Lagrimacer o el acto de derramarse reivindica el derecho a estar tristes, de llorar, como estado natural y necesario para curar las heridas, para sanar y poder volver a reír. Un alegato que rompe con el discurso de la felicidad perpetua como único estado aceptable. Este libro es la manera de homenajear a las ausencias que van deshaciéndose de la oscuridad a través de la palabra y de la valentía de disfrutar de la tristeza sin estigmatizarla ni ponerle límites o plazos.
Zenda reproduce 5 poemas de esta obra de Andrea Valbuena.
Desde el dintel de una ventana estrecha
Hacíamos el amor en un cuarto tan pequeño
que ser uno nunca fue tan cierto.
Cuando me fui,
las paredes aún jadeaban tu nombre.
Hoy hay demasiado mundo,
demasiada gente,
demasiada ciudad
y al parecer solo una calle
por la que tú vas a pasar
y yo no voy a verte.
Sin darte cuenta
Es curiosa la memoria:
puedes no recordar cómo era alguien
de quien te enamoraste
y ver aparecer, sin embargo,
la textura de su piel ante tus ojos.
El breve fotograma de una clavícula
que remueve en tu retina
eso a lo que sabía el amor ayer.
Oídos sordos
Miraba sus labios:
subían, bajaban,
movían las palabras.
Me dijo:
un amor conjugado en pretérito
no vuelve a dejarse suceder.
Yo escondí mis ojos
y eché un vistazo atrás:
Cuatro, seis, diez, doce… —dije—.
Prefiero contar besos antes que abandonos.
Ojalá nazcan con tu perfume las flores
Yo quería dibujar tu sombra en cada sílaba
para homenajear aquellas
que nunca pudiste pronunciar.
Yo quiero encontrar las palabras
que supongan la perpetuidad de tus ojos
en todos aquellos que leen.
Escribir los versos que describan la manera
que has tenido de hacerte eterno.
Vivirte sin prisa, una y otra vez,
en los poemas
y en las fotos,
en los cuentos,
las certezas
y el recuerdo de tu felicidad.
Siempre fuimos más familia
cuando peor vino el tiempo.
Tú reblandeciste nuestros corazones
para que, deshechos,
se fundieran en uno solo:
más fuerte,
más capaz,
más entero.
El que hoy nos deja pensarte
y sonreír.
Aunque puedo asegurarte
que en este jardín donde crecen las flores
siempre caerá una lágrima con tu nombre.
Aire
Los muros van cayendo,
las puertas se abren,
esta habitación empieza a ventilarse.
Ya no huele a abandono,
hay alguien que quiere entrar:
soy yo.
Ahora susurro estos poemas
para que lo entiendas.
Bajito,
pero con el propósito de que puedas conocerme
cuando escribo en minúsculas,
porque en aquello que intento
hacer pasar por alto
está el sustantivo de todo lo que soy.
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Autor: Andrea Valbuena. Título: Lagrimacer o el acto de derramarse. Editorial: Verso & Cuento. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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