Charada, RAE dixit, es “pasatiempo consistente en adivinar una palabra a partir de alguna pista sobre su significado y sobre el de otras que se forman con sílabas de la palabra buscada”. Con eso descubrimos poco de lo que trata Charada (Charade, 1963), la maravillosa película dirigida por Stanley Donen. Prefiero describirlo como un fascinante, seductor cóctel cuyos ingredientes son Hitchcock, París, Cary Grant, Audrey Hepburn y Henry Mancini. Imbatible.
Y no olvidemos la magistral estructura de la película, elemento dorsal, según Sir Alfred, para construir un guión, que toma a un personaje humanamente desvalido (a Audrey le matan el marido y le vacían el apartamento y la vida) y la suben a un carrusel en el que una banda de ex soldados americanos de la Segunda Guerra Mundial persiguen un montón de oro nazi convertido en dólares que robaron en la guerra. Hay un caballo en el tablero, un inefable Walter Matthau, que introduce inexcusablemente a Billy Wilder en la película (no puedo detallarles más), y a Cary Grant, que, ejem, debería ser el rey pero que se asemeja más a un móvil alfil. Tan sutilmente hitchcockianos son Donen y Stone que toman la levedad del macguffin del maestro, diseñado sobre la idea de La carta robada, escrita por Edgar Allan Poe, y la dotan de una imprevista robustez en la trama de la película.
Luego está París, un París que ya apenas existe y que Donen y su director de fotografía, Charles Lang, filman con enamorada devoción. Los hoteles baratos, las orillas del Sena, con homenaje a Gene Kelly, antiguo compinche de Donen, el mercadillo de sellos y el guiñol para niños de los Campos Elíseos, los taxis, el mercado de Irma la Douce, esto es, Les Halles, el metro tan parado en el tiempo que parece un decorado de una película de Melville o Truffaut sobre la Resistencia… Donen acaba la película en las columnatas del Palais Royal y en un teatro cercano, de nuevo, Pánico en la escena, para que quede claro que todo ha sido una comedia, una farsa, un vodevil repleto de enredos, equívocos y meras apariencias. Un poco, burla burlando, el teatro del mundo calderoniano. Ese hermoso, romántico París es un París visto por el ojo de alguien que está enamorado de París, Donen lo certificó en Una cara con ángel, también con Audrey, y rezuma aire de nouvelle vague. Como si Charada fuera la película que hubieran querido rodar Godard, A bout de souffle y las películas con Anna Karina, Truffaut, Besos robados y Domicilio conyugal, Rohmer, Chabrol o Rivette.
Y claro, el toque secreto del cóctel Charada es cómo fusionar comedia screwball sofisticada, romántica, con thriller. Para mí, que lo lograra Stanley Donen es pura y simplemente porque contaba, y en muy buena forma, y con química fascinante de pareja, con Cary Grant y Audrey Hepburn. Si dices comedia o thriller te sale Cary Grant, si dices comedia, suave melodrama o cualquier película te sale Audrey Hepburn. Vestida de Givenchy, gastando bromas privadas a Cary, mirando como sólo puede mirar una chica que desayuna en Tiffany’s, Charada es Audrey. Donen nos permite ver cómo al elegante Grant le desgarran trajes muy caros, se los manchan de helado e incluso lo vemos cantando bajo la lluvia de una ducha vestido, ante la fascinada mirada de Hepburn.
Y Henry Mancini, que a veces se parece tanto a Michel Legrand que parece francés. Como Legrand, El secreto de Thomas Crown, parece tan Mancini que parece americano. Donen nos cita con Mancini, Cary, Audrey y París, en un viaje nocturno en bateau mouche por la Sena, sí, no me corrijan: por la Sena. Renuncio a describirlo pero lo guardo en mi corazón. Dios bendiga a Stanley Donen.
***
Charada (Charade, 1963). Producida y dirigida por Stanley Donen. Guión de Peter Stone, basado en un argumento de Peter Stone y Marc Behm, adaptando el relato The Unsuspecting Wife, de Peter Stone y Marc Behm. Director de fotografía, Charles Lang. Montaje de James Clark. Música, Henry Mancini. Vestuario, Givenchy. Dirección de arte, Jean D’Eaubonne. Interpretada por Cary Grant, Audrey Hepburn, Walter Matthau, George Kennedy, James Coburn, Dominique Miot, Jacques Marin, Ned Glass, Paul Bonifax, Thomas Chelimsky. Duración, 113 minutos.
-
El hombre que siempre reía
/marzo 20, 2025/Era simpático hasta el disparate, de esos seres humanos a los que la naturaleza creó para que susciten alegría en torno a ellos: sonrisas, carcajadas y bienestar. Su bondad era divertidamente contagiosa, despertando en cuantos se cruzaban con él la necesidad instintiva de que los elevara a la ilustre categoría de amigos suyos.
-
Viajar es una brutalidad
/marzo 20, 2025/Martínez Llorca estructura su reflexión en torno al movimiento en veinticuatro capítulos. Los dos primeros se constituyen en una afirmación y un prólogo. Capítulos desiguales en extensión y en interés. Así, por ejemplo, el primero destapa una crítica velada al torrente turístico que originan las turbamultas de ciudadanos que deambulan por el mundo “buscando lo pintoresco” atraídos y cegados por lo típico y lo extravagante de los lugares y sitios que visitan, habitan y, permítanme la bajada de registro, defecan. Esta persecución les impide deambular sin rumbo fijo, como hacían los verdaderos musungus o vagabundos que iban por el mundo…
-
El presidente, un cuento de David Mendoza
/marzo 20, 2025/Imagen de portada: ‘Office In a Small Town’, de Edward Hopper (1953). Tratar de transmitir la verdad con la verdad es una tarea casi imposible. Inventar y entramar una cadena de ficciones para acercarnos a una verdad es algo mucho más humano. En la Escuela de Imaginadores siempre hemos creído en la ficción como instrumento para conocer el auténtico funcionamiento del mundo. Y nuestro relato del mes consigue crear, desde una perspectiva no necesariamente realista, una potente metáfora de situación que resultará reveladora para la mayoría de los lectores. El imaginador David Mendoza (Madrid, 1973), afincado en la costa malagueña…
-
Poesía del asco
/marzo 20, 2025/Sin embargo, para dejar las cosas claras desde el principio y que nadie se pueda llamar a engaño, la obra de Ginés Sánchez es mucho más que esa simple estampa musical, vivaracha y festiva. Justo al inicio, tras las dos citas iniciales, una de la húngara Agota Kristof, y la otra de Norma Jean Mortenson, que no es otra que la Marilyn Monroe de nuestros sueños y de nuestros pecados, alguien pregunta si todo en la vida tiene que ver con las cosas que pasaron en la infancia. Un buen punto de partida para intentar resolver, sin necesidad de llegar…
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: