“Digamos que fue ayer (Edit. SONAMBULOS) defiende una poesía que parte de una tradición poética irónica, clara, que no pretende enmascarar el mensaje que quiere transmitir, que busca la comunicación contigo, lector, mon semblable, mon frère, y que entiende al poeta no como un iluminado que habla en el lenguaje de los dioses, sino como un ciudadano más, otro mindundi que acabará criando malvas, y que, a veces, de tarde en tarde, se pelea con un folio en blanco en busca de las palabras exactas que testimonien qué sintió, cómo vio el mundo; quién fue”. (Alejandro V. Bellido).
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ÚLTIMA
Vayamos todos juntos —ahora sí—
que no quiero estar solo en el ocaso
ni al llegar la tormenta.
Vayamos, pues, sentados junto al fuego
a contar cada uno nuestra historia:
Mi infancia son recuerdos
de los que no me acuerdo.
Mi juventud no quiero revivirla.
Lo que me toca ahora no lo sé
y tampoco me importa, así que vamos
más allá del ayer y del presente
—pues nunca hay una edad
propicia para la melancolía—
a contar lo que tenga que venir
sin lastres como que
fui un hijo de papá muy bien peinado
y luego ángel caído,
pero he de confesar que siempre fui
un pájaro, un pirata, un resignado
inconformista, un fuera de la ley
que sabe bien que apremia la conciencia
mucho más tras un ERTE.
Es ahora que vengo aquí a contaros
cómo pienso vivir
con la sinceridad que me permita
tan solo un inocente “todavía”.
Vayamos todos juntos —ahora o nunca—,
que no quiero estar solo en el ocaso
ni al llegar la tormenta
cuando se apaguen todas las palabras.
ALBADA DE VIERNES
Or ne hais riens tant com le jour,
Amins, ke me depairt de vos.
«No odio nada tanto como el día,
amigo, porque me separa de vos.»
GACE BRULÉ
Mira la luz del alba
que irrumpe cada noche a despedirnos,
pero aún no es de día y aún no exigen
con sus cantos de alondra las alarmas
que aceptemos su orden requerida.
Mira la luz del alba en este piso
donde no llega el sol, pues no le importan
los patios interiores mileuristas.
Mira la luz del alba recordando
qué rápida es la noche cuando ayer
aferrada a otro cuerpo ajeno al tuyo
pensabas que valdría más dormir.
Vete a la ducha, amiga, que amanece,
con los dedos manchados de café
que yo friego las tazas,
y siempre al fin nos sobra algo de tiempo
para cinco minutos
que pagas en carreras.
Vete, que ya es la hora, como el pájaro
que no sabe de ramas ni de fuentes.
Por mucho que te mientas, que te diga
debimos descansar
anoche, o que te diga
debimos dormir menos.
Por mucho que me tienten esos ojos
tan bonitos, detrás de esas ojeras
que no hacen sino hablar
de este compromiso con la vida.
Ahora vete y regresa por la noche
que yo lo haré más tarde,
más injustificado,
de seguro más pobre,
sabiendo que mañana es por fin sábado
esperando ese día a la semana
en el que al fin habremos
aprendido a mirar
sin miedo ni rencor la luz del alba.
INSTRUCCIONES PARA UN PANEGÍRICO
La meta es el olvido.
Yo he llegado antes.
- L. BORGES
Tan joven y tan viejo…
Espero que en mi muerte
escriban como fui tal como soy
sin falsas apariencias y un poquito
de como quise ser
—es complicado
saberme bien por dentro lo que solo
saben un par de amigos—.
Que digan que llevaba siempre prisa,
que nunca fui cobarde,
que siempre fui cordial.
Aunque el error fue siempre mi maestro
todo lo que aprendí sobre el fracaso
yo mismo lo busqué.
Odié amar lo mismo que odié odiar
y a quien me amó le di buenas razones
para odiarme lo justo para un rato.
Que digan todo esto,
que digan que reí mucho y bien alto,
más alto que ninguno,
que digan que reí mejor que nadie.
RECUERDOS
A Margarita, Alfonso y Gonzalo
Recuerdos de ti, abuela, en la cocina
cantando coplas y cuplés, de ti,
al salir del colegio y la moneda
que me entregabas en secreto siempre.
Recuerdos de ti, abuelo, de tu risa,
de llorar en el centro comercial
cuando salí corriendo y tú caíste
escaleras abajo al perseguirme.
Recuerdos de ti, abuelo, aún presentes,
apretando tu mano con mi mano
lejos del sordo ruido de la urbe
hace algunas semanas.
Allí está esa cocina que aún recorren
pasos no demasiado familiares,
allí aquel viejo centro comercial
medio vacío aún hoy igual que entonces,
allí mi mano aún atenazada
de aquel retiro amable.
Así es como se ordena la memoria
en aquellos lugares
que podría volver a visitar,
aunque lo dudo mucho.
Son ya algunos los años
o son tan solo días que os he visto,
rincones de recuerdos,
pero seguís aquí, en la realidad,
—puede que porque quise conservaros—
frecuentemente liberados de ella
para lograr así por un instante
retener esta lágrima,
para guardarme algo
que no puedan robar, para no veros
muertos, deshabitados, solos.
EL INSTANTE
Tú consiguiendo urdir el verso exacto
en solo un par de líneas cuando escribes
el WhatsApp que me dice que has salido.
Tú hallando ese sonido que conmueve
y silencia a los pájaros
si te oigo subir las escaleras.
Tú y toda tú, tus leves movimientos
que con poquita cosa
ya ponen a la altura del betún
a Shakira, a Rihanna, a Telezusa
y a todo lo que aspire a la belleza.
Será que estoy idiota, pero dudo
que pueda preferir otro momento.
Sucede que no logro imaginarme
más feliz que al mirarte
lenta, lentísima cruzar la puerta
—así te veo, igual que en una peli
de esas de adolescentes— y advertir
tu sonrisa, ese gesto tan radiante
y humilde cuando llegas y me encuentras
friendo las patatas.
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Mario Vega (Oviedo, 1992) estudió el Grado de Maestro de Educación Primaria pero actualmente no ejerce como maestro, sino que trabaja no sabe muy bien haciendo qué en la Administración General del Estado. Director de Ediciones Maremágnum donde ha participado como antólogo en Piel fina. Poesía joven española (Maremágnum, 2019) y copresentador del caótico podcast Que tenemos que hablar de muchas cosas, un programa de poesía en el que no se habla de poesía. Su último libro publicado fue La mala conciencia (Hiperión, 2019, Premio Valencia Nova).
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Autor: Mario Vega. Título: Digamos que fue ayer. Editorial: Sonámbulos. Venta: Todostuslibros y Amazon
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