Versión española de Jesús Munárriz
Nacido en Múnich en 1903, Albrecht Haushofer tenía cuarenta y dos años al morir asesinado por un comando de las SS en Berlín la noche del 23 al 24 de abril de 1945, un día antes de que las tropas soviéticas cercaran totalmente la capital. Los últimos cinco meses de su vida estuvo preso en la cárcel de Moabit, en la que la Gestapo concentró a los acusados de participar en la lucha contra el régimen que culminó en el atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944. En su cadáver se encontraron días después cinco folios manchados de sangre en los que había copiado los 80 sonetos escritos en la prisión mientras esperaba ser ajusticiado, como tantos de sus compañeros.
Los Sonetos de la cárcel de Moabit pueden considerarse una autobiografía condensada en ochenta cuadros o un testamento que recoge cuanto de importante puede querer salvar del olvido alguien que sabe que sus días están contados y no tiene otro medio de dejar constancia de cuanto ha vivido, amado, sufrido o reflexionado. En opinión de Karl Jaspers, son «el mayor testimonio poético que ha dejado la resistencia alemana».
El manuscrito de los Sonetos se conserva y exhibe en Múnich, en el Centro de documentación del Nacional-Socialismo, que conserva también la Biblioteca de los libros quemados y proscritos por los nazis.
I
Encadenado
Para quien por la noche debe dormir en ella,
tan yerma está la celda como ricas de vida
son sus paredes. Cubren la culpa y el destino
por completo con velos agrisados sus bóvedas.
De todo el sufrimiento que llena este edificio
entre mampostería y rejas se percibe
un aliento de vida, un secreto temblor
que la honda privación de otras almas revela.
No he sido yo el primero a quien en este espacio
le cortan las muñecas los grilletes,
en cuyo dolor hurga una intención ajena.
Se hace el sueño vigilia y la vigilia un sueño.
Mientras escucho, siento que cruza las paredes
la vibración de muchas manos fraternales.
VIII
La ronda de los presos
Una vez en Moscú vi cierto cuadro.
El maestro Van Gogh. Un oscuro rectángulo.
Un patio interior. Grises los presos en lo gris,
sin esperanza giran en apretados círculos.
Ahora miro a través de los barrotes yo
un patio y en el patio a gente a la que arrean
como a hato de ganado que aún está por guardar
antes de que le hagan dar a probar el hacha.
Como señor y amo de estas grises hileras
hay Uno que está fuera, que alcanza su placer
cuando otros sufren. Uno que todavía grita
cuando otros en silencio la transición esperan
que empieza lentamente brotando de las tumbas
antes de correr roja en rojizas corrientes.
XVIII
Gorriones
Tengo a veces visita: los barrotes de hierro,
si prisión para mí, son para otros apoyo.
Les gusta a una pareja de gorriones posarse,
una joven gorriona junto a un galán gorrión.
Alternan en su amor peleas y ternura,
se cuentan muchas cosas mientras se picotean,
y si eligiera otro gorrión a esa gorriona
la pelea entre ellos podría ser terrible.
Qué raro es estar cerca de esa vida sin trabas
estando encadenado y lleno de preguntas…
¿me ven esos veloces ojos negros?
Miran fijos. Un pío, un aleteo,
se vacía el barrote. Y estoy solo.
¡Cómo me gustaría ser gorrión yo también!
XXII
Compañeros
Al sumergirme hoy en un sueño profundo
vi pasar ante mí el grupo entero:
los Yorck y Moltke, Schulenburg, Schwerin,
los Hassell, Popitz, Helferich y Planck –
ni uno de ellos pensaba en el provecho propio,
ninguno, al entregarse al deber que sentían,
entre poder y gloria, o en peligro de muerte,
dejaba de ocuparse de la vida del pueblo.
Miro despacio a estos compañeros de viaje:
todos ellos tenían rango, espíritu y nombre,
y con las mismas metas llegaron a estas celdas…
y a todos les estaba esperando la soga.
Épocas hay guiadas por la locura. Entonces
las que se cuelgan son las mejores cabezas.
XXXIX
Culpa
Sencillo me resulta soportar que me encuentre
culpable el tribunal de planear y ocuparme.
Sería un criminal de no haber planeado
el mañana del pueblo como tarea propia.
Pero aunque soy culpable, no es como suponéis,
Debí reconocer mucho antes mi deber,
antes debí llamar desgracia a la desgracia,
durante demasiado tiempo forcé mi juicio…
A mí mismo me acuso dentro del corazón:
engañé a mi conciencia durante mucho tiempo,
me he mentido a mí mismo y mentí a los demás,
supe desde el principio el rumbo del desastre.
Avisé… ¡pero no con bastante firmeza
y claridad! Y ahora sé que he sido culpable.
Albrecht Haushofer (Múnich en 1903), doctor en geografía e historia, experto en geopolítica, ocupó puestos destacados en la universidad de Berlín y en los departamentos oficiales de asuntos extranjeros. Sin embargo, mantuvo contacto permanente con los círculos de la Resistencia alemana y una posición crítica respecto al nazismo, al que nunca se adhirió. Humanista, individualista, hombre de gran cultura artística, literaria, filosófica y musical, además de nieto de judío, el régimen nacionalsocialista estaba en las antípodas de sus preferencias, pero se adaptó a las circunstancias pensando que desde dentro siempre podría ayudar a mejorar las cosas, tarea que finalmente tuvo que reconocer como imposible.
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Autor: Albrecht Haushofer. Título: Sonetos de la cárcel de Moabit. Editorial: Hiperión. Venta: Todostuslibros
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