La última novela de Claire Fuller, merecedora del Costa Novel Award 2021, comienza describiendo maravillosamente una cabaña situada en la Inglaterra rural cubierta por la belleza de la nieve. Solo que la cabaña de Fuller está dañada por el paso de los años, el abandono y las ratas, y la nieve maquilla los desperfectos con su suave manto mientras el frío acaba con las oportunidades de crecer de casi todas las plantas cultivadas en la huerta. Una escena que volvería a mi mente varias veces durante la lectura, mientras me preguntaba si no había dejado la autora en esa primera página el mejor de los frescos, al reflejar aquello que iba a encontrarme a medida que me adentrara en la historia.
En esta cabaña fallece Dot, una anciana que ha criado sola a sus hijos gemelos, Jeanie y Julius, desde la muerte de su padre hace cuarenta años. Porque Jeanie y Julius, esa suerte de niños grandes que nos presenta la autora de forma brillante, tienen cincuenta y un años cuando se quedan huérfanos, y aun así el lector descubre en ellos lo que significa el sentimiento de orfandad. Su madre los ha mantenido aislados, desconocen placeres que para otros son tan sencillos como encender la televisión y, en realidad, desconocen también el funcionamiento del mundo que les rodea. Solo la naturaleza, su perro y su música han formado parte de unas vidas que ahora se desmoronan en apenas unos días tras la muerte de su madre. Jeanie y Julius no tardan en descubrir que su progenitora les ha ocultado prácticamente todo. Endeudada, su situación sale a la luz mientras sus hijos se ven obligados a abandonar el único lugar de residencia que han conocido y son expulsados al mundo, en una suerte de segundo alumbramiento más traumático si cabe que el primero, puesto que se produce a una edad en la que son dolorosamente conscientes de sus carencias, sin que ello signifique que intenten adaptarse a su nueva realidad.
Frente a las novelas de familias que se niegan a avanzar y viven en casas ajenas al paso del tiempo, romantizando costumbres anticuadas, Fuller logra que el lector sienta rechazo hacia la actitud de los gemelos. En una escena magistral, Jeanie vive su disgusto ante los avances existentes en la casa de la mujer que le da acogida y el lector se descubre juzgando duramente sus reacciones. Hay poco espacio para la compasión aquí. Los secretos parecen ocuparlo todo hasta dar lugar a una atmósfera claustrofóbica en la que el lector avanza con la certeza de que algo terrible está por llegar. Las piezas van cayendo una a una sobre los secretos de Dot, mientras sus hijos intentan adaptarse a un mundo que rechazan para desembocar en un final que pone el último clavo con el golpe certero de quien no teme sacrificar lo inesperado a cambio de lo verdaderamente realista. Para ello, la autora adapta su prosa a la simplicidad depurada de un relato rural en el que la crítica social va tomando fuerza a medida que los paisajes idílicos se resquebrajan, dejando ver los suelos que los sustentan.
Efectivamente, Claire Fuller estaba dejando la mejor de las pistas en la primera página de Tierra Inestable: la nieve que asfixia, la violencia de las ratas, la única planta que sobrevive… Todo estaba ahí. Y saberlo solo hace que la novela crezca.
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Autora: Claire Fuller. Traductora: Raquel Vicedo. Título: Tierra inestable. Editorial: Impedimenta. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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