Muchos de estos poemas son poemas de amor, pero todos, también éstos, trascienden esta condición para alcanzar lo inaprehensible, lo que tal vez sólo la literatura, la poesía, puede expresar. Eduardo Martínez Rico siente que escribió estos poemas en otra época de su vida, y aunque los reconoce plenamente siente también que fue otro el que los escribió.
A continuación ofrecemos cinco poemas del libro El paraíso está en la tierra (Ediciones Azimut), de Eduardo Martínez Rico.
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AMOR
Son tus olas sonrisas
del mar en las estrellas,
amada mía.
Son tus olas reflejos
de las dunas
que me nacieron,
mía amada.
Tus olas son como anillos,
azules en constelación,
que me abrazan,
cintura perla,
tuya,
en los días de blanca
maroma,
de tierra rota,
de flojo porvenir.
Amada mía.
De flojo porvenir…
Mi amada.
¿Y cómo eran tus olas
el día que te abandoné?
Cómo eran…
Amada mía.
Mis olas eran brillantes
Lunas,
no en la noche,
no en la noche
porque contigo
imposible es la noche,
franja de espuma.
Mi amada.
Imposible es la noche…
Ve, mira,
una blanca paloma
ha cruzado el Norte,
yo confundido,
y me ha traído hacia ti,
princesa de las noches,
los días, las lunas,
las tierras, los soles…
Amada mía.
¿Los soles?
Los soles
y mi corazón púrpura,
roto por ti,
amor.
Paloma,
llévame a lo más alto de tu nombre,
para ser anónimo.
llévame lejos,
mitad mito,
mitad nadie.
Amada.
Nadie.
Compartir contigo,
sí, contigo,
lo que la soledad
clama en su desierto,
amor mío.
Sí, mío amor.
Amor.
Contigo.
Mío amor.
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BESO
Un beso es una prueba,
roca santa y pura,
de música
armoniosa.
Un beso
es un desafío,
roca leve y matutina,
de verdad y engaño.
También de engaño.
Música
es tu nombre,
amor mío,
tú que sabes todos los nombres,
los nombres todos.
Música,
como un escalofrío,
tú que añades
a la jungla vida,
y al desierto esperanza.
Van y vienen las notas,
en el desafío,
y yo te amo,
niño, pero más que niño,
el día que me hiciste,
Beso,
en forma de beso,
para cantar tu cabello,
tu rostro blanco,
tu figura esbelta.
Un beso es una prueba,
un desafío.
Un beso es una puerta,
y tú la más bella de todas.
Beso, prueba, desafío,
Música…
eso eres tú, amor,
no de sombra,
amor de nieve y de roca,
de mar nunca en calma,
de lago espiritual.
Amor, dime amor,
y dime beso,
dime todo
para ser contigo
en el último día del ocaso.
Beso, amor,
música,
siempre música.
Siempre tú.
**
LÁGRIMA
Horizontes áureos
dicen tu nombre,
ave espantada
en mil vuelos de verdad.
¿De verdad?
Sí, de verdad.
Oh tu nombre
encadenado a la lucha,
firme, recta,
del olor de la espuma.
¿De verdad?
Sí, de la espuma.
Grandes son tus dones,
ya que como humo los soñé,
paraíso de terciopelo.
¿De terciopelo?
Sí, de terciopelo.
Y sincera tu bondad
que maneja mi impotencia
y acarrea, dos pálpitos.
¿Dos pálpitos?
Sí, dos pálpitos.
Y arrastra,
oh, sí, arrastra…
toda una odisea de suspiros.
¿De suspiros?
Sí, de suspiros.
Oh, tú, lágrima mía.
Sí, Lágrima.
**
HOJAS DE ACANTO
Para Laura
Ya Penélope recibe lo que tanto tiempo
esperó impaciente:
hojas de acanto en fina caja
de manos del que fue rey de Ilión,
aunque las leyendas lo ignoren.
Ya Penélope deja de sufrir el tanto dolor
como llevó consigo:
una diminuta hoja de plata,
siempre cubierta por empuñadora de oro,
remate de rubí,
para marcar el punteo
del sudario del que fue rey de Ítaca,
que las leyendas subrayan.
Ya Ulises vuelve a su isla,
peñón en lo alto del Mare Nostrum,
vestido de mendigo,
y ciego, y pastor de cerdos,
y tantas cosas como fue.
Ya Ulises mira en redondo
en la sala de banquetes de su palacio:
los pretendientes en algarabía,
Telémaco apocado en un rincón,
navegado el Mare Nostrum,
la vuelta al mundo
en los ojos de una mujer.
Ya Ulises, en la justa,
empuña su único arco
y a todos aventaja,
sereno,
clavando una flecha,
una única flecha
para cada uno,
en la cabeza, los brazos,
las piernas,
de los pretendientes
de su mujer.
Ya Penélope termina de destejer
su sudario,
y mira a Ulises, sonidos del olfato,
y se une a él en una noche sin fin.
Y se quitan los restos de tanta guerra,
tanto viaje, tanto Cíclope, tanta sal del mar,
de batalla sangre, tanto destejer y tejer
de dioses y hombres,
tanto tejer y destejer
de no mirar a los pretendientes
ni al ojo del Cíclope
ni a las sirenas del mal.
Y Telémaco sólo es orgullo para sus padres.
**
DESPUÉS DE LA AVENTURA
Para Luis Alberto de Cuenca
Te estás afeitando
después de la aventura.
Tienes magulladuras
por todo el cuerpo,
incluso has perdido
muchos cabellos
de los golpes.
El último amor
te ha dejado una estela
de fuego
en el estómago.
El Grial, el Arca,
Las Calaveras de Cristal…
qué más da.
Todo pasa
y deja su agujero.
Te quitas la espuma
de afeitar de la cara
y sueñas
con una esposa,
con un coche familiar
y otro perro Indiana.
Abres los ojos
Y despiertas:
“No”.
Vas al salón
en albornoz
Y lees a Homero
Y a Aristóteles.
Vuelves a soñar:
con un avión,
la cazadora de cuero,
el látigo y el sombrero,
la mujer
de la aventura.
Ya no eres joven,
pero qué feliz eres.
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Autor: Eduardo Martínez Rico. Título: El paraíso está en la tierra. Editorial: Azimut. Venta: Todostuslibros
Padre nuestro
Que estás
en los cielos»
No en la tierra!
Adonde esta
el humano.
Bueno, indefenso.
Llevando sufrimiento»
Para no hacerlo,
En lo eterno…
Danos tus voluntad»
Para no ser!
Una acera de cemento.
Todos los dias…
No nos dejes caer.
En la decadencia,
Del que maneja, muchas vidas.
Libranos del sistema.
Que hace del hombre.
Una mercancía,
Obsoleta».
Complejos., de ser. Humano!!!
Venezuela……..