimos, ¿se puede servir a la salud y al dinero?
—Sí. Pero hay que ser ambicioso. Fíjate: países que han apostado decididamente por la salud, luego han tenido mucho rédito económico. Australia, por ejemplo: un país que ha ido directo en una guerra declarada al virus, ahora, ves las imágenes y están viviendo sin mascarilla, los colegios están abiertos, hacen fiestas, hacen bodas… sale rentable. El problema es que aquí hemos mirado el corto plazo: el verano, las navidades, la Semana Santa… En vez de mirar a hacer un país atractivo, con covid 0, la gente vendrá en verano… pero claro, si empiezas a abrir ya para Semana Santa, te vas a mantener en unas olas… Al final, lo dice el FMI: la gente no sale. No es sólo el confinamiento: la gente tiene miedo a salir, no gasta, y es lo que realmente hunde la economía. Aquí en Madrid hemos optado por medidas mucho menos restrictivas, y el PIB de Madrid no se ha disparado respecto a otra serie de comunidades. Y eso es porque no hemos hecho atractivo el tema para que la gente venga, gaste y salga con alegría. Vivimos en la miseria permanente.
—Que a la gente le entre por un oído y le salga por el otro que un día mueren 500 personas, y otro 600, y otro 400, etcétera, es síntoma de…
—De agotamiento. La gente se comporta como gente. Nos quejábamos mucho en verano de los jóvenes. Joder, los jóvenes se comportan como jóvenes. Todos hemos sido jóvenes y nos hemos saltado todas las restricciones. Nos ha faltado saber cómo llegar a los jóvenes, tener campañas adecuadas… Veo las campañas de Tráfico, que muchas veces se ha dicho de ellas “joder, qué fuerte, qué gore, no sé qué”…, bueno, pues a lo mejor nos ha faltado eso. Y, sobre todo, nos ha faltado liderazgo. En España no hay líderes. ¡Es que no los hay! Entonces, es imposible seguir a quien no crees, con quien no comulgas y con quien te dice una cosa, te entra por aquí y te sale por ahí. En otros sitios sí ha habido líderes. Merkel es una líder. O Andrew Cuomo, en Nueva York. Personas que, joder, han salido, han tenido un discurso, y la gente les ha seguido. Aquí no. Aquí no hemos visto eso. Simón se quemó en la primera declaración que hizo, y después no hemos tenido a nadie que dijera “acepto la responsabilidad y acepto las culpas”. ¿Quién ha pedido perdón en este país? Ves a Merkel, el otro día, al de Portugal, a Boris Johnson: han pedido perdón. Aquí no pide perdón nadie, macho. Y hemos sido líderes de lo peor en las tres olas. “Señores: perdónennos. Nos ha pillado el toro a todo el mundo, y también a nosotros. Y yo pido perdón por nosotros”. Pero en este país, quien pide perdón se hace el harakiri político.
—Se insiste en lo de concienciar a los ciudadanos. En los medios, el adjetivo “irresponsable” se utiliza tanto o más que “resiliencia”, “empatía”…
—Sí, es verdad (risas).
—Usted ha abogado por “concienciar al político”. ¿Cómo se hace eso?
—Lo primero es tener un comité de expertos que llevase las decisiones técnicas a la política. “Usted tiene que hacer esto porque se lo decimos 33 personas. Y me da lo mismo que usted sea de derechas, de izquierdas o de centro. Me da lo mismo: usted tiene que confinar”. “Yo no voy a confinar”. “Pues nos tendrá enfrente. Si esto es una decisión técnica, usted confina”. Creo que para el político hubiera sido más sencillo: “Señores, ¿por qué hago esto? Porque me lo dicen estos”. ¿Qué pasó? Que empezamos con Simón, que había detrás, parece, un comité de expertos, que luego ya no había tal comité de expertos y resultó ser la gente del CCAES, pero nunca nos hemos basado en un consenso de expertos para decir: “Señores, tomo esta decisión, basada en estos siete artículos que avalan, por ejemplo, las mascarillas, los aerosoles o el confinamiento”. Nunca ha pasado esto en España. Ha habido decisiones políticas basadas en la política y en la economía. ¿Por qué se intenta confinar Madrid hace unos meses con una incidencia acumulada de 500, y cuando tenemos 1.000 no convenía? La gente no es tonta. Ahora nos dicen que nos confinemos, pero para salir a votar a las elecciones, ¿sí puedes salir a votar? ¿A qué jugamos?
—El, hasta hace unas semanas, máximo responsable político de la gestión de la pandemia, el exministro de Sanidad, Salvador Illa, ha ganado las elecciones en Cataluña.
—Es curioso, ¿no? Pero es verdad que en este país hay mucho voto cautivo. Siempre me ha sorprendido cómo en EEUU, aunque hay gente que es demócrata o republicana convencida, en general, se tiene que hacer el esfuerzo de conseguir su voto. Aquí, en España, hemos siempre de derechas o de izquierdas.
—De un equipo.
—De un equipo. Y, efectivamente, ahora tenemos más equipos, pero es verdad que la gente sigue fiel a sus equipos. Es verdad que hay algunos indeterminados, gente que sale a votar más o menos… A mí me sorprende que alguien que lo ha hecho tan absolutamente mal, con una gestión tan desastrosa, vaya donde vaya y gane las elecciones. Es una cosa curiosa de ver. Dicen: “Tiene mucho talante”. Tendrá mucho talante, pero las decisiones sanitarias… Ojo, tampoco es culpa suya: recordemos que, en los últimos veinte años, el Ministerio de Sanidad ha sido un auténtico chiste. Entonces, este señor se ha encontrado con lo que había: un chiste de ministerio. Entonces, dentro de que es un chiste de ministerio, y de que ha estado doce meses, pues ¿qué vas a hacer? Se nos han visto las costuras de un sistema que hace aguas por todos los lados. No tenemos un sistema sanitario de Tipo A. Lo tenemos de Tipo B. Y hay que decírselo a la gente. Ya no es de Tipo A. Era de Tipo A hace unos años, pero ya no lo es. Es de Tipo B. Y no es de Tipo C porque los que estamos allí nos estamos dejando los cuernos para que no lo sea. Pero la gente se va. Emigra del país. Porque fuera se paga mejor y se tiene mayor reconocimiento. Eso es un problema: hoy no se encuentran médicos. Ni enfermeras. Por mucho que busques, no los encuentras. No los hay. Es lo que nos ha pasado en Madrid. Madrid no es atractivo para trabajar: la vivienda es cara, el trabajo no está bien pagado… Vivir en Madrid no te sale rentable. Dices: “Me voy al País Vasco, cobro mucho más y, encima, la calidad de vida es mejor”. Habrá que hacer atractivo el sistema. Sobre todo, la base del sistema, que es lo que más está deteriorado: Primaria, Urgencias… Es un grave problema.
—Me pregunto si el político se dejaría concienciar… Me pregunto, en general, qué se puede hacer con las personas con las que no se puede hacer nada.
—Volvemos al sentido de Estado. ¿Alguien quiere, realmente, arreglar o pelear por este país más que por supuesto? Yo lo dudo. No veo políticos así. En cuanto tocan moqueta, ¡fíjate cómo cambian las cosas! El tema este de la luz. De verdad, no voto a nadie, pero ves a unos que dicen: “La luz no la subiremos nunca”. Luego llegan al poder y sube la luz más que nunca. Dices: “Pero bueno, vamos a ver, ¿estos señores no habían dicho que…?”. Hace falta gente que tenga sentido de Estado y diga: “Voy a ir hasta el final, me echarán la culpa de todo, seré el culpable, pero esto lo dejaré arreglado. Puede que dure dos, tres o cuatro meses, pero esta es mi filosofía, mi política”. Pero eso no pasa. No lo vemos.
—Por cierto, si yo le digo “negacionistas”, usted me dice…
—Es gente que por más que le razones… Cuando te razonan con un vídeo de YouTube… Vamos a ver, ¿qué me estás contando? Es imposible. ¿Quién sale en este vídeo? “Es un médico”. Venga, es un médico. Empiezas a tirar y ves que ya no ejerce porque no sé qué, no sé cuántos… Ha habido gente que ha pensado en grandes conspiraciones, que le encanta eso y por más que le intentes convencer, tiene explicación para todo: por qué se muere la gente, el virus no existe, esto es una gripe, los hospitales están vacíos… Yo creo que en España hacen poco ruido. Al final, hace poco salió una chica brasileña negacionista que se murió con 22 años… Lo que hablábamos: cuando te meten el tubo por el pito, se te quita la tontería rápido. La gente cambia radicalmente.
—Pasemos al cuestionario literario. Doctor Carballo, ¿contra qué vacuna un buen libro?
—Contra la ignorancia. Y hay mucha. Un buen libro, un buen viaje… el tener diferentes puntos de mira es vital. Creo que en lo mejor que puedes invertir tu dinero es en libros y viajes. Pensamos que somos el ombligo del mundo porque aquí, en España, se vive de manera maravillosa, pensamos que no sé qué, y cuando sales fuera dices: “No digo que no vivamos bien, pero en otros lados tienen otras maneras de vivir, etcétera”. Y es muy interesante. Un libro te enseña a pensar de otra manera, te metes en otros mundos… Un libro es lo mejor que se le puede regalar a un niño. Todos los meses voy a la biblioteca con mis hijos. Todos los meses. Y sacan tres o cuatro libros, luego los cambiamos, y yo creo que eso es clave. Se nota muchísimo la persona que lee y la que no lee. Y es lo mejor que le puedes regalar a un niño, tengamos nosotros cultura o no, ¿eh?, independientemente de que sepas o no sepas. Que lean de derechas, de izquierdas, de centro, de arriba, de abajo: es vital.
—¿Recuerda cuál es el primer libro que leyó?
—Soy muy de Stephen King. Me encanta. Y me acuerdo muchísimo de It. Le tengo un respeto tremendo. Fue una lectura tremenda. Lo tengo en un sitio específico para que, cuando crezcan mis hijos, porque todavía son pequeños, decirles: “Leeros este libro”. Hace poco me leí la segunda parte de El resplandor, Doctor Sueño, y me encantó. La peli no me gustó, pero el libro sí. Yo leo mucho. ¿Sabes qué pasa? Que últimamente leo mucho de temas médicos. Entonces, me cuesta leer por placer, porque no tengo tiempo. Y soy un fan de la ciencia ficción.
—¿Alguna obra que alimentara su vocación?
—El médico, de Noah Gordon, es una de ellas. Yo, desde los ocho años, quería ser médico. Es una de las cosas que tenía clarísimas. Gracias a Dios, me dio la nota para serlo. Algunas veces me he arrepentido y he dicho: “Fíjate, hubiese ganado más en otra cosa…”. Hoy hablábamos de un compañero nuestro que tenía que arreglar unas luces y no sé qué. Por dos horas, le han cobrado 150 euros de mano de obra. Y dices: “Joder, macho, nos hemos equivocado” (risas). Pero luego es verdad que esta profesión tiene cosas que no te las da ninguna otra. O sea, cuando salvas una vida… eso no está pagado en ningún sitio. Ese subidón… Es como quien mete un gol en la final de la Champions.
—¿Qué obras conformarían la Santísima Trinidad de su biblioteca?
—Te digo cinco. Mis libros de referencia serían It, de Stephen King; El juego de Ender, de Orson Scott Card; Fundación, de Isaac Asimov; El médico, de Noah Gordon, y Soy leyenda, de Richard Matheson. Luego, me gusta mucho Territorio comanche, de Pérez-Reverte. Me divertí mucho con ese libro. Y Cien años de soledad me gustó mucho. Yo he sido muy de ciencia ficción. A Isaac Asimov lo he leído mucho.
—¿Algún autor u obra que no soporte?
—No. La verdad es que no. Siempre que empiezo un libro, lo acabo. Me puede costar más o menos. Recuerdo que en el colegio nos obligaron a leer Don Quijote de La Mancha y, claro… esa me costó leerla. Mira, y otra que me gustó mucho: La colmena, de Cela. Y Los pilares de la tierra.
—¿Qué está leyendo ahora?
—Mira, ahora tengo tres libros. Uno de una youtuber, La gata de Schrödinger, que es una chavala que ha escrito un libro que se llama Eureka. Luego, tengo uno de historia de la medicina, que es una especie de cómic muy interesante. Y otro de investigación médica, muy técnico. Echo en falta leer por gusto. Leo muchas cosas demasiado técnicas, joder, y a veces satura. Leo muchas cosas de gestión. Me encanta la gestión hospitalaria. Ah, y me acabo de comprar un libro sobre liderazgo basado en el épico viaje al polo de Ernest Shackleton.
—¿Ha encontrado en los libros alguna verdad fundamental?
—He encontrado muchas. Sobre todo, te das cuenta de cómo es el ser humano. Desde muchos aspectos: hay gente muy buena, gente muy mala… La maldad existe, y muchas veces en estado puro. Y en los libros te das cuenta: “Joder, este personaje es auténticamente malvado”. Los libros te ponen en antecedentes. La biografía de Hitler me encantó.
—¿La de Ian Kershaw?
—Sí. Y la de Steve Jobs, de Walter Isaacson. Es muy buena y muy divertida. Me reí muchísimo. Te muestra lo cabrón que era el personaje a nivel personal y el genio que era a nivel de negocio y de empresario. Era un auténtico genio. Pero, a nivel personal… Niega a su hija, ni siquiera le pasa la manutención a la madre…
—Neruda hizo algo parecido con una hija hidrocéfala.
—Pues este igual. No quería reconocer a su hija por sus santos huevos y la otra estaba prácticamente pidiendo. Al final de su vida, ya la reconoció. Ah, mira, y te recomiendo un libro muy bueno que se llama La casa de Dios. Es un libro de un residente de EEUU. Se ve cómo son sus experiencias, sobre todo en urgencias. Es un libro muy divertido, se lo recomiendo siempre a los residentes. Y lo tengo en mis libros de cabecera. Y El principito, que se lo he regalado a mi hija. Sí, he sido siempre muy lector. He hecho mis pequeñas incursiones en la literatura clásica, y cada vez me gusta un poco más. Yuval Noah Harari también me gusta mucho.
—Vamos terminando. ¿Cuál será, en su opinión, la mayor lección que habrá aprendido la Humanidad durante la pandemia? Si es que ha aprendido alguna…
—Muy buena pregunta. (Piensa) Mira, yo creo que nos hemos enfrentado a un elemento ligado a la extinción. Hablamos del cambio climático, pero te queda muy lejos. O sea, cuando tú ves morir a gente de esa manera, en palacios de hielo, con los cadáveres apilados y tal… Realmente, hemos tenido suerte con lo que nos ha tocado: nos podía haber tocado un virus respiratorio tipo ébola, o que hubiese matado a niños, y ahora estaríamos en clanes, matándonos por un bote de garbanzos. Imagínate: es un virus respiratorio, te lo llevas a casa y, para los niños, tiene una mortalidad del 20%. Yo, desde luego, no hubiese ido a trabajar. ¿Un virus que me puedo llevar a mi casa y matar a mis hijos? Pero como yo, el que se ocupa de la luz, del agua, del internet… Se hubiera deshecho la sociedad. Hemos tenido suerte: de momento, tiene una mortalidad del 1%. Y hemos aprendido que un estornudo en China barre el globo de manera brutal. Y ahora tenemos que aprender que si no vacunamos a todo el globo, la variante de Bangladesh o la de Burkina Faso te puede matar a ti o a tu familia. De esta saldremos, pero vete tú a saber… Cada seis años, desde el 2000, nos golpea una pandemia. A saber la próxima que tendremos. Y si no hemos aprendido a enfrentarnos a ellas de forma global, estamos jodidos.
—Para finalizar, ¿“saldremos mejores”?
—Saldremos menos. Eso, seguro. No sé si mejores. No creo que en España salgamos mejores, francamente. No hemos aprendido nada a día de hoy, ¿eh? Seguimos enfrentándonos a la tercera ola como nos enfrentamos a la segunda y a la primera. Ves los telediarios y los políticos se están pegando hoy exactamente igual que hace diez meses. No ves ningún gesto que digas: “Joder, qué gesto de sacrificio”. No se ve. No creo que salgamos mejores. Vamos a salir menos, más pobres, y pensando cada uno en lo suyo. Los catalanes con el independentismo: ¿qué ofrece España para seducir? La gente no es gilipollas. El independentista no nace independentista. ¿Cómo convenzo a alguien de que es español? Si no ofreces nada atractivo, la gente se va. Joder, tú vas a Cataluña y da gusto. Y si no ofreces nada destacable, si no tienes líderes que enganchen a la gente… es muy complicado. Reino Unido se ha separado de Europa. ¿Qué ofrece Europa? Estamos mostrando la debilidad del bloque europeo ahora con las vacunas. Hemos ido después de Rusia, de Reino Unido, de Israel, de Emiratos Árabes, de EEUU…
—El lío de los contratos fue una astracanada.
—Eso muestra una debilidad tremenda. Eso no se lo han hecho a EEUU ni a Rusia ni se lo van a hacer a China. Pero se lo hacen a Europa. Y lo mismo pasa con España. Fíjate, yo siempre he pensado que la gran apuesta sería la de unirse con Portugal.
—¡Es usted iberista!
—¡Viva Iberia! Lo que pasa es que a lo mejor los portugueses no querrían. Vas a Portugal y da gusto. Vas a Lisboa, a Oporto, al Algarve… me encanta. Sería la solución: Iberia, un país fuerte.
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