El mismo día que Glück se alzaba con el premio Nobel de Literatura, acto que ejerce como símbolo moderno de autor que se clava en las tripas del viejo canon, se conocía un estudio realizado por NetCredit que resumía en un mapa geográfico cuáles eran los libros más populares en cada país. Para ello, el estudio rescata de la página Goodreads, un portal al que acuden los lectores para puntuar los libros que se pasean por la mesilla de noche, los títulos más puntuados por región para confeccionar el mapa. El algoritmo no es simple: cruza calificaciones positivas y negativas con la cantidad de opiniones recibidas y con el promedio de rating del autor basándose en toda su obra. El resultado sorprende. Una vez más, los designios de la literatura popular son inescrutables.
Ya les adelanto así, a ojo de buen cubero, que no encuentro ni a Glück ni a ningún otro nobel, a ningún otro símbolo del canon, en dicho mapa. Aparece Borges, que es el más popular en Argentina, pero que no ganó el Nobel porque no lo necesitaba. Más allá de esta milagrosa aparición, en el donoso y grande escrutinio de esta especie de librería nos encontramos con varias particularidades. En España se impone Zafón con La sombra del viento, caigan El Quijote, El Lazarillo, Unamuno o Lorca. En Colombia, un americanazo como Tom Clancy se impone a un macondiano como García Márquez. En Perú, el favorito no es César Vallejo, sino un guionista de Alabama: James Redfield. En Estados Unidos no hay ni rastro de los libros de la generación de Gertrude Stein, sino que la más popular es la novelista contemporánea Kathryn Stocket. En Europa, no aparecen Shakespeare, Cervantes, Dickens ni Balzac. Hay muchas más mujeres entre las preferencias de los lectores de esta plataforma mundial que en el canon: vencen Jane Austen en Inglaterra, Kristin Hannah en Francia, Mary Shelley en Suiza o Rowling en Escocia. El gran triunfador en términos absolutos es Paulo Coelho, cuyo Alquimista se va a varios millones de lecturas, el más seguido por los usuarios de la plataforma.
La lucha entre literatura popular y culta, discusión que merece un ensayo y que pasa por el romancero, por Góngora o Cervantes, por la reivindicación de la tradición romántica o por la democratización en la era digital, se recrudece al atender a estos estudios. Todo parece indicar que el canon desaparece, que las élites cultas no van a decidir qué se lee y qué no, entre otras cosas porque, como siempre se ha discutido y se ve ahora reflejado aquí, hay mucha diferencia entre los gustos del lector y del erudito. Todo aquello que agita la literatura, me da igual si Amazon o las editoriales tradicionales, me da igual si los premios o la crítica, todos tienden a observar de reojo el algoritmo, del mismo modo que todos tenderán a tomar decisiones en función de lo que allí se encuentren. Por primera vez, como digo, lo popular se impone a lo culto a la hora de hacer girar la esfera literaria. Veremos si la tendencia se convierte en paradigma o todo queda en pequeña anomalía digital. Veremos.
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