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Comandante Lara: «Tengo en un pedestal a Lovecraft y a Edgar Allan Poe»

Comandante Lara: «Tengo en un pedestal a Lovecraft y a Edgar Allan Poe»

“Dónde vas, paloma blanca, / con ese vuelo tan sereno. / Voy a quitarle los clavos / a Jesús, el Nazareno”. Luis Lara Ramos (Jerez de la Frontera, 1976), o sea, el Comandante Lara, se rasga el alma y la voz con una saeta ante la talla de un Cristo por Semana Santa, cada año, homenajeando a su padre, Luis de Pacote, quien hacía lo propio durante la Noche de Jesús. Viene este “gitano por los cuatro costados” de una familia infestada de artistas —El Torta, Manuel Moneo…— y de una ciudad que, en palabras del Canijo, “es como el Nueva Orleans de Andalucía”. El gachó fue cantaor antes que humorista y se recorrió toda Europa —“y cuando digo toda Europa, es toda Europa”, remarca a Zenda— con la compañía de María del Mar Moreno. Estudió Periodismo, no terminó la carrera, empezó a hacer humor en la radio, en un estudio nació el personaje del que ha tomado el nombre, lo reventó en internet con un Curso Dandalú, su evangelio humorístico se fue extendiendo por el Reino de España y, desde hace cuatro o cinco años, engancha a multitudes. Nos atiende en el Hotel Regina de Madrid el primer fin de semana de diciembre. Ha colgado el cartel de sold out, por partida doble, en el Teatro Capitol. Presenta su espectáculo Comandante Lara y Cía con Jesús Tapia y Vicente Ruidos. Conversamos sobre lo que va surgiendo. Hacía mucho que no disfrutaba tanto una entrevista.

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—Señor Lara, ¿el andaluz es el español más universal?

"Ser andaluz es un espectáculo. Lo vivo en mis propias carnes. Lo de Andalucía no tiene parangón"

—Bueno, tenemos referentes andaluces que sí podrían plasmar esto que estás diciendo. A bote pronto: Lola Flores, Federico García Lorca… Tanto como el español más universal, no sé yo; el más andaluz, seguro que sí. Poniendo “andaluz” como sinónimo de “maravilloso”. Ser andaluz es un espectáculo. Lo vivo en mis propias carnes. Lo de Andalucía no tiene parangón. Con respeto a todas las comunidades y al resto de los españoles, pero lo de Andalucía es una cosa muy diferente. 

—Se dice que “en Jerez hay más artistas que orejas”. Y El Canijo me describió así su ciudad: “Es como el Nueva Orleans de Andalucía”.

—(Risas) Hay un bar señero en Jerez que es La Moderna. Y Atilano, el de La Moderna, me dijo que Jerez es como el Renacimiento. En Jerez, pegas tú una patá a una piedra y salen cuatro artistas de debajo. No sé qué es lo que hay: si es el aire que respiramos, el vino de Jerez…

—Hombre, el vino…

—El vino de Jerez es un elixir en todas sus variedades. Te tomas una copa de fino, de palo cortao, de amontillao, de oloroso, de manzanilla, de Pedro Ximénez… No sé, esa denominación de origen hace que seamos espectaculares. Es verdad lo del arte en Jerez: hay mucha gente con mucho arte y mucho aje. Sobre todo eso, aje, como lo llamamos nosotros. Estoy totalmente de acuerdo con El Canijo y constato las palabras de Atilano.

—Hablando del aje: decía Lorca que “el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar”. En su opinión, para un artista, ¿cuán es necesario el aje?

"Los artistas tienen que tener aje. No sabría decirte en concreto qué es el aje"

—Yo te diría que un 90% tiene que tener de aje. Si tú, por ejemplo, eres cantaor, tienes que tener aje. También lo concibo como el poder de transmitir a los demás, de ser capaz de calar en la gente. Tener aje es como tener luz propia, como tener estrella. Te han dado con la varita. Los artistas tienen que tener aje. No sabría decirte en concreto qué es el aje. No sólo el aje de “qué gracioso es”, sino el poder de calar en la gente, de ser capaz de que una masa diga: “Hay que ver, Fulanito, qué tío más grande”.

—Decía que, en Jerez, se le da una patá a una piedra y aparecen cuatro artistas. Usted pertenece a una familia de cantaores: su abuelo Pacote; su padre, Luis; tengo entendido que es familiar de Manuel Moneo…

—Sí. Soy primo hermano de Manuel Moneo. Su madre, Mena, Filomena Lara Carpio, era la hermana de mi padre, Luis Lara Carpio. Y los Moneo, imagínate: El Torta y Manuel Moneo son sus máximos exponentes. Son Moneo Lara, por mi tía. Son mis referentes en el cante. Mis cuatro cantaores de referencia son: Antonio Mairena, Manuel de los Santos Pastor, Agujetas, Manuel Moneo y Juan Moneo Lara, El Torta. Y ninguno de los cuatro está ya aquí en la Tierra. Los escucho repetidas veces. Tengo grabaciones. Están en internet, gracias a Dios, y hay documentos sonoros en los que puedo refugiarme cuando quiero escuchar flamenco del que me gusta. Y esos son mis cuatro cantaores, así que, ¿qué te voy a decir de mi primo Manuel y de mi primo Juan? Que los vanaglorio, que son unos referentes para mí y que me quitan el sentido cuando los escucho cantar. Y que, como personas, eran mejores todavía.

—Usted empezó en el cante. Y giró por toda Europa con la compañía de María del Mar Moreno.

"Cantamos en París, en Londres… en toda Europa, imagínate. Era un cantaor de p’atrás, siempre"

—Sí. Yo empecé muy jovencito. Estaba estudiando y haciendo mis primeros pinitos en la radio, en El Pelotazo de Canal Sur, mezclando deporte y humor. Y María del Mar me escuchó cantar. María del Mar era la novia de mi amigo Barti, salíamos en pandilla por la noche y, claro, se bebió uno cuatro copitas, estábamos cantando, me escuchó cantar un día y dijo: “Oye, ¿por qué no vienes a la academia a cantarle a las niñas?”. Poquito a poco me fue escuchando y, al final, un día, me acuerdo de que, exactamente, le falló mi primo Luis Moneo, otro hermano de Juan y Manuel al que se me ha olvidado mentar y, por favor, mételo también en el lote (risas), y Luis tenía que cantarle a Antonio el Pipa, le coincidía la fecha, y era un estreno de María del Mar en Villamarta –teatro jerezano– y, poco tiempo antes del estreno, me dice María del Mar que si quiero cantarle en Villamarta con Antonio Malena. Me quedé a cuadros: “¿Qué dices?”. Yo no tenía pensamiento de nada, pero sí, canté en Villamarta, en el Festival de Jerez. Y luego, poquito a poco, me metió María en la compañía y, gracias a ella, disfruté de unos años maravillosos viajando por toda Europa. Cuando digo toda Europa, digo toda Europa. Fíjate: para un tío con veintipocos años, que te estén llevando para un lado, para otro, conociendo mundo, cantando en unos superteatros… Me acuerdo, sobre todo, de la ópera de Ámsterdam: habían cantado Pavarotti, Carreras y Plácido Domingo tres días antes. Estaban allí sus carteles y, al lado, el nuestro. Yo flipaba: “Aquí han cantao estos tres, quillo, y ahora sales tú a cantar por bulerías” (risas). Cantamos en París, en Londres… en toda Europa, imagínate. Era un cantaor de p’atrás, siempre. Luego no me dediqué en cuerpo y alma a ello pero, mientras estuve haciéndolo, sí lo daba todo y disfruté mucho. Aprendí mucho con mi primo Luis Moneo, con Antonio Malena, con Luis de la Tota, con mi primo Juan Illorro, que en gloria esté, se nos fue muy jovencito, con Santiago Moreno a la guitarra, con Antonio Moreno, con Pascual de Lorca… yo qué sé, he disfrutado tela. Fue una etapa de mi vida que la voy a tener siempre ahí con hilos de oro grabada.

—Todavía sigue interpretando saetas, ¿verdad?

"Seré saetero mientras pueda, tenga ganas y me motive"

—Sí. Eso se ha convertido ya en una tradición. Es un encuentro que tengo con mi padre todos los años. Mi padre me falta desde hace mucho: falleció con cuarenta y ocho años, cuando yo tenía doce. Y me acuerdo de que siempre iba a la Noche de Jesús, que es como llamamos a La Madrugá allí en Jerez, y cantaba al Nazareno, a la Buena Muerte… Eso lo tenía superdentro de mí, es algo inherente a mí, y la manera de recordarlo todos los años, que lo recuerdo cada día, claro está, pero la Semana Santa la vivo yo de otra manera. Me pongo nervioso cuando llega, me pongo a buscar una letrita para cantarle al Nazareno… En ese momento, me evado de todo y siento que estoy en interconexión con mi padre. Es una cosa muy especial que me pasa todos los años y, cuando llega Semana Santa, empiezan las mariposillas y sale ese nexo que tengo ahí. No sé, me hace revivir muchos momentos y lo vivo como algo muy especial. Y sí, seré saetero mientras pueda, tenga ganas y me motive. Ojo, no busco el aplauso de la gente, ni el ole ni el “qué bien canta este niño”. Es algo que tengo dentro de mí. Es una cosa mía propia, particular. Y a mis amigos y a mi gente les gusta cuando ocurre, me arropan y lo viven conmigo, claro.

—Salvando las diferencias, me recuerda a Chiquito de la Calzada: en primer lugar, porque cantaron antes de hacer humor; en segundo, porque ambos fabrican una risa muy pura. No hay, digamos, superioridad intelectual, ni moralinas, etcétera. Uno empezaba a estar ya jartito del stand up.

"Que te comparen con Chiquito es imposible, pero si, al menos, como tú dices, hay alguna reminiscencia, lo de la risa pura, lo del chiste por el chiste…"

—Me quedo ruborizado, totalmente superado por lo que me acabas de decir. Si te comparan con Chiquito de la Calzada, ¡imagínate, me quedo a cuadros! Es un referente, un crackazo, un hombre con ese poderío que, circunstancialmente, también empezó cantando, que también tenía despoblada la cabeza (risas), que también es andaluz… Lo de Chiquito no tiene parangón. Que te comparen con Chiquito es imposible, pero si, al menos, como tú dices, hay alguna reminiscencia, lo de la risa pura, lo del chiste por el chiste… es verdad. Respeto lo del stand up comedy, que son unos bicharracos, que buscan otros mecanismos, tienen otras herramientas para buscar la risa del de enfrente, pero, claro, en mi caso, soy un poco más directo: yo cuento un chiste, no tienes que pensar mucho, no tienes que hacer muchas cavilaciones. No tienes que elucubrar: “Vamos a unir esto con esto, ah, lo que ha dicho es esto, ja, ja”. Lo mío es: “Van dos y se cae uno al suelo”, y si se cae uno al suelo, te tienes que reír. Al grano. Mi humor es de lo más normalito del mundo. Es muy directo, se ve reflejada la gente de a pie. Yo flipo con los fans: puede haber un niño con siete años, la madre, el hermano con diecinueve, el padre, el abuelo, el suegro, y vienen en familia a vernos. Yo flipo. Que te pare por la calle una mujer de ochenta y cinco años y, al rato, un niño de catorce te pregunte si se puede hacer una foto contigo. Ahí te da un vuelco el corazón, te da un vuelco el cerebro y dices: “¡Dios!”. Esto que me está ocurriendo me tiene superado. Yo lo digo: estos últimos cuatro o cinco años atrás, en los que hemos estado más en el candelero, por llamarlo de alguna manera…

—En el candelabro.

—Estos cuatro o cinco últimos años en el candelabro (risas), estoy superado. Es un tsunami lo que me ha venido. Yo no tenía ninguna pretensión ni ninguna expectativa. Yo no buscaba la fama, ¡Dios me libre!

—¿Y cómo digiere ese tsunami de fama?

—Creo que estoy fajando los golpes. Golpes no peyorativos, ojo. Lo llevo bien, tengo los pies en el suelo. En ningún momento…

—¿Se le ha subido a la cabeza?

—Al revés: me sigue ruborizando que me pidan una foto, el halago, que te digan “yo me he reído contigo”. Vienen personas que te cuentan: “He pasado por una mala racha, fui a verte y me reí mucho y desconecté”. Te quedas escuchando a alguien que te dice eso y piensas: “¿Yo he sido capaz de provocar esta sensación?”.

—Permítame rebobinar un poco: antes ha dicho que su humor es “de lo más normalito del mundo”.

—Sí.

—Niego la mayor. Sus comparaciones son absolutamente geniales.

—Pero eso nace de lo simple, de lo cotidiano.

—Los chistes serán muy sencillos, pero es clave cómo los aliña.

"Los temas escabrosos como la muerte… no me gusta tocarlos ni en público ni en privado"

—Claro. En eso tiene mucho que ver José Guerrero Roldán, El Yuyu de Cádiz, con quien todavía sigo trabajando en la radio. Llevamos veintitantos años haciendo cosas en la radio. Lo del coco de este tío es un espectáculo. Nos escribía los guiones para los programas de la radio, en los que hacíamos imitaciones, e infinidad de las comparaciones de este estilo eran producto suyo. A mí no me gustaba leer el guion antes del programa. Decía: “Me lo quiero encontrar para reírme yo también”. Entonces, estaba haciendo mi personaje, decía la broma y me meaba de risa. Tras veinte años así, tengo las herramientas, los utensilios para poder buscar, en cualquier situación, la comparación. Por ejemplo, “este tío es más feo que Modric mojao”, o “aquel tiene la cara como una ventana desencajá”. Otro referente es Paco Gandía, don Francisco Gandía. Ese tío también hacía unas comparaciones y te describía el ambiente, el escenario del chiste, como nadie. Luego, el final del chiste no era una gran cosa, pero mientras te habías reído catorce veces porque había descrito la cara del niño, que si el cura llevaba no sé cuántos… y eso me ha encantado siempre, la narrativa de ese tipo. Al final, te reías por cumplir, porque tocaban las palmas. Pero con las catorce veces que te habías reído entre el on y el off, decías tú: “Esto es una maravilla”.

—Luis, ¿sobre qué no haría un chiste?

"En el humor negro y en cosas sobre la muerte o las enfermedades no navego bien, ahí no estoy yo a gusto"

—A mí, por lo menos, de cara al público, los temas escabrosos como la muerte… no me gusta tocarlos ni en público ni en privado. El humor negro tampoco es algo que me guste. A lo mejor, en un corrillo de amigos, con unas copas, uno suelta una barbaridad, tú dices otra porque te pica el otro… pero, incluso así, siento una cosa dentro de mí. En el humor negro y en cosas sobre la muerte o las enfermedades no navego bien, ahí no estoy yo a gusto. Y te lo vuelvo a repetir: entre amigos, uno suelta una, no te quieres reír, pero dices: “Dios, qué burrada ha soltado”, y te ríes y te viene una réplica, se mea todo el mundo otra vez… es un morbo de “no estoy a gusto, pero me estoy riendo”, una sensación muy extraña, y no me gusta. Y en público, en un escenario o en un programa, me tienen que matar. A lo mejor, a cualquier personaje conocido sí le puedo hacer algún tipo de comparación. Le puedo decir que es feo, pero antes me meto conmigo mismo. Lo meto en un contexto. Por decirte algo: me puedo meter con Oriol Junqueras en un momento en el que me estoy metiendo conmigo mismo. Digo: “Hay que ver la cara de Oriol Junqueras con el ojo…”. Además, como sé que lo de Junqueras no es una cosa grave, él lo dijo, “tengo el ojo vago”, entonces, dices tú: “No le ha pasado al hombre . Se le cae un poco el párpado porque tiene el ojo vago. Pues yo hago un chiste con el ojo vago y digo que parece que está mirando por una mirilla y digo que parece que iba a pegar un tiro con una escopeta, le han quitado la escopeta y se ha quedado apuntando”. Pero Dios me libre a mí buscar herir. Y antes digo de mí: “Yo voy al dentista y me sientan boca abajo”. Son cosas muy blancas, sin acritud.

—Quien nos ha puesto en contacto es nuestro amigo querido y admirado David Summers. ¿Está al tanto de lo que ocurrió en Pasapalabra con “Devuélveme a mi chica”?

—Sí.

—¿A usted le ha intentado quebrar las rodillas la —como canta el gran Bunbury— «policía de lo correcto»?

"Y viene el cojo luego con sus muletas y te dice: ¡Lo que me reí cuando contaste el chiste del cojo!. Y se ofende el de la fila veinticuatro, que no es cojo"

—Sí, claro que sí. En las redes sociales, además de admiradores, hay detractores a puñados. En las redes sociales; en la calle, no lo palpo. Pero en las redes sí hay quien te dice “¿pero tú eres gracioso?” y te ataca; luego, por algún chiste en el que pueda haber machismo, o alguna paranoia de estas, un montón. Es un chiste que cuentas como una cosa natural y, a lo mejor, te paras y dices: “Mira, pues aquí puede haber un micromachismo”. Yo qué sé, el marido que está hablando con la mujer y le dice: “¿Me puedes traer una cerveza de la nevera?”. Y por ahí te ataca uno: “¿Y por qué tiene que ir la mujer a por la cerveza?”. Unas tonterías… Al principio, y cuando te digo al principio,  te digo hace diez o quince años, cuando alguno me escribía por redes sociales, me daba coraje y le quería contestar; ahora me lo paso por el forro, con perdón. Por un oído me entra y por otro me sale. Por un ojo lo leo y por otro me sale. Incluso le doy a “me gusta” (risas) y lo dejo ahí como diciendo: “¿Qué le voy a decir a esta criatura?”. Qué lástima que el mundo esté de esta manera. Al menos, en las redes sociales; en la vida que se palpa y se toca, nadie se te cruza en la calle o en el autobús y te dice: “A mí no me pareces gracioso”. Eso lo escribe uno en su casa, amargao de la vida, agobiao. Eso te lo pone un tío de Cuenca, como te digo Cuenca, te digo cualquier sitio, y tú te imaginas a ese hombre en pijama, ante el ordenador o con el móvil, ñiñiñiñi. Me da mucho coraje que el mundo esté así. Y el mundo este de las ofensas, los ofendiditos y lo moralmente correcto, etcétera, me parece una involución total. Vamos p’atrás. Además, al que viene con maldad se le ve desde lejos, tito. Tú estás contando un chiste de la manera más natural del mundo, en un escenario, y se ve, claramente, que no estás intentando ir contra ninguna persona, no te estás metiendo con nadie, con ningún estamento, yo qué sé. Tú cuentas chistes de una manera natural, luego te paras y dices: “Ostras, mira lo que he dicho. Cualquier tonto que haya lo puede…”, y sí, ahí acaba estando el tonto. ¡Anda ya! Mira: tú cuentas un chiste de un cojo en un teatro, y se mosquea el de la fila veinticuatro, y tienes tú al cojo en la primera fila meao de risa. Y viene el cojo luego con sus muletas y te dice: “¡Lo que me reí cuando contaste el chiste del cojo!”. Y se ofende el de la fila veinticuatro, que no es cojo, que no tiene a ningún cojo en la familia, que no conoce a ningún cojo, y está así (pone cara avinagrada). No sé, a veces es un papel. Tú interpretas un papel en el escenario. Y si haces un papel de un tío borde y machista, ¿cómo van a atacarte diciéndote que eres un machista? ¡Estoy haciendo un papel! Es como si yo me encuentro a Liam Neeson por la calle, voy a él y le digo: “¡Asesino, hijo de puta! Porque han raptado a tu hija, ¿cómo puedes matar a catorce tíos?”. ¿Te imaginas que eso fuera así? (Risas) “¿Que han raptado a tu hija? Pues hazlo diplomáticamente, ve a la policía y haz un trato para que tu hija vuelva. ¿Cómo puedes ir a Estambul y matar a catorce tíos?”. Tú cuentas un chiste y te tachan de machista, de que vas contra no sé qué, de miles de cosas. ¡Y es un chiste, tío! Me hace gracia a mí, creo que puede hacer gracia a la gente y lo cuento.

— Ahora mismo, se encuentra en Madrid porque presenta, en el Teatro Capitol (la entrevista se hizo el sábado 3 de diciembre), su espectáculo Comandante Lara y Cía.

—La compañía son Vicente Ruidos y Jesús Tapia, chiclanero el primero y de Algeciras el segundo. Entre los tres, sacamos una hora cuarenta, una hora cuarenta y cinco, de muchas pamplinas, de humor simple, como le hemos llamado, de conectar con la gente, de un punto, y otro y otro. Por lo que veo y por lo que palpo, está teniendo mucho calado en la gente, la gente viene a vernos, se tira a vernos, desconecta durante una hora y cuarenta y cinco de todo lo mal que está el mundo, y en ese rato no piensa en nada más que en simplezas, en gansadas, en paranoias y en tontás gordas. Y con eso nos sentimos felices los tres.

—Y lo están petando.

—Sí. Como te digo, esto es un tsunami que me ruboriza, pero cuando vendes mil y pico entradas para esta noche y otras mil y pico para mañana, dices: “Pues sí, estamos reventando la cosa”. No es que lo hagamos hoy y mañana: llevamos tres años con este show, que lo terminamos ya. El año que viene presentamos nuevo show aquí en Madrid, precisamente, el 3 de marzo. Se va a llamar Viaje con nosotros. Te estoy dando una primicia, en exclusiva. Aprovechando lo de Comandante Lara, yo iré de comandante de avión, Vicente y Jesús irán de azafatos, y haremos un vuelo de también una hora y cuarenta y cinco aproximadamente en el que sólo van a tener cabida las carcajadas y las risas. El destino del vuelo es hacer que se ría la gente que venga a vernos.

—Permítame pasar al cuestionario literario, que tengo que justificar esta entrevista: ¿cuál es el primer libro que recuerda haber leído?

"Ese tío convertido en cucaracha, ahí todo el día…, me agobió tela ese hombre"

—Algunos cuentecitos: Caperucita Roja, Los tres cerditos, las fichas estas de Micho, Micho 1, Micho 2… Leer porque yo quise, La historia interminable. Luego ya, las imposiciones en el instituto, las que te decía el de literatura: La metamorfosis de Kafka; Nada, de Carmen Laforet, La Celestina… Algunas te gustaban y otras no, como La metamorfosis de Kafka. Ese tío convertido en cucaracha, ahí todo el día…, me agobió tela ese hombre. Me resultó kafkiano verme a mí mismo, leyendo por la noche y diciendo: “Dios mío de mi alma, de esto nos van a hacer un examen en dos semanas y tengo que acordarme de todas las paranoias de este tío, ahí revolcao por el suelo”.

—¿Alguno que haya influido en su vocación?

—Yo era un consumidor pertinaz de los cómics de Ibáñez: Mortadelo y Filemón, 13, Rúe del Percebe… Tenía un cerro, un cerro de tebeos comprados. Cada vez que salía uno, iba como loco al estanco que estaba al lado de mi casa, le pedía el dinero a quien fuera, a mi madre, a mi padre, a mi tía, y lo compraba. De esos he leído yo infinidad. Luego, no son libros, pero con las películas como Aterriza como puedas o Top Secret yo muero, entrego la cuchara. Ese surrealismo humorístico me ha gustado mucho siempre. Pero sí, te puedo decir que Ibáñez hacía que me riera mucho en mi cuarto y que devoraba un tebeo, y otro y otro, y que flipaba con sus historietas.

—Dígame un escritor, vivo o muerto, con el que le gustaría irse de copas.

"Me encanta la novela de terror. Hace poco me compré la colección entera de Howard Philips Lovecraft"

—Con H. P. Lovecraft y con Edgar Allan Poe. Me encanta la novela de terror. Hace poco me compré la colección entera de Howard Philips Lovecraft. Me encanta. Eso, en un ambiente tranquilito, oscurito…  Ahora, allí en casa, que tenemos chimenea, te pones la chimenea, un día en el que esté lloviendo, en el que Manuela esté haciendo algo y esté yo tranquilito, me meto en las historias, en cómo las narran Edgar Allan Poe y Lovecraft, y flipo con estos tíos. Y he intentado probar con los de ahora, como Stephen King, pero no, no he entrado yo ahí, para que veas. Me gustan más estos tíos del mil ochocientos muchos / mil novecientos y poco. Flipo con cómo describen el ambiente, con las palabras que utilizaban, con los personajes que creaban… De verdad, a los dos les tengo en un pedestal. Los leo con fruición: termino un relatito y, como son cortos algunos, empiezo: “¿qué hora es?, me quiero acostar, náh, voy a leer otro, y otro tironcito más, mira el reanimador, este tío que intenta reanimar a los muertos, no sé qué…”. Me encantan, de verdad.

—Dígame uno que no soporte.

—Ya te he hablado de él: me ocurrió con Kafka. No he vuelto a leer a Kafka. Imagino que ese hombre tiene que ser un grande de la literatura universal, pero yo lo pasé muy mal y me aburría tela con La metamorfosis. Fue una lectura obligada, pero me lo leí entero. Empezaba a leer y ponía mala cara. Ponía mal gesto y a Kafka le cogí coraje. Que me perdonen los familiares de Kafka si leen esto, pero a Kafka le pegaba un guantazo con la mano abierta (risas).

—¿Un hombre que lee es mejor que uno que no lo hace?

"Mi cuñao Ramiro no lee y, entonces, lo que le pasa es que es gilipollas, con perdón de la palabra. Es mu cortito, es un inútil"

—Seguro. Vamos, al 100%. Lo de leer es una cosa muy chula, tío. Viajas sin moverte del sitio. Además de las novelas de terror de estos dos tíos que te decía, me gustan mucho las de aventuras. Me he leído Viaje al centro de la Tierra, La flecha negra, Las minas del rey Salomón… En la Feria del Libro, hace poco, me compré unos cuantos libros de aventuras: La máquina del tiempo, El mago de Oz… Me encanta leer esas cosas. Me entretienen mucho, me divierten mucho. Y ahí tengo Los viajes de Gulliver, La vuelta al mundo en ochenta días… Ahí los tengo todos preparados. Hace poco leí Las minas del rey Salomón y me encantó la historia. Ya te digo: leyendo, viaja uno sin moverse del sitio, te cultiva… Cuando no entiendo lo que significa una palabra, me gusta buscarla en el diccionario, apunto algunas, las intento utilizar de vez en cuando… No por ponerme de cultureta, sino porque la palabra me ha gustado realmente. Leer te cultiva, tío, y te evade de la realidad. Tú estás leyendo Las minas del rey Salomón, y fíjate tú: estás viendo a estos tres colegas con los nativos, los aborígenes esos, y te imaginas al tío, te lo define, que si uno con las plumas, otro con la lanza, que si sacaban la pistola y decían que eran los magos blancos, y tú te ves allí, tío. Yo me vi por un momento en la cueva cuando entraron en ella los tres protagonistas, se cerró la piedra y no podían salir. Estaba sintiendo pena porque se iban a morir. Es más chulo que ver una película. Por ejemplo, La historia interminable. Tuve luego la película, está muy chula, hay que decirlo, pero había muchos detalles que se habían perdido. Como había leído el libro antes, decías: “Podría haber hecho esto, o esto otro…”. Leer es algo muy guapo. Invitaría a todo el mundo a que cogiera libros. Y si empiezas uno y te aburres, coge otro. Hay mucha gente que dice: “Es que yo empecé a leer y me aburrió”. Te aburrió Fulanito de Tal o la historia cual. Yo he ido tanteando. Y con los que me he sentido más a gusto ha sido con las novelas de terror y las de aventuras.

—Para finalizar, ¿cómo le va a su cuñao Ramiro?

—Mi cuñao Ramiro no lee y, entonces, lo que le pasa es que es gilipollas, con perdón de la palabra. Es mu cortito, es un inútil. Es más inútil que la “o” de “Lourdes”. Ramiro no… Ramiro va a Venecia y le atropella un coche. Imagínate qué poco preparao está. Él se cree que Ramón y Cajal son los laterales del Oviedo (risas), así que imagínate qué hacemos con este hombre. Ramiro no ha aprendido nada en la escuela porque, cuando el profesor borraba lo que había escrito en la pizarra, lo borraba Ramiro en el cuaderno. Así que, ¿qué mierda va a estudiar ese chaval? A Ramiro déjalo, que está acostao.

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