Foto de portada: Isabel Wagemann
Que el cartel de la Feria del Libro de Madrid haya sido diseñado por un historietista como Isaac Sánchez presagiaba lo que ha sido una realidad: el gran éxito de ventas de la literatura infantil y juvenil en esta edición de 2022. Durante el confinamiento, la lectura salió reforzada entre los más pequeños. Niños y jóvenes compaginaron tecnología y papel, pantallas y libros. En 2021 aumentó el número de nuevos lectores, se potenció el porcentaje de grandes consumidores de literatura, sobre todo entre los 10 y los 13 años, y lo más importante, creció la cifra —que siempre suele bajar— entre los aficionados a los libros de más de 14 años. La oferta de LIJ (Literatura Infantil y Juvenil) es abrumadora. De las más de 80.000 obras que se publican al año en España, la producción dedicada a niños y adolescentes supone un 25% del total. En nuestro país se dispara la cantidad de autores que se suman a la LIJ. Algunos de ellos, como le ocurrió a Chiki Fabregat, aburridos de la literatura para adultos, probaron a escribir para un público más joven. La apuesta de Chiki fue todo un éxito: ha sido finalista del premio Edebé en tres ocasiones y ha ganado el Premio Gran Angular 2021 con la novela juvenil El cofre de Nadie. Fabregat se crio entre historias, las que escribía su padre, autor de cuentos para niños. Cuando creció y llegó su turno, no se limitó a darle la tecla, también quiso contar cómo teje sus relatos y animar a otros a seguir su camino: Chiki imparte clases de LIJ en la Escuela de Escritores. Recuérdame por qué he muerto (Editorial del Nuevo Extremo, 2022) es su última novela, un libro en el que se acerca al suicidio juvenil con una historia de amor sobrenatural llena de humor.
—Hace unas semanas, Nando López mencionaba en su cuenta de Twitter a un programa de televisión en el cual una invitada decía que echaba en falta buena literatura juvenil.
—Este es un ejemplo y una metáfora audiovisual perfecta del desconocimiento que hay de la literatura juvenil. Yo creo que demuestra clarísimamente que hay mucha gente convencida de que la literatura juvenil es toda igual y que es de baja calidad. Y además lo dicen con un convencimiento tremendo, como si tuviesen conocimientos de sobra. Esto es algo que a mí por un lado me enfada, pero, por otro lado, me produce hasta cierta ternura, si me apuras. Porque, ¡madre mía!, cuánto desconoces y cuánto te falta por ver para poder opinar de la literatura juvenil.
—El saco de literatura juvenil e infantil quizás es demasiado grande. ¿Qué es y que no es literatura infantil y juvenil?
—Al final son categorías meramente de marketing para colocar los libros en una estantería de una biblioteca. Pero literatura juvenil hay en todos los géneros. Hay buena, mala, regular. Decir que no hay literatura juvenil buena es como decir que no hay literatura buena. No es una categoría que toda versa sobre chavales en los institutos o sobre historias fantásticas de épica con dragones. Es que hay todo un abanico y en ese abanico, por supuesto, hay literatura buena, mala y regular.
—La LIJ representa la mitad del volumen de obras de eventos como la Feria del Libro de Madrid. ¿Tiene la misma difusión e importancia que otros géneros en ese tipo de eventos?
—En absoluto. Efectivamente, la literatura juvenil soporta una gran parte del sector editorial. Rarísima vez tiene un espacio propio. Este año, por primera vez, la Feria del Libro de Madrid ha tenido un pabellón específico para adolescentes, pero por primera vez. Antes los eventos para ellos eran actividades paralelas, porque la propia Feria no organizaba nada para ellos. Algo extraño, teniendo en cuenta que son el público mayoritario, y que su literatura es la que más se vende en la feria. Eso mismo ocurre en la prensa y la televisión: cuando aparece la literatura juvenil es en algún espacio chiquitito, de una manera residual, casi para rellenar un hueco. Está totalmente descompensada esta cobertura con lo que luego dicen los baremos de lecturas y con las cifras de ventas.
—En su último libro usted incluye un tema complicado, el suicidio juvenil. Tardó seis años en escribirlo. ¿Cómo se preparó para integrarlo en su obra?
—Ha sido muy duro, en una parte muy importante por mi culpa, y en otra más pequeña por el mercado editorial. Para mí ha sido muy duro ponerle nombre y llamarlo suicidio. He estado mucho tiempo contando esta historia sin saber que hablaba del suicidio. He estado contando una historia sin darme cuenta de la profundidad que tenía el asunto que estaba abordando. Pero creo que también al mercado editorial le da un poco de miedo tocar este tema, aunque yo me quito el sombrero, porque este año el Premio Edebé de Literatura juvenil de Pedro Ramos, Un Ewok en el jardín, es una novela que trata sobre el suicidio. Lo que pasa es que creo que, siendo una realidad constante y que preocupa muchísimo a los adolescentes —tiene uno de los índices más altos de mortalidad entre los jóvenes— cuando se aborda, se aborda casi siempre, o esa es la sensación que yo tengo, desde un punto de vista muy fácil. Si te quieres suicidar, piensa en esto para no suicidarte. Como intentando aportar soluciones. Y yo creo que la literatura no aporta las soluciones; eso lo hacen los psicólogos y los psiquiatras. La literatura lo que da es cobijo.
—La salud mental es protagonista en libros de juvenil e infantil. ¿Deben los autores promover su visibilidad?
—Por supuesto, por supuesto, y creo que en literatura juvenil se está haciendo y se da mucha visibilidad a la salud mental. Creo que se está hablando incluso en literatura infantil. Hay libros como Alma y los siete monstruos, de Iria G. Parente y Selene M. Pascual, que habla sobre diferentes problemas de salud mental, como la depresión. Creo que se está haciendo y se debería hacer mucho más. Es algo que les preocupa mucho a los adolescentes. Muchos de ellos están padeciendo depresiones, muchos de ellos sufren sin saber qué es lo que les pasa. Tendemos a estigmatizar y a ocultar: no lo cuentes, no lo digas.
—En sus obras ha tocado temas arriesgados como el suicidio en su última obra, y también la inmigración y la adopción en El cofre de nadie. La escatología y el sexo también son recurrentes en la actual LIJ. ¿Sois más arriesgados los autores de LIJ?
—No es que seamos más arriesgados, es que estamos muy en contacto con nuestros lectores. Tenemos muchos encuentros y un montón de medios, como las redes, para conocerlos. Sabemos lo que les preocupa, sabemos lo que les interesa. Entonces intentamos dar respuesta a eso, pero no como algo comercial. Yo hago una literatura para ti, para satisfacerte a ti. Porque creo que eso es lo que pretendemos los autores de LIJ: proporcionarles ese placer lector a los niños y a los adolescentes. Nos preocupamos de saber qué es lo que les interesa.
—Sin paternalismos.
—No hay lectores más críticos y más honestos que los niños y los adolescentes. Entonces, si tú te acercas a los niños, a los adolescentes, con ese paternalismo y con esos «yo lo sé», «hazme caso», «yo sé más que tú», lo rechazan.
—Los jóvenes se enfrentan a una sociedad más abierta y evolucionada que la de hace unas décadas. ¿Los adultos les seguimos el ritmo?
—Yo creo que los adolescentes rompen barreras. Está en el ADN de la adolescencia. Creo que los adultos no tenemos que convertirnos en adolescentes, no tenemos que fingir ni disfrazarnos para ser ellos, porque es ridículo, pero sí que podemos mirarlos para aprender. Se nos ha olvidado que les enseñamos mucho, pero que también aprendemos mucho de ellos. Viendo cómo ellos se mueven, las barreras que ellos rompen, seguramente podemos aprender cómo traspasar ciertos límites. Los adolescentes han abanderado la lucha contra la homofobia, y los adultos venimos de donde venimos. Muchos de nosotros hemos tenido la educación que hemos tenido. Entonces lo mejor que podemos hacer es escucharlos, y cuando alguien te dice «oye, esa expresión es homófoba», contestar: «No me había dado cuenta, pues tienes razón».
—En Wattpad hay una eclosión de la literatura juvenil, hecha en la mayoría de los casos por jóvenes, y en buen número de los casos de género romántico. ¿Qué opinión le merece la plataforma?
—Wattpad tiene todo lo bueno y todo lo malo de la autoedición. Porque Wattpad está bastante próximo a la autoedición: tú pones tus textos sin filtro editorial, sin filtros de ningún tipo, y los sometes a juicio del lector. Eso tiene la parte buena de que no te tienes que plegar a determinadas modas, clichés y prejuicios de las editoriales, como lo quieras decir. También tiene la parte mala, que no hay un filtro y puede haber ahí bueno, malo y regular. A mí me parece una vía muy buena para darse a conocer. Me parece maravilloso que los lectores puedan acceder de forma gratuita a todos esos textos y seguir a los escritores. Además hay editoriales que están cogiendo textos de esta red social —que para mí tienen una calidad bajísima—, y lo hacen porque el autor tiene muchos seguidores y, por lo tanto, garantiza muchas ventas. Me parece muy bien que la gente pueda escribir donde quiera, que se democratice la escritura, que ya no sea una cosa solo de los elegidos que pueden acceder a una editorial.
—¿Cómo valoras un gran éxito que nació en Wattpad, como After, de Anna Todd?
—Pues me parece terrible la serie After. Me muerdo un poquito la lengua, porque sé que estoy públicamente diciendo algo contra un libro que tiene muchísimos seguidores, pero es que me parece terrible que el modelo de amor romántico que les ofrecemos a los adolescentes y a las adolescentes sea el de un tipo controlador, y que además la víctima de ese control lo justifique y diga: «Bueno, claro, es que me quiere mucho». Porque estamos como sociedad luchando contra eso y los jóvenes están luchando contra eso. Deberíamos ponernos del lado de los que dicen «cuidado, que esto es amor tóxico, y es muy peligroso» y no de los que dicen «este es el amor al que tienes que aspirar». Para mí es un libro terrible, un libro de los que yo no le ofrecería a nadie, ni a mis hijos ni a mis alumnos. Si los viera a alguno de ellos leyéndolo aprovecharía para sentarme a hablar y preguntarles su opinión; abrir un debate.
—¿Por qué gustan entre los jóvenes las novelas distópicas como Los juegos del hambre, Divergente, Legend, El juego de Ender…?
—Yo creo que es por varias razones. Por un lado, porque los jóvenes tienen desarrollado el sentido de la justicia a unos niveles enormes. Todas estas distopías suelen poner sobre la mesa una injusticia y a un grupo de adolescentes que lucha contra ella. A partir de ahí se crea la empatía de forma inmediata. Ellos quieren estar del lado de ese personaje. Y además ellos son muy apasionados. Y en ese futuro distópico es posible esa pasión con la que ellos se involucran —en la lucha, en el amor…— porque es diferente a lo que tienen ahora. Si ahora mismo no es posible una sociedad diferente, en una distopía sí lo sería. Entonces creo que un poco por ahí va la cosa, pero sobre todo por su gran sentido de la justicia.
—¿Son los booktubers y los grupos de Telegram la vía de difusión más directa para la LIJ?
—Yo tengo la edad que tengo, cincuenta y dos años. Y me muevo en los círculos en los cuales me resulta lógico moverme. Pero por lo que oigo a otros autores más jóvenes, TikTok se está convirtiendo en una herramienta brutal de promoción de la lectura. Hay escritores que me cuentan cómo sale algo sobre un libro suyo en esta red social y de forma inmediata lo ven reflejado en las ventas. Los jóvenes buscan sus propios canales, y no hay mejor recomendación para un adolescente que la de otro adolescente. Yo le puedo contar mi vida en verso a alguien sobre un libro, pero lo que funciona es cuando un igual le dice a otro: «A mí me ha gustado por esto y por esto». Se han ido de otras redes y han hecho suyos Telegram y TikTok. También sigue habiendo blogs de recomendación y sigue habiendo canales en YouTube. Y hay revistas muy buenas, como El Templo de las 1000 Puertas.
—Los videojuegos tienen cada vez más peso. Algunos comunicadores, como Gina Tost, están reivindicando su valor cultural. ¿Qué opinión le merecen como elementos narrativos? ¿Tienen un valor educativo?
—Sí, claro. Como todo, como hablábamos de la literatura, hay bueno y malo. Entonces, hay videojuegos muy violentos y videojuegos que no aportan nada, pero también hay otros que tienen una narrativa brutal detrás y una ilustración maravillosa. Nos resulta demasiado fácil a veces poner etiquetas. Como cuando decimos que el cómic y la novela gráfica son lecturas fáciles. Sin embargo, la lectura de la novela gráfica o del cómic supone leer imagen y leer también texto. De fácil nada. Cuando se mencionan esos géneros enseguida se los descalifica: «Yo leo novelas de setecientas páginas muy sesudas, sin diálogos, para que todo sea muy profundo». Juzgamos con demasiada ligereza.
—¿Qué autores de LIJ nos recomienda?
—¡Uf! La lista sería muy larga (ríe). Nando López, por supuesto. Siempre. Por la forma que tiene de relacionarse con los adolescentes. Mónica Rodríguez, porque tiene una voz maravillosa, creo que es una de las mejores de la literatura juvenil y de la literatura infantil. Begoña Oro, porque tiene una manera de llegar a los niños que yo envidio profundamente. Y autores, autoras, sobre todo, muy jóvenes, como Iria G. Parente y Selene M. Pascual y H. M. Zubieta, que hablan el mismo lenguaje y conocen perfectamente a sus lectores y los respetan, se desviven por ellos.
—¿A qué autores clásicos hay que seguir reivindicando siempre para nuestros jóvenes?
—Roald Dahl es un clásico al que volvemos cada vez. También creo que las historias de aventuras nunca van a pasar de moda. Sobre todo, entre los más pequeños. Libros como La isla del tesoro. Aunque creo que el lector juvenil tiende mucho más a la actualidad que a lo clásico, por el tema de la empatía que comentábamos antes. Novelas como El guardián entre el centeno o Rebeldes fueron un éxito en su momento, pero ahora hay demasiada distancia. Siguen siendo novelas muy buenas, pero no es algo a lo que adolescentes de hoy se lancen de cabeza. Mi generación ha crecido leyendo Los Cinco, de Enid Blyton. Ahora los reeditan, pero es pensando en los padres, porque los niños lo ven demasiado lejos. ¿Quién se va a montar en una caravana y se va a ir con cinco amigos en un carromato tirado por un caballo? Eso no va a pasar.
—Usted también es profesora. ¿Cómo es enseñar literatura juvenil?
—Pues yo tengo alumnos de todo tipo. Los hay muy jóvenes que quieren escribir igual que lo que leen. También tengo alumnos que son escritores, que han probado otros sectores de la escritura y quieren intentarlo ahora con el infantil y el juvenil. Siempre hay maestros y también ilustradores. Además, hay algo que nos produce muchísima ternura a mi compañero en infantil y a mí: el padre reciente, la madre reciente, la abuela reciente que de repente sienten la pulsión y el deseo de escribir, que no han sentido nunca, pero ahora que tienen un niño cerca sí.
—¿Cuáles son sus próximos proyectos de escritura?
—Ha sido un año muy difícil, porque cuando te dan un premio tienes un poquito más de visibilidad y todo se complica. Aun así, estoy trabajando en dos novelas juveniles, cosa que yo no había hecho nunca, trabajar a la vez en dos proyectos. Una muy realista y otra muy fantástica. Creo que por eso puedo trabajar en las dos a la vez.
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