Cómo afrontar la muerte

Foto de portada: Begoña Rivas

La muerte no es solo un mal, sino también una forzada autoreevaluación, de autoexamen. Con la muerte hay una pérdida, pero también una ganancia, nos dice Carrasco-Ponte. Para que esta se produzca, sin embargo, tenemos que pasar necesariamente por un proceso de duelo, tenemos que darnos el tiempo suficiente para entender que el dolor es necesario, pero que no debe ser ni excesivo ni alargado en demasía en el tiempo. Hay amor en la muerte, en el duelo, y también de dolor. La muerte es una mezcla de ambas, y hemos de aprender que sin muerte no hay vida, a que la muerte es parte de la vida y a que, paradójicamente, lo que una muerte nos da es futuro y no mero pasado.

Otro de los aprendizajes que nos llevamos de la lectura de este libro es que hay una gran diferencia entre la pérdida y lo perdido, entre la muerte y el sufrimiento. Que son dos cosas diferentes, nos dice la autora.

En nuestra sociedad actual se ha perdido el rito del duelo, ya no nos damos tiempo para asimilar la pérdida. Y sin llevar a cabo ese proceso de duelo, en comunidad, estamos negándonos lo que nos conforma como humanos y estamos dejando de lado los afectos que nos constituyen como comunidad. Así, debemos entender que la muerte de un ser querido no es un acto solipsista que debamos sufrir en silencio, apartados de la sociedad, sino más bien al contrario: una muerte interpela, conmueve y afecta a toda la comunidad de la que forma parte. Porque lo intersubjetivo se entiende aquí como el ser uno en los demás, y la comunidad se concibe no como una suma de las partes, sino como algo más, con un valor añadido, mayor, diferente, único.

Sabernos parte de un entorno, de un grupo, de una comunidad, y entender que la muerte de un miembro del grupo es tarea de todos nos ayudará a entendernos mejor y a entender mejor a los demás. Porque el duelo ha de ser comunal o no ser.

José de Montfort conversa con la autora en las oficinas de Galaxia Gutenberg.