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Cinco poemas de Luis Bagué Quílez

Cinco poemas de Luis Bagué Quílez

Publicamos cinco poemas de Luis Bagué Quílez incluidos en el libro Clima mediterráneo, obra editada por Visor que ha obtenido el XXX Premio Tiflos. 

1

Vienen de cualquier mar.
Descienden
de los barcos.

Fenicios numantinos,
traficantes de esclavos y ladrones de cobre,
criados por una loba
al pie del Capitolio,
cainitas y gregarios, pero fuenteovejunos.

Libertad, amnistía.
El pueblo unido. Etcétera.

Desembarqué en Emporion. Fundé Cartago Nova.
Respiré el olor cítrico
de todo lo que crece a la intemperie,
de todo lo que muerde a la intemperie:
la carroña y el musgo.

Caminé sobre el agua.

Teñí de rojo
el cielo.

2

El mar como una puerta giratoria.

El cerrojo del mar. El mar donde naufragan
los romances moriscos y los campos de almendros,
la lámpara de aceite con siete extremidades.

El mar abierto al sol del Nuevo Mundo.
El mar por el que entran Calibán y Atala,
la patata, el cacao, la viruela,
los cigarrillos rubios, el cultivo transgénico,
la limpieza de sangre y la libra de carne.

Sale bisutería y entra oro.

Derogado el principio de Arquímedes.
Bienvenido el teorema de Pitágoras.

Entran los que salieron, los que no llegarán
a buen puerto, los de las mil
y una
noches a la deriva.

Ellos heredarán las branquias de la tierra.
Ellos descubrirán el mar Mediterráneo.
Clima Mediterraneo

Desembarqué en las Indias. Fundé Guanahaní.
Puse nombre a las cosas
porque no tenían nombre.
Los enseñé a rezar porque no tenían fe.
Les entregué mis sueños porque no tenían nada.

Perdí el norte magnético.
Gané la eternidad.

3

En la playa de Niza, herido ya de muerte, escucha el
movimiento que hace el alma —ondulación serena, curva
serpentinata, escorzo trágico— cuando quiere separarse del
cuerpo. En la lucha escogió armas de doble filo: el hierro
de Toledo y el soneto de Italia. Versos de importación. El
mar Mediterráneo es el mar rojo.

El mar avanza un siglo de oro viejo. Lope de Vega y
Carpio ve la luz en los ojos de Marta de Nevares, bebe el
viento en los ojos de Marta de Nevares, acaricia la piel de
la serpiente en los ojos de Marta de Nevares. La cicatriz
del sol en carne viva.

Detrás de la peluca se esconde la Edad Media. Encerrado en
la cárcel de las tres unidades, aún sueña con volar a lomos
de una escoba, con arder hasta el tuétano, con el umbral
donde lo espera Goya. El mar Mediterráneo es el mar negro.

Desembarqué en Mallorca. Fundé
la soledad.

Cruzan el mediodía
como un sudario blanco.

No vienen a por mí.

4

El mar sigue su curso,
su dis-

curso.

Sé flotar en el agua. Estoy hecho de corcho.
Corteza de alcornoque. Quercus suber.
Solo crecen en el Mediterráneo.
Viven más
que el brazo que descarga el primer golpe.

Mis bisabuelos entran en la estrofa.

De la extracción manual al producto acabado.
La cadena como perpperpetuum mobile.

Nadie pensaba entonces en paneles aislantes.
Nadie pensaba entonces en las tablas de surf.

Solo tapones.
Un millón de tapones cada día:

en botellas de vino y en botellas de cava,
en el blanco espumoso y en el champán francés,
en corcho natural y aglomerado,

lo que sobra tras triturar, prensar, pulverizar.

Los Estados Unidos, Argentina y Australia
son las nuevas franquicias.
El mar se hace pequeño.

Nadie pensaba entonces en la tuberculosis.

Nadie pensaba entonces en tapones sintéticos.

Desembarqué en Escocia.
Fundé el vapor y el barco de vapor.

Medí la longitud de todos los océanos.

En pulgadas el mar,
en millas la tormenta,
las potencias del alma en megavatios.

Un hijo de mi tiempo:
la pieza en el troquel y el defecto de fábrica.

5

Es el mar contra el mar:
un maricidio.
Una sublevación de costa a costa.
Se levantó el Levante. Se amotinó el timón.

La historia, un pentimento.
El caballo deforme
galopa con seis patas.

Recuerda el cielo raso, un toldo y poco más.
La memoria se seca
como ropa tendida, se destiñe
como algo que lavamos muchas veces.

Lo mandaron al Ebro.
Sobrevivió en Belchite.
En Játiva los miembros colgaban de los árboles.
Los pusieron en fila.
Echó a correr y ya no se detuvo.
Seguía corriendo aún muchos años después.

De esa arena nacieron estas playas.

Desembarqué dos veces. Refundé lo que nunca
debió ser revocado: el imperio del sol
donde siempre amanece,
donde está amaneciendo,
donde ya viene el alba, donde acecha la aurora.

¿Es que acaso no veis que empieza a clarear
allá a lo lejos,
no veis lo que promete el nuevo día?

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