Erika Burkart (Aarau, 1922 – Muri, Suiza, 2010) fue una de las poetas más destacadas de la literatura suiza en lengua alemana. Cultivó la poesía y la prosa. Entre sus volúmenes de poemas figuran Der dunkle Vogel (1953), Schweigeminute (1988) y Langsamer Satz (2002). Moräne (1970) y Der Weg zu den Schafen (1979) son dos de sus novelas. En reconocimiento a su obra literaria recibió -entre otros galardones- el Gran Premio Schiller (2005), hasta entonces la primera mujer en obtenerlo. El 8 de febrero del año 2022 se cumplió el centenario del nacimiento de Erika Burkart. El poeta y escritor Ernst Halter, su viudo, preparó el tomo Spiegelschrift (Poemas – la gran selección) para celebrar el acontecimiento. Limmat Verlag (de Zúrich) se encargó de la edición. Los cinco poemas, en su versión definitiva, pertenecen al volumen y constituyen una breve muestra para acercar al lector hispanohablante a una de las poetas de habla alemana más notables del siglo XX y cuya obra no ha sido traducida lo suficiente para alcanzar la difusión mundial que merece.
A continuación reproducimos 5 poemas de Erika Burkart, traducidos por Reynol Pérez Vázquez.
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Noche de infancia
¿Recuerdas cómo solíamos sentarnos en las escaleras,
y a escondidas comíamos flores en el crepúsculo?
Me soplabas copos de semillas en el cabello
y me mostrabas en la luna al rey y la reina.
Detrás del seto, extraño y familiar,
hacía ruido la guadaña en la yerba veraniega.
El rocío y el ruido nos mantenían despiertos,
la luna corría sobre el techo del granero.
Arrojaste el anillo al barril de la lluvia,
vimos al hombre verde que lo atrapó.
Enterramos dos huesos cerca del arbusto de sangre,
en la ventana flotaba la luz de una lámpara.
Tú dijiste: Nunca volveremos a casa,
y extendiste tu brazo hacia la noche.
Entonces huí y nunca volví a verte
y sentía que aún permanecías allí…
Vacilante viniste hasta acá en la oscuridad
y te colaste en la casa sin echar un vistazo ni decir palabra.
*
Inclinada sobre una vieja fotografía
¿Reconoces a los hijos, la ventana, la estrella?
Sé que no los reconoces.
De súbito han vivido a través del amor y en el fondo
están cegados por su propia luz.
Los condujeron a través de todas las formas,
en las cuales se manifiesta el amor.
Mas ninguna se mantuvo, ninguna duró
más que la muerte que llora a los muertos.
*
Cuando era niña
Cuando era niña y repartía coronas,
el agua me llevaba, el espejo me dejaba entrar,
en forma de pájaro el demonio se acercaba a mí,
la pared estaba empapelada de cielo y el cielo
techo y pared del mundo, sala redonda,
el pastor era un Dios
y la deidad un pastor,
imágenes de partituras hechas de pájaros y alambres
sonaban a contraluz,
las espigas se mezclaban con las estrellas, la hierba
albergaba flores errantes y ángeles dormidos,
el rayo de la fuente
grutas de cristal en mí cavaba,
se desbordó el tiempo –
espumaba en racimos de mariposas y en nieve temprana,
se coagulaba – había una campana siempre –
en rojos dilatados y un azul martín pescador.
El cielo llevaba en hombros
el segundo cielo que cayó, cuando
ya no era yo una niña,
la tierra giraba,
los corazones giraban,
la cruz del árbol,
el árbol se separó del bosque,
el amor se separó
en yo-tú-él-ella,
el sol en la niña,
la niña desapareció en el sol.
*
El mico
Si tú también te alejas de mí,
quisiera amar a un mico
de delicados dedos y uñas azules
cuando acaricie el pelaje
del encantamiento.
A través de la selva me miran
los ojos melancólicos
y a veces
me reconocen.
*
Participación
Hay días en los cuales
un pañuelo que alguien perdió en la calle,
me asusta, y tengo miedo
de los sacos de patatas y los surcos en la arena.
Cazadores se ocultan en el aire.
Desde el azul engañoso
apuntan cuando camino por el campo.
Los vientres blancos de las golondrinas
ya no protegen. La escritura dorada
en la cruz del camino nubla la leyenda,
pues bajo el sol burbujeante
ruedan los carros de los grises sirvientes,
la sangre llena las pisadas de los niños.
¿Adónde han ido los niños con sus linternas,
adónde van los hombres que plantan el bosque?
El árbol se yergue sobre su sombra,
comprendiéndolo todo. De las risas de los niños
brilla el follaje desgastado.
Con calma el rocío empapa,
conduce el agua, la luna blanca,
encuentra la oruga el camino de hoja en hoja
y no conoce polilla ni árbol.
A quién diré que en la noche
el titilar de las viejas estrellas me asusta
y que estoy confundida, porque hoy es un día
que pasó hace mil años.
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Traducción del alemán: Reynol Pérez Vázquez. © Ernst Halter
Pero esto qué es? Joer, quiero poesIA
La siento fría. Comparto contigo unas líneas que leí esta mañana y que copio aquí, ¡a ver si consigo sacármelas de la cabeza!:
“Ana, te acordás de tu cara limpia con el pelo atado y yo,
Martha, en la puerta de al lado 5to curso,
y una cara y una sonrisa, pero mi dulce Ana,
mi pequeño amor rubia de ojos y de pelo italiano,
mi pequeña triste con café molido dándome tazas de tu madre”.
(Por el camino de Newark, la historia de Martha Ferro y Ana Fioravanti)
Qué peculiar misterio de estos poemas. Son de una belleza inusual y la poeta ha sabido darme la claridad y la sombra de cuánto es. Experiencia vivida y lúcida, de un coraje y riesgo en y por la palabra que es vida.