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Chus Visor: «No quiero estropear la colección por vender 5.000 ejemplares más»

Chus Visor: «No quiero estropear la colección por vender 5.000 ejemplares más»

Entrevisto a Jesús García Sánchez, o sea, a Chus Visor (Madrid, 1945), en esa librería suya, ubicada en la calle Isaac Peral, que responde, a Dios gracias, a la primera acepción que da el DRAE sobre el término: «Tienda donde se venden libros». Libros, sin más. Y no móviles, ni juguetes, ni camisetas de series, como en tantas otras.

Un amigo suyo —no me permite desvelar su identidad— me avisó de que el responsable de una de las colecciones de poesía más importantes del mundo publicada en español, la de los libros negros, esa que supera los mil títulos, combina generosidad y mala hostia. Juan Cruz escribió sobre él que «detrás de esa apariencia de persona enfurruñada contra el mundo», hay un «amigo delicado», de gran generosidad «intelectual, humana». Jeosm retrata al editor en su despacho, una habitación alta sitiada por un envidiable ejército de libros, mientras fuma:

—Ahora, te voy a hacer una foto mientras expulsas el humo del cigarro.

—No te creas que eres original —plas: planchazo de Visor—. Siempre me hacen entrevistas fumando y siempre me sacan las fotos fumando.

—Bueno, Jeosm —intervengo—: la próxima vez, traemos una piña y que se la ponga en la cabeza. Seguro que no tiene ninguna foto así.

Y los tres nos reímos. Y conversamos:

P: Jesús, ¿cuántos libros ha publicado su editorial?

R: De la colección de poesía, como 1.030; entre todas las colecciones, en general, como 1.500.

"El número 800, por ejemplo, estaba dedicado al fútbol; el 700, al amor al libro; el 600, a la defensa de Madrid. En realidad, con el mil quería hacer una antología de poemas al lector"

P: Hace poco vio la luz el número 1.000, Estos días azules, un homenaje coral al “hermano de Manuel”.

R: El «hermano de Manuel» (risas), como decía Borges… No estoy tan seguro de que lo dijera Borges. Es una de las bromas que se le atribuyen. Hizo alguna, pero se le atribuyen muchas que nunca dijo. Machado era un poeta al que no había editado, y no haberlo hecho me daba un poquito de repelús: mil títulos editados y que no estuviera Machado… Quería hacerle un homenaje. Se lo merece como persona y como poeta. Con cada centena, el 600, el 700, siempre hago un libro un poco especial. El número 800, por ejemplo, estaba dedicado al fútbol; el 700, al amor al libro; el 600, a la defensa de Madrid. En realidad, con el mil, quería hacer una antología de poemas al lector, pero no encontré los suficientes.

P: Este año, Visor publicará medio siglo de vida.

R: En octubre.

P: Si veinte años no son nada…

R: ¡Joder que no! (Risas) ¡Veinte son la tira!

P: ¿…Cincuenta?

R: Pues muchos más. Pero no lo he pensado. En fin, te lo recuerda mucho la gente, te lo dice, pero para mí es un día más, un día más. Ha salido todo rodando y rodando, y mira tú: cincuenta años en octubre.

P: ¿Cómo fue la génesis de su editorial?

R: Todo empezó porque yo quería leer muchos autores que no estaban editados en España. Tenía 22 años, estaba muy interesado en la poesía. Claro, en España no estaba editado ni Rimbaud, ni Mallarmé, ni Apollinaire. Prácticamente, no había nada de poesía extranjera en España. Y me dio por editar. El número uno fue Una temporada en el infierno, de Rimbaud, con traducción de Gabriel Celaya. Tuve mucha suerte: se vendió muy bien. El número dos fue de Tristan Tzara, también tuve mucha suerte. También es verdad que, en aquella época, yo hacía crítica de poesía en el diario Madrid, que era el periódico que más se leía, el más intelectual, digamos, y ya me encargué yo de que tuviera buenas críticas (risas).

P: ¿Por qué el primer libro que publicó fue Una temporada en el infierno?

R: Primero por Rimbaud, segundo por el título, y tercero porque me llevaba muy bien con Gabriel. Le quería mucho y él a mí también me quería mucho. Creo que fue un poco de casualidad. Y, como el mil, es un número muy emblemático.

P: ¿Cuántos manuscritos recibe usted, qué sé yo, en un mes?

R: ¡Uff! Sólo hoy, llevo como tres. Desde que la gente lo puede mandar por internet, que cuesta poquito trabajo, muchísimos. Ponle sesenta o setenta cada mes.

"Yo tengo mi gusto, como lo tiene todo el mundo. Cuando te mandan un libro de poesía y te lo pones a mirar, el primer poema y el último son bastante significativos de lo que puede ser el libro"

P: ¿Qué es lo que más valora usted en un poeta?

R: Eso es complicado. Es como querer explicar qué es la poesía. Yo tengo mi gusto, como lo tiene todo el mundo. Cuando te mandan un libro de poesía y te lo pones a mirar, el primer poema y el último son bastante significativos de lo que puede ser el libro. Así evitas leer muchísimos. Sobre todo las citas y eso. Son detalles muy importantes. Luego, tú lo vas leyendo y muchos los dejas en el segundo poema; otros están bien, pero el problema viene a la hora de editarlos. ¿Por qué están bien? Joder, eso depende mucho del día, de montones de circunstancias.

P: ¿Ha publicado siempre lo que ha querido?

R: No, eso fue al principio. Ahora es imposible. Tienes que editar muchas cosas que… (Piensa) Hombre, lo que he querido, sí, pero no lo que me gusta, que es distinto. Lo que he querido, siempre. Al principio era mucho más exigente que ahora. Ahora es imposible, edito muchos libros que no me gustan. Bueno, ahora, desde hace diez o quince años. No porque me obliguen: la editorial no puede depender sólo de mi gusto. Tiene que estar lo que le gusta a la gente. Siempre dentro de un mínimo, claro.

P: ¿Cuál es su mayor compromiso como editor?

R: Que el libro sea bueno aunque a mí no me guste. Casi es el único. No tengo compromiso con el público. Por suerte, Visor es lo suficientemente conocida como para que la gente que se acerca a un libro de Visor sepa que un libro malo no va a ser. Eso ya lo tienes conseguido y lo que tienes que hacer es mantenerlo. Eso es muy difícil.

P: Hablemos de algunos de los grandes autores que ha publicado. Si yo le digo César Vallejo, usted me dice

R: Has dado, precisamente, en uno de los poetas que para mí no es de los más importantes, mira. Debo de ser el único, ya lo sé. Cuando hablas de que Borges te gusta, César Vallejo te gusta, no te gusta… hablas dentro de una altura. Hablas de súper…

P: De ochomiles.

R: A mí, Vallejo, hablando de todos esos… prefiero a Borges, o a Neruda, incluso. Por hablar de poetas hispanoamericanos. Ojo, no confundamos: dentro de ochomiles, como tú decías. A ver si luego me van a decir: «Anda este, que no le gustaba Vallejo…» (risas).

P: Si yo le digo Ángel González…

R: Hombre, Ángel, para mí, era todo. Era un intimísimo amigo mío. Le llevé al hospital, se murió conmigo. ¿Qué te voy a decir de Ángel? He pasado tantas navidades con él, tantos veranos. Le veía tres o cuatro días a la semana. Cuando veo estas preguntas que hacen en El País, en El Mundo o en ABC, no sé dónde es, tipo «¿con quién te gustaría tomar un café mañana?», y todos dicen Dante, etcétera, pues yo siempre pienso que con Ángel González.

P: Jaime Gil de Biedma.

R: Apenas le conocí. Tenemos una antología de poemas leídos por él. Estuve con él tres veces en mi vida. Como lector sí le conozco, y es de los poetas españoles más significativos del siglo XX.

"Me jode hablar de los amigos, salvo que estén muertos, como Ángel"

P: Luis Alberto de Cuenca, quien me ha dicho que viene aquí los fines de semana.

R: Sí, esta mañana estuve con él. Viene los sábados y tomamos un café. Es mi amigo. Me jode hablar de los amigos (risas), salvo que estén muertos, como Ángel. ¿Qué te voy a decir? Prefiero que me preguntes por otros que no son tan amigos. Como Vallejo (risas).

P: Leonard Cohen.

R: Soy de los que me llevé un alegrón cuando le dieron un Nobel a Bob Dylan y, aunque menos, cuando le dieron el Príncipe de Asturias a Leonard Cohen. Siempre he sido un defensor de la cultura popular. Para mí, ha sido tan importante como la otra. Un poco menos clasista, pero tan importante. Y Leonard Cohen es el 50 de Visor. Y Bob Dylan es el número 10 o por ahí.

P: Reconozco que no la he leído, pero me han hablado muy bien de ella y le tengo ganas: Elvira Sastre.

R: Creo que es de las poetas que van a ser más importantes en España. Ha tenido la suerte, o la mala suerte, de que se la compara con esta generación que ha salido de internet y de las redes sociales, que ha tenido, quizá, demasiado éxito, pero creo que a ella sí la respalda su obra. Hay otros que tienen el mismo éxito que ella, de ventas y de asistencia a lecturas y tal, cuyas obras dejan mucho que desear. Pero creo que ella no es el caso.

P: Parece que, ahora, se vende más poesía que nunca. Ahora bien, ojito a los superventas: una instagramer, un joven que salió en un concurso de Telecinco, cantantes moñas…

R: Es verdad. Así es. Son los que más venden. No sé si la gente los lee. De todas formas, esta generación tiene una virtud: ha sabido conectar con el público, cosa que también hizo la Generación del 50 en su día. No los quiero comparar, pero es verdad: han sabido conectar con el público, y el público les busca porque les entiende. Han sabido amoldar su poesía a lo que la gente quiere escuchar, a los temas y al vocabulario. Ya veremos qué queda de ellos dentro de diez años, pero, de momento, no los desprecio como suele hacer la gente. Al revés.

P: Yo he leído algunas cosas…

R: Y yo, ¡qué te voy a contar! Pero no se puede hacer de todos. Loreto Sesma es buenísima también, y tiene veinte años. Elvira tiene veinticuatro o veinticinco. Pero luego hay algunos de esos, no voy a decir los nombres, que son… Dentro de diez años, quedará lo que tenga que quedar. Creo que es un movimiento que no hay que despreciar. Los jóvenes están cambiando muchas cosas. Los que más venden se me han ofrecido ellos. Y no he querido editar a ninguno. Sólo he querido editar a Loreto y a Elvira. Los otros nombres no te los voy a decir. Simplemente, no quiero estropear la colección por vender 5.000 ejemplares más. O 20.000.

"En aquella época se vendían muchos libros. Vendí más de 200.000. Ahora, es imposible"

P: Hablando de ventas, ¿sigue siendo Ciento volando de catorce, de Sabina, el libro que más ha vendido?

R: Sí. Ese es ya para toda la vida. En aquella época se vendían muchos libros. Vendí más de 200.000. Ahora, es imposible. Ni todos estos chicos juntos te lo venden. Ese va a ser un récord para siempre.

P: He leído por ahí que usted comenzó a amar la poesía en el colegio. Y gracias a un cura.

R: Tenía doce años, en Salamanca. Tuve la suerte de tener siempre buenos profesores de literatura. Era un colegio de curas, curas eran todos. Nos enseñaba muy bien, era muy simpático. Nos enseñaba quién era Lorca. Era de Astorga, nos enseñó quién era Leopoldo Panero. Nos obligaba a leer, a aprender los poemas de memoria, y nos metía el venenillo de la poesía. Y, cuando vine a Madrid, en el instituto, tuve un profesor de Literatura, muy simpático, Emilio Miró, un poeta de Melilla, que se murió, que nos llevaba a gente a leer poemas, como Antonio Gala. Tuve la suerte de tener buenos profesores, de literatura y de poesía.

P: Me llama la atención que aprendieran poemas de memoria. Conozco a gente que no pasa del graduado escolar y que se sabe, por ejemplo, la «Canción del Pirata» de memoria porque se la enseñaron en el colegio.

R: El padre de Luis García Montero también se la sabe de memoria. Y Campoamor, «El tren expreso». Es verdad, es curioso.

"El abuelo, el padre, el niño, todo el día, están regalando cuentos a los niños. Y esos niños, cuando tienen quince años, ya no leen"

P: En el colegio, yo estudié la poesía muy de pasada. Lo de memorizar poemas era impensable.

R: Y mis hijos. Sí, sí. Eso depende mucho de la suerte que hayas tenido con los profesores. Y me jode mucho no acordarme del nombre del cura este de Astorga. Porque le debo mucho yo.

P: Jesús Quintero dice algo así como que los analfabetos de hoy son los peores, porque han tenido acceso a la educación, pero no ejercen.

R: No ejercen. Es una buena idea, una buena visión. Lo de los chavales de ahora no me lo explico, de verdad. Nosotros teníamos que leer los cuentos de Bruguera, con un papel asqueroso, una tipografía horrible. Y ahora les dan unos cuentos maravillosos, perfectos. La literatura infantil se vende mucho. El abuelo, el padre, el niño, todo el día, están regalando cuentos a los niños. Y esos niños, cuando tienen quince años, ya no leen. Es curioso. Es un tema a estudiar.

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