El pasado julio escribí en mi colaboración mensual de Zenda, titulada Mis lecturas para este verano, que Elia Barceló (Elda, Alicante, 1957) es una de mis escritoras contemporáneas favoritas y una de las pocas que nunca me decepciona. Siempre es un placer perderse en las páginas de sus libros hechos de presente y de memoria, unas magníficas cartas de amor escritas por quien nunca deja de asombrarse ante la novedad del mundo. Deseo comenzar así de rotundo esta reseña porque no hacerlo sería traicionarla. Su nueva aventura narrativa de largo alcance, El color del silencio, un híbrido de novela negra, histórica y thriller, tampoco me ha decepcionado.
En una extensísima entrevista que le hice en noviembre de 2014 en mi blog (clausurado) ¡A los libros!, confesaba que “en lo que cuento siempre hay un misterio que desvelar, un secreto que al final se descubre, unos comportamientos que se entienden cuando se cierra la novela”. Así sucede de nuevo en esta historia que me recuerda en su arranque a otra novela suya: Las largas sombras. Una coincidencia significativa si hablamos de sombras.
Elia Barceló juega en El color del silencio con tres planos temporales: la indagación en la actualidad que la protagonista, Helena Guerrero, una famosa pintora española de 68 años que vive en Australia, inicia sobre lo sucedido a su hermana Alicia, fallecida cuatro décadas antes, en 1969; el relato de esos días de aparente paz y felicidad en Marruecos, cuando ésta fue asesinada, oficialmente como fatal desenlace de un robo; y los meses anteriores a la sublevación de Franco en 1936. “Siempre que me planteo una historia en otro tiempo quiero que la base sea lo más real posible, a partir de ahí ya puedo fabular”, afirma la escritora afincada en Austria desde hace treinta y seis años.
Los cuadros de la pintora, desconocidos para sus compatriotas pero con fama fuera de las fronteras patrias –lo que le sucede a Elia Barceló–, dejan constancia de una mente atormentada, “agotada por dentro y por fuera”, con “preguntas que nunca obtendrán respuesta”, en constante huida por la culpabilidad y por las sombras que la persiguen. Su propia pintura es la encargada de actualizar ese recuerdo. La pintura como forma de supervivencia. Helena se ve obligada a enfrentarse con sus fantasmas para reconstruir la verdadera historia de su familia gracias a dos cajas llenas de cartas, documentos y fotografías que su madre le dejó antes de morir y que guardan terribles secretos. Todas las cuestiones que un ser humano tiene, se las aclara la vida, lo haga a pedradas o a base de caricias.
En esta novela verdadera, Elia Barceló se zambulle en la conciencia de un personaje –abocada a una situación angustiosa porque desconoce que ignorar el pasado no anula su influencia– y bucea a lo largo de sus páginas en aquello que, por tradición, podemos denominar condición humana. Y los conflictos que conlleva, sobre todo los más cercanos. Porque no hay secretos más dolorosos que los que están en la propia familia; heridas incurables en el caso de la protagonista que se han agrandado con el paso de las décadas.
Todos los personajes, por cierto, están perfectamente dibujados, en unos ambientes bien descritos y llenos de autenticidad. El clima del relato es soberbio tanto en tiempo como en espacio. El color del silencio es también el placer por la palabra. Como signo y al mismo tiempo como universo de referencias. Y estas referencias están en relación con la memoria.
Una novela absorbente, tan excelente como otras suyas porque las obras de Elia Barceló dejan huella en la retina de los lectores. En ellas hay vida y una promesa infinita de felicidad. A cuantos piden una buena novela para leer, les puedo decir simplemente que aquí tienen una.
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Autora: Elia Barceló. Título: El color del silencio. Editorial: Roca editorial. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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