Fotografías: ©Victoria R. Ramos.
Antonio Pérez Henares es guadalajareño, alcarreño y bujalareño. Hijo de obrero que emigró al País Vasco («ahí me crie y de ahí viene mi apodo, Chani»), fue del Partido Comunista («que no tenía entonces nada que ver con lo que tengo que soportar ahora»), y cuando iba a las citas clandestinas durante la dictadura, llevaba el Triunfo bajo el brazo para disimular. Si cada Noche Literaria de Paradores destaca por presentar un ambiente radicalmente distinto, en esta ocasión dominaba la sensación de estar en casa. De fiesta para iniciados e íntimos. De estrella del equipo local tocado con sombrero de Indiana Jones. Chani Henares no sólo ha presentado prácticamente todos sus libros en Sigüenza, sino que entre el público se arracimaban amigos, familiares, lectores habituales y paisanos que le vieron, allá en sus años mozos, terminar en el pilón con el novio de la reina de las fiestas en alguna noche de juerga.
Con el sombrero bien calado o en la mano, dice estar harto de propaganda y política, y deja claro su deseo de tener tiempo para escribir y, sobre todo, volver a viajar. Encarnaba entre las paredes del Parador a ese personaje a caballo entre el aventurero y la colorida figura local, que lo mismo relata aventuras vividas con De la Quadra Salcedo en la Ruta Quetzal que historias de cuando el periodismo era otra cosa, o curiosidades y descubrimientos de los mejores paleontólogos españoles. Acodado en el bar del Parador de Sigüenza, bajo el sol de media tarde, casi se le podría tener por algún pistolero de las viejas películas del Oeste que, a falta de caballo, enarbola pico de oro y sentido del humor (aunque sabe manejar la escopeta).
De mirada límpida, carcajada pronta y pocos pelos –o ninguno– en la lengua, el escritor y periodista no sólo estaba visiblemente encantado de estar “en casa”, sino de dar respuestas sobre periodismo, feminismo o política, pese a que él en realidad de lo que quería hablar era “del Paleolítico, por favor”. No en vano acaba de publicar La canción del bisonte (Ediciones B), la historia de un tiempo previo al exterminio de una especie humana por la otra, de cuando imperaba el matriarcado del culto a la diosa madre y el misterio de la vida, y el hombre convivía con la naturaleza sin dominarla. Un tiempo en el que el lobo ártico y el ser humano unieron lazos para siempre.
Antes de entrar en materia, empieza recordando su propio pasado respondiendo a las primeras preguntas del anfitrión habitual, Ramón Ongil: «Luchamos por la libertad, y no sólo nosotros. La lucha por la democracia fue de toda la sociedad española, de la derecha, del centro y de la izquierda, y logramos hacer algo verdaderamente maravilloso, apostando por la reconciliación nacional y olvidando los odios. Tengo el máximo orgullo de haber formado parte de eso y de tener ahí mis mejores amigos, que miramos hacia el futuro y apostamos por la reconciliación nacional. Lo conseguimos, y ahora lo están jodiendo una panda de adanes, diciendo que los que combatimos por la libertad éramos el Régimen del 78. Eso es insultarnos. Yo tengo el más profundo orgullo por mis años en el PC de entonces, que no tiene nada que ver con lo que ahora tengo que soportar. Se llamaba Partido Comunista de España. A mí nunca me ha quemado en la boca la palabra «España». Yo lo que no voy a ser nunca es «estepaisino», como son esta banda de bobos encabezada por una pléyade de políticos que son como «ganao»… ¡Hay que ser idiota para decir diecisiete veces «este país» en una entrevista! Es que les quema en la boca. Hay que ser profundamente idiota”.
Acerca de su último libro, La canción del bisonte, sobre el ser humano de hace cuarenta mil años, el escritor y periodista dice: «Desde niño he querido escribir sobre la prehistoria, desde que tuve uso de razón. La considero la edad de oro de la humanidad. Me parece un momento fascinante, yo soy una persona muy emocional, mi pasión es la naturaleza, y ese fue el momento en el que la relación entre lo natural y el hombre era de una intensidad total, donde no hay dominio, donde la naturaleza era tu madre y no tu esclava. Es un tiempo en el que empieza el despertar del sueño el hombre, donde empiezan el arte y la música. Ese hombre del Paleolítico no es un hombre bestial, sino un ser plena y fieramente humano. El Paleolítico es el momento más clave del matriarcado. El linaje es el linaje de la madre. Rinden culto a la diosa madre, a la fertilidad, a las Venus, al gran misterio de la vida. Todo gira en torno a las madres y sus fuegos. El clan era de cazadores y recolectores. Tenían las mismas pasiones, las mismas sensaciones y las mismas preguntas que nosotros, y además ellos sabían hacer fuego; nosotros hoy no podemos sin mechero».
«No eran unos seres tan «primitivos» como se los llama. Claro que se enamoraban y miraban a la luna. Solo un mero parpadeo los separa de nosotros. Lo que distingue al hombre de los animales es que sabe que es mortal. Ahí se produce la libertad y el vacío. Y además es al mismo tiempo el momento en que comenzamos a ser capaces de amparar a otro congénere que en la naturaleza no podría sobrevivir, pero al mismo tiempo somos capaces del odio y de matarnos entre nosotros, de esa mezcla de ángel y demonio que la humanidad lleva implícita. Pero las preguntas son las mismas: «¿Qué hacemos aquí?» De ahí los ritos funerarios de los cromañones y los neandertales. Aquí, la cueva de los Casares es uno de los ejemplos, donde hay yacimiento al mismo tiempo neandertal y cromañón».
“El brujo arrojó al líquido hojas de plantas extrañas, raíces y flores que sólo él conocía. Con ese líquido se sentirían fuertes y sus pulsos cogerían el latido necesario para asaetear la lanza con fuerza y precisión. El rito les haría valientes ante los uros”.
«Ya los neandertales usaban el hongo que es el origen de la penicilina. Las cuevas siempre tienen los paneles de los cazadores, y en otro lado el culto a la diosa, con vulvas y venus. La sabiduría de las plantas la conocían, y tocaban y bailaban. Yo tengo una fascinación enorme por el mundo de los perros, porque todos, hasta el último, vienen del lobo ártico. Es el animal más inaudito y hemos trazado la relación más increíble de la naturaleza: dos especies organizadas jerárquicamente y muy buenos predadores se alían en el Paleolítico como cómplices, para ser el olfato y el oído del otro, y llega hasta hoy. Cuando nos volvemos ganaderos es diferente, es para comérnoslos. El hombre quiere ahora volver a la naturaleza como si fuera una postal, y en esa naturaleza ara, caza y tala leña la gente. Parece que se cree que los filetes nacen en las estanterías de los supermercados».
Pasando de ahí a sus inicios y convicciones como escritor, dijo que «yo reivindico la narración clásica. Todo el mundo sabe quiénes son Mowgli, o Ivanhoe, o Colmillo Blanco, o el pirata de La isla del tesoro, o Frodo, o Alatriste. Son las grandes novelas que quedarán. No me avergüenzo de haberme leído todo Salgari, y reivindico a Zane Grey. El último mohicano es una maravilla. Pero a veces no queremos reconocer lo que nos gusta, y en vez de eso decimos «qué bien escrita está» una cosa que vamos por la página 15 y no entendemos. Yo quise escribir sobre la Prehistoria desde que tuve uso de razón. Desde niño. Cuando digo que esta es mi tierra, es que yo pertenezco a ella. Cuando vengo, asomo por los altos de la Alcarria, veo todo el valle del Dulce, y cada terrón es un recuerdo. En mis novelas el paisaje, la tierra, es un elemento que tiene un gran protagonismo. Siempre quise escribir Nublares. Hoy se escriben muchas novelas, pero ¿qué nos queda de las novelas a nosotros? Quedan los personajes y la vibración. Yo prefiero escribir novelas con personajes, con vida, con aventura, que hablar de mi ombligo».
Una curiosidad sobre su libro son los nombres de los protagonistas: Autillo, Nublo, Ova o Ababol. «Como un guiño de cachondeo he dejado algunos nombres en euskera, como Armintxe, porque como dicen que son tan antiguos… Pero los demás son nombres de la naturaleza. El Autillo es un niño resguardado al fondo de la cueva que está mirando continuamente, por ejemplo. Ova es una alga filamentosa muy alargada con la que se puede pescar. Ababol, una de las palabras más hermosas en lengua castellana, es el capullo de la amapola, que les gustan mucho a los conejos. Los indios de la praderas norteamericanas también tienen nombres que tienen que ver sistemáticamente con la naturaleza o con algo que han hecho o con alguna característica suya».
«La narración es contar, y tiene un primer origen oral. Mi vocación de narrador viene de mi abuelo Valentín, que nos contaba cuentos que había oído él antes o que directamente se inventaba, con lobos y con un tatarabuelo muy alto que teníamos, y él no sabía de gramáticas ni de ortografía. Yo tengo un problema, y es que no pongo un acento así me maten, así que en el periódico vuelvo locos a los correctores, y un día leyendo a Seco sobre Cervantes se me abrió el cielo, porque él tampoco los usaba. Ni comas ni leches». [risas] Un día, años más tarde, en Durango me compré Flor nueva de romances viejos, de Menéndez Pidal, y llegué al de la loba parda. «Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada / las cabrillas altas iban, y la luna rebajada. / Mal barruntan las ovejas, no paran en la majada. / Vide venir siete lobos por una oscura cañada, / venían echando suertes cuál entrara a la majada». Leí el comienzo, cerré el libro, lo seguí recitando de memoria y me quedé pensando de dónde lo sabía. Escribí a mi abuelo y me lo envió escrito, con palabras como «hestube» con hache y con be, pero era un romance del siglo XIII que él se sabía por transmisión oral. El español es a las lenguas algo tan valioso como el petróleo, y sin embargo lo despreciamos. Es algo atroz. Pero cada vez se lee más novela histórica y se lee más en español».
A continuación, habla de su proyecto de agrupar a escritores españoles de novela histórica: «El año pasado durante la Feria del Libro empecé a hablar con gente como Eslava Galán, Javier Sierra, Santiago Posteguillo, Lorenzo Silva o Isabel San Sebastián, pensando que el auge de este género tiene que ver con un movimiento de fondo muy interesante: los españoles están hartos de que les digan que tienen que avergonzarse de sus propios nombres, símbolos, palabras e historia y quieren reencontrarse con ellos mismos y con su pasado. Es un movimiento profundísimo y potente en el que tiene que ver mucho la novela. Porque la educación fragmentada actual, y no solo en las comunidades con fenómenos separatistas, es una auténtica tergiversación de nuestra historia. Es que se miente sobre nuestro pasado. España, lugar donde hasta los neandertales y los cromañones se cruzaron, se invadieron y se enfrentaron, hizo el mundo el doble de lo que era con sus expediciones a América. Este país al que había invadido todo dios hasta 1492 se hartó y se fue a invadir al mundo y le dimos la vuelta, lo globalizamos, comunicamos al mundo, y parece que nos tenemos hasta que avergonzar de eso. Miramos la historia con criterios del siglo XXI y le echamos la bronca a Cortés, aunque Moctezuma nos parece bien. En la historia inmensa de un gigante hay sombras gigantescas, hay que afrontarla con normalidad, sin glorias imperiales ni como si cargásemos con el pecado universal. Está esa idea de que España es facha, hasta los Barca eran fachas, hasta los cartagineses Magón, Asdrúbal…». Pérez Henares desarrolló esta idea, con sus motivos, objetivos y próximos eventos, hace unos meses en un artículo para Zenda.
“Las mujeres eran el suelo, el armazón y clan en sí mismo, y los hombres quienes iban y tornaban”
A continuación, Chani menciona algunos de los detalles de la vida del ser humano del paleolítico: veneraban a diosas, fabricaban abalorios, usaban plantas estimulantes antes de salir de caza y desde luego, nada de ir en taparrabos a veinte bajo cero. También agradece la ayuda de expertos como Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell, José María Bermúdez de Castro o Enrique Baquedano, cuya amistad califica de «todo un chollo, porque la paleontología española está a la cabeza absoluta del mundo». El cambio en el papel de la mujer fue una de las cosas que fue aprendiendo: «Eso cambió en el Neolítico, hace ocho o diez mil años. Cuando se pasa de recolectores a cultivadores y hay que transmitir la propiedad de la tierra al hijo, hay que saber que es hijo tuyo, y es cuando se produce el mismo proceso que con los animales domésticos, que hasta entonces se cazaban: se estabula a la mujer y aparece la sumisión, que se nota también en los mitos religiosos. Del culto de la diosa madre se pasa al culto a los dioses hombres. Robert Graves habla de esto en El vellocino de oro, con el fin del matriarcado por ejemplo en la isla de Mallorca, a donde donde llegan los barcos de Jasón y la sacerdotisa de la diosa los manda matar, porque dicen que es antes la semilla que la tierra. El matriarcado estaba acabando y nace el patriarcado del Neolítico. También Engels, el cuñado de Marx, escribió sobre esto, pero hoy ya nadie lee a los clásicos».
El tema de la educación lleva al tema candente de los masters: «Lo que habría que mirar de cada uno es el Informe de Vida Laboral, como el que llevo yo ahora siempre conmigo, con los años cotizados. Aquí pone que yo tengo 53 cotizados, pero me quitan cinco mil y pico días, porque están duplicados, y se me quedan en 39. Y eso que en Pueblo, como era del sindicato, no me dieron de alta. ¿Masters? Miguel de la Quadra, perito en selvas. Manu Leguineche en humanidades. Y Raúl del Pozo en noche. Tengo tres masters cum laude. Y no cuento otros”. [risas]
«Yo me he enamorado mucho en Sigüenza, tres o cuatro veces que yo recuerde, fijo», afirma entre las risas del público el autor que mezcla historias de copas y chapuzones en la Fuente de los Cuatro Caños y las coplas al Tranfullas, que tenía la boca un poco dura e iba por vino a Sacedón, o menciones a los «Sánchez de toda la vida», para el regocijo de los locales y de los parientes que abarrotan el Salón del Trono. Esas historias se mezclan en esta singular tarde con las de leones cavernarios: «Cuando una fila de cazadores avanzaba, el león se retiraba. Yo he visto a niños masáis correr a un león con un palo. Porque el león sabe que el hombre sabe matar y herir a distancia con lanzas. Un león herido va a morir, se cargue antes o no a tres masái. Por eso ganamos a los neardertales, porque matábamos a distancia».
Después vino el turno de preguntas de los estudiantes de los institutos de secundaria locales. Sobre los libros que le influyeron, Pérez Henares respondió que En busca del fuego, de los hermanos Rosny, cosa que comparto con Juan Luis Arsuaga. Es una de esas novelas que algunos llaman «menores» pero que tiene una gran fuerza, aunque hoy científicamente se sostenga poco, y la película de Jean-Jacques Annaud es digna de verse». Para escribir sobre esos personajes tan distantes en el tiempo «hay que leerse las últimas investigaciones e interpretaciones e intentar meterse en su cabeza, y además, como periodista yo nunca renuncio a ir en persona a los sitios, a las cuevas. Tienen algo mágico. Para escribir El rey pequeño sentía que tenía que ir a las almenas de los castillos medievales, a las abadías románicas y a los campos de batalla, y aquí es lo mismo. Hay que ver los paisajes, los restos, los instrumentos, porque es lo único que tenemos de ellos. Pero a cambio, eso te permite soñar más, porque no tienes un legajo diciéndote con quién estuvo casado un rey, así que te lo puedes inventar. Nadie te puede llevar la contraria. Pero al final explico mis licencias literarias, como un bisonte pintado siglos antes de que ocurriera de verdad, pero del que no cabe duda que lo pintó un genio».
Sobre la cuestión de las relaciones entre neandertales y cromañones, «cuando escribí Nublares en el 99 ya hice un híbrido de ambas especies ahí, porque Juan Luis me dijo: «Tú sueña». Luego el ADN ha demostrado que en todos nosotros queda algo de la vieja estirpe neandertal, entre un tres y un cuatro por ciento en la población euroasiática, que nos vino muy bien, porque nos ha dado inmunidad contra algunas enfermedades. Hubo hibridación seguro. Hay discusiones sobre qué pudo pasar, hubo intercambio cultural, hubo hibridación, que a lo mejor no fue una guerra propiamente dicha… Parece que los fuimos arrinconando contra el arco mediterráneo, los empujamos contra el mar, les dejamos los territorios más inhóspitos y se fueron extinguiendo, pero claro, tuvimos algo que ver, extinguimos a la otra especie humana que en el mundo ha sido».
Las dos últimas preguntas fueron sobre la posibilidad de un nuevo matriarcado y sobre el papel de la mujer en el pasado y en el presente: «Yo preferiría estar en la igualdad, y sin memeces. Cuando se habla de «discriminación positiva»… La discriminación siempre es negativa, así que tonterías las justas. Lo que hay que dar es las mismas oportunidades a las personas. El sometimiento de la mujer durante ocho mil años ha sido una auténtica atrocidad, pero no se puede llegar ahora al hembrismo para vengarse otros ocho mil… No creo que haga falta, porque es lógico, hay más hambre. ¿En los expedientes académicos quienes van mejor son ahora las mujeres? Pues que ganen en buena lid, y que espabilemos nosotros. El otro día vi una foto de una nueva hornada de jueces, y de veintitantos solo cuatro eran hombres, porque las oposiciones las habían ganado ellas. Así que a apretar los dientes y a remar. Yo ya soy mayor, tengo 64 años, y en la sociedad occidental y liberal es donde he visto el cambio más enorme, gratificante y positivo, en la situación de la mujer. Cuando yo era chaval una mujer no podía abrir una cuenta bancaria si no se lo permitía su marido. Hoy, cruza el Estrecho y cuéntame las reivindicaciones feministas en el Chad o en Mali. Las movilizaciones de las mujeres, de las que me siento orgulloso, son posibles aquí, en el mundo occidental, porque hay libertad».
De regalo final, y dada la afición del invitado a la caza, una escopeta de la que dijo: «¿Pero tira o no? Bueno, gracias, pero con esto no me voy de jabalíes».
De postre: periodismo y culto a la diosa
“Aquí el culto a la diosa ha permanecido como en ningún sitio: yo he visto a los mineros rojos asturianos declarar persona non grata a Camilo José Cela por meterse con la virgen de Covadonga, con la Santina. He visto a un millón de personas en el Rocío enfervorecidos con la Blanca Paloma, diosa de las marismas. Y allá donde he ido en América, donde lo va hispano es la virgen, es la madre. En un país como Cuba te puedes meter con todo menos con la virgen de la Caridad del Cobre. En México con la de Guadalupe. Hay un culto que prevalece y que cada primavera me doy cuenta de que es más poderoso: el hijo muerto y la madre como diosa cubierta de flores que vuelve a traer la vida a la tierra. Esto lo voy a hablar con Javier Sierra, y seguro que nos sale algo. Hay una prevalencia en el culto a la madre. Personalmente me parece que la mejor idea de la religión católica es la virgen María. Dios es un tipo con barba que castiga, pero tu madre… Los tercios, al final del todo, con cinco puñaladas, se encomendaban a la Inmaculada. Cuando me quite de ateo me voy a hacer panteísta, de la diosa madre. Lo que pasa es que me pilla un poco mayor”.
“Esto de las redes se supone que es información, algo que es mentira. Y entonces se ha consolidado la idea de que la información tiene que llegar gratis. Si no se paga por la información, ni habrá información, ni habrá periodismo, ni habrá medios. En algún momento al menos las élites querrán saber la verdad, y alguien se la tendrá que contar. Ahí es donde puede venir el cambio”.
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