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Ciega y desnuda bajo un lente

Ciega y desnuda bajo un lente

En esta su primera novela, la colombiana Mariantuá Correa nos sumerge en el barrio marginal en el que una detective deberá adentrarse para desentrañar el misterio que rodea a la desaparición de una mujer. Una novela sobre la violencia y la dinámica del poder.

En este making of Mariantuá Correa reconstruye el germen de Ciudad Láser (Almadía).

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Un día de enero de un año A.C. (antes del covid) o quizá ese mismísimo enero del 2020, cuando nuestra locomoción aún no había sido restringida, yo me dirigía a una clínica de depilación láser dispuesta a quitarme para siempre un problema de encima. Iba con la tranquilidad con que se asume cualquier acto de rutina. Muchas de mis amigas se habían hecho la depilación láser y ninguna había reportado dolor ni malestar.

En el lugar me recibió una mujer con uniforme blanco e impoluto, igual que las paredes, mesas y todas las superficies que me rodeaban. La mujer me llevó a un cubículo, ahí me entregó un kit desechable. Fui obediente, cambié mi ropa por esos pedazos de tela que apenas tapaban. Salí tiritando, no estaba a gusto, pero lo acepté rápido. «¿Es como estar en traje de baño, no?», me dije mientras recostaba la cabeza en la camilla. Intenté entablar una conversación con la mujer para distender la escena, pero ella respondió con algunos monosílabos y el gesto de levantar mi cabeza para acomodarme unas gafas negras de protección. «No te las puedes quitar durante el procedimiento», recalcó más sería antes de prender el láser.

"Con esa curiosidad en mente comencé a escribir la historia de Soledad, una mujer que es desterrada de su isla y termina viviendo en una capital y trabajando en un centro de estética láser hasta que ocurre su desaparición"

Quedé desnuda, sin visión, con una desconocida. A partir de esa escena, pero sobre todo de esa vulnerabilidad corporal, comenzó Ciudad láser. En esa oscuridad forcé la vista a imaginar el peor escenario posible, fabriqué una historia con lo que más me atemoriza: la violación de la intimidad y la desaparición forzada. Sin embargo, y a pesar de esas imágenes mentales, seguí yendo a cada sesión de depilación. Ya no me interesaba quitarme los pelos, sino las dudas que surgían cada vez que me ponía en esa situación. Durante las sesiones de depilación llegaron estas preguntas: ¿por qué quitarse los pelos? ¿Es libertad o convenio social? ¿De dónde viene el deseo de removerlos? ¿Es propio ese deseo o es la transferencia de un deseo ajeno? ¿Quién es la persona que sostiene el láser? ¿Puede estar grabando la escena con la otra mano?

Con esa curiosidad en mente comencé a escribir la historia de Soledad, una mujer que es desterrada de su isla y termina viviendo en una capital y trabajando en un centro de estética láser hasta que ocurre su desaparición. La novela está narrada a dos voces que se intercalan. Un narrador en estilo indirecto libre que cuenta los pasos de Soledad hasta su desaparición. La otra voz es la de Gisell Horn, investigadora de la Unidad de Desaparecidos, encargada de unir las piezas para encontrar a la ausente.

Con la aparición de esta narradora me planteé por primera vez la posibilidad de estar escribiendo “algo” relacionado a la novela negra, y por consiguiente asaltó la pregunta: ¿estoy cumpliendo con las pautas del género? Decidí no averiguarlo y seguir escribiendo sin imponer etiquetas. Confié en que las novelas de Dashiell Hammett y Chandler, que había leído hace años, me ayudarían desde esa distancia; sin invadir pero sin abandonar. Los conocimientos relativos a pruebas, archivo y procedimientos de investigación, necesarios para que la trama fuera verosímil, los consideré cubiertos por experiencia como abogada litigante.

"Fue una intención consciente la de no juzgar a estos personajes a través de los narradores ni mucho menos ridiculizarlos porque eso me impediría ahondar en sus profundidades"

La construcción de personajes abyectos fue otra cuestión que me ocupó mucho espacio mental durante la escritura de la novela. En Ciudad láser todos los personajes están al límite y ninguno tiene nada que perder. Los habitantes de la pensión donde Soledad, la protagonista, se instala al llegar a la capital son personajes que viven en carencia económica con posibilidad de rozar la decadencia en un solo paso. La investigadora que busca a Soledad está en desesperación por su historia personal, sus propios traumas y el hastío de no encontrarla. Y Soledad parece no tener pasado ni futuro, está suspendida en el presente dando tumbos a su desaparición. Por estar al borde de cruzar la frontera, sin nada que perder, son personajes que actúan por fuera de mi ética. Fue una intención consciente la de no juzgar a estos personajes a través de los narradores ni mucho menos ridiculizarlos porque eso me impediría ahondar en sus profundidades. En su lugar, y siguiendo los consejos de Hebe Uhart, opté por dejar a estos personajes pastorear por mi mente con sus formas y lenguajes particulares.

Todo mi interés se dirigió hacia la creación de la historia, y por eso el resultado constituyó una sorpresa, un híbrido difícil de categorizar, una novela con varios registros y tiempos, una historia de amor, deseo, culpa, desapariciones, videos íntimos que se filtran en la dark web y personajes en la cuerda floja. Todo esto enmarcado en la convicción de que las desapariciones son historias circulares, cíclicas, perros que se buscan el rabo, cuerpos que importan, vivos o muertos.

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Autora: Mariantuá Correa. Título: Ciudad láser. Editorial: Almadía. Venta: Todos tus libros.

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