Dentro del círculo que forman las aguas del mar de las Hébridas escocesas y las de un arroyo que en ellas desemboca estaba la casa de Camusfeàrna, en la que el naturalista Gavin Maxwell pasó casi dos décadas. Allí escribía, pescaba y cazaba. Y allí fue padre por primera vez. Sucedió a la vuelta de uno de sus viajes al extranjero, uno que hizo a Iraq y del que volvió con Mijbil, una nutria. Mijbil era inquieta, caótica, impredecible. Tenía la costumbre de secar a su padre, aunque su padre estuviese perfectamente seco y fuese ella quien estuviese empapada. Pronto empezó a demostrar una alarmante tendencia a alejarse cada vez más de la casa, adentrándose en territorios que hasta al propio Maxwell le producían terror: “La primera vez que me lo encontré en apuros fue en la sombría garganta que queda sobre la cascada. La cascada divide, de alguna forma, lo estéril de lo sembrado, el mundo habitable del mundo extraño e inhóspito, aunque a la vez hermoso, del negro desfiladero a través del cual el torrente mana por encima de ella.” Cuando Mijbil se hace adolescente asoma la oscuridad en el relato de Maxwell.
Hasta entonces todo ha sido observar las costumbres de los gatos monteses, las cornejas y los patos en celo, el tapiz que sobre el cielo azul recién lavado van tejiendo los abedules y los alisos, la extraña danza de la muerte a la que se ven abocadas angulas, caballas y orcas. Maxwell convivió un solo año con Mijbil pero esos meses son el corazón de esta novela, que la editorial Hoja de Lata ha mandado traducir más de cincuenta años después de su publicación original. Antes de Mijbil lo que hay es una inmensa soledad buscada y el silencio de un paraje iluminado por tres blancos: “el perla de los troncos de los abedules, el cegador de las arenas de las conchas de las playas y el suavemente depurado de las nieves en lo alto.” Lo que hay es algo muy parecido a la infancia: un simulacro de vida despojada y una constante exploración del mundo exterior. Sólo la mirada del niño que en ese momento es Maxwell puede percibir cambios en el agua de la cascada o en la arena de la playa. En ese entonces el mar aún no aparece encadenado al ritual del ocio sino a una promesa de misterio infinito. Pero Mijbil borra completamente todo eso. Con Mijbil ya sólo existe Mijbil. Y después de Mijbil también. Después de eso ya la soledad es otra muy distinta.
Es ésta una novela sobre los placeres de la soledad y el silencio, sobre los del hábito y la contemplación de los pequeños misterios. Pero, también, sobre la huella de dolor que deja la irrupción de demasiada vida cuando ésta desaparece. Es, por lo tanto, una novela también sobre los terrores de la soledad y el silencio, y sobre la imposibilidad del hábito y la contemplación de los pequeños misterios. Y es, por qué no decirlo también, una de esas escasas novelas sobre los placeres y los terrores del pequeño gran misterio que es el hábito imposible de la maternidad masculina.
Autor: Gavin Maxwell. Título: El círculo de agua clara. Editorial: Hoja de Lata. Edición: Papel.
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