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Como comida: o cómo convertir una cita en una novela erótica ilustrada

Como comida: o cómo convertir una cita en una novela erótica ilustrada

Esta novela gráfica de temática LGTBI+ combina narrativa e ilustraciones antropomórficas inspiradas en Bojack Horseman, Mouse y el furry art, salpicadas además de gemidos y fluidos. Y todo eso para explicar la historia de una chica que, tras romper con su novia, se apunta a una aplicación de citas.

En este making of, una de las autoras, Flor M. Yustas, cuenta el origen de Como Comida: Un festín de Bollerapps (Con Tinta Me Tienes).

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Lo que menos esperas de una cita a través de una aplicación es que te vayas a pasar los tres meses siguientes trabajando a destajo con tu ligue. Por eso lo que nos pasó el invierno de dos mil veintidós a Lidia Toga y a mí fue la cita sáfica más rara y más intensa que jamás se haya podido contar.

Cuando llegué al bar me encontré con una muchacha que llevaba nueve meses de duelo y seis de folleteo (y no) a través de aplicaciones. Yo era casi virgen en eso de las apps hasta que la conocí. Le pregunté cómo estaba la fauna bibollera de Madrid (pues llevaba más de ocho años en una relación mayoritariamente monógama) y empezó a contarme sus aventuras a través de Bumble y Wapa. Y de ahí nos surgió la idea: si ella era ilustradora y yo escritora, ¿por qué no hacer un fanzine cutre? A las bibollos recién llegadas al ligue por internet les vendría genial tener referentes y, además, necesitábamos más contenido erótico lesbiano de calidad, algo hecho por nosotras para nosotras. El porno sáfico que nos gustaría leer. Quizá en algún momento pensamos que la otra iba de farol, pero una sonrisa se le escapó a Lidia imaginando que podría monetizar las citas (llevaba un dineral gastado en encuentros con muchachas y eso es una inversión inconcebible para una artista asfixiada por el régimen especial de autónomos). Yo estaba rotísima tras mi ruptura y necesitaba distraerme, así que al día siguiente le envié el link a un documento en blanco en Google Drive y le dije: «¿Empezamos ya?».

" Queríamos hablar de nuestro proceso de duelo, de cómo a veces sentíamos que al no quedarnos en casa llorando por la ruptura y optar por una bacanal de sexo y diversión, nuestro entorno nos miraba receloso"

A mí me faltaba recorrido, tuve que ponerme las pilas y quedar con un par de muchachas por semana para generar contenido. Mientras, Lidia me iba contando sus peripecias de aquellos meses y yo las iba ficcionando. Entre las mías, las suyas, la metahistoria que generábamos entre nosotras y aquellas que nos contaban nuestras amigas, nos plantamos con un word de casi cien páginas. Ahí tuvimos que meter tijera.

La idea era un fanzine cutre que vender fotocopiado. Queríamos hablar de nuestro proceso de duelo, de cómo a veces sentíamos que al no quedarnos en casa llorando por la ruptura y optar por una bacanal de sexo y diversión, nuestro entorno nos miraba receloso y nos sentíamos juzgadas por no «hacer el duelo bien», como se espera de una lesbiana de verdad. Los mensajes de una cultura terapéutica —dogmática y malentendida— que invaden internet no hacían más que aleccionarnos sobre cómo debíamos comportarnos y atravesar el dolor, cuando a nosotras lo que nos apetecía era poner el cuerpo a cien y no pensar de más. Necesitábamos un texto que mostrase las torpezas de quien hace lo que puede con las herramientas que tiene a su alcance y que ayudase a que otras bibolleras se sintieran bien si elegían zorrear en vez de ponerse el velo en plan plañidera para honrar una relación que adoraban y ya se rompió. Queríamos hablar de bibollos que llegan al mundo de las apps y se encuentran con lesbofobia, con racismo, con gordofobia… Bibollos que la cagan y que no todo lo hacen bien. Bibollos que echan un llorito poscoital con una tipa a la que acaban conocer y que son abrazadas y cuidadas ahí —porque sí, en la vulnerabilidad nos cuidamos también, aunque se trate de un one night stand—. Queríamos decirles a las bibollos recién separadas que no son malas mujeres, ni malas bibolleras, ni malas personas por elegir el cuerpo en lugar de las lágrimas y el sofá. Junto a los textos nacieron las ilustraciones, a medio camino entre la fotonovela y el cómic, y con una clara inspiración en los furry animals y Bojack Horseman. Poner cabezas de animal y no de personas, además de ahorrarnos problemas legales, nos permitió dar personalidad y carisma a cada una de las citas que aparecen en nuestra historia y poder poner sobre la mesa algo que Lidia y yo tenemos en común: el interés por la convivencia interespecie y la necesidad de aliarnos entre los distintos tipos de animales que habitamos la ciudad. Cuando Lidia terminó de maquetar el texto y las ilustraciones habíamos construido cien páginas a todo color que incluían hasta un test al estilo de la revista Bravo. ¡Lo teníamos!

"Así estábamos, cuatro meses después de aquella primera cita, con muchísimas horas de trabajo y encuentros eróticos sobre nuestras espaldas, extasiadas de orgullo"

Ávidas siempre por dar rienda suelta a las animalitas queer de esta gran urbe, las libreras de Mary Read nos ofrecieron su espacio para presentarlo. Para nuestra sorpresa, el aforo quedó completo muy poquito después de que saliera el anuncio publicado en Instagram. Nos relamimos de gusto y nos dimos cuenta de que era necesaria una segunda presentación porque se nos habían quedado fuera muchas interesadas. Esta vez quien cedió su morada fue La Juan Gallery con una condición obvia: «tenéis que hacer algo performático». Nos disfrazamos de zorritas y preparamos cartulinas e ilustraciones de animales para que se tuneasen las asistentes. Llenamos la galería, las hicimos asalvajarse y vendimos los sesenta ejemplares que nos quedaban. ¿Ahora qué?

Así estábamos, cuatro meses después de aquella primera cita, con muchísimas horas de trabajo y encuentros eróticos sobre nuestras espaldas, extasiadas de orgullo, habiendo vendido entera la primera tirada un fanzine que en un principio quería ser de formato cutre y que se nos había ido de las manos. Y, como si de una película de Hollywood se tratase, se corrió la voz sobre el fanzine y llegó a oídos de Nerea Madariaga (la directora de Letraheridas) y a través de ella se enteró Gabriela Wiener (que salía en el fanzine en un capítulo sobre racismo) y ella a su vez escribió a las editoras de Continta Me Tienes: «¿Habéis visto esto?». Sandra Cendal ya conocía el fanzine y debió entender aquello como una señal porque me llegó un delicioso email: «creemos que por forma y contenido encajaría en nuestro catálogo». Dos semanas después, estábamos conociéndonos en una taberna queer de Madrid y ella y su socia, Marina Beloki, nos explicaban que se respetaría el formato de libro pequeño, ya que era importante que Como comida pudiera leerse «en la cama y con una sola mano». Ahí nos quedó clarísimo que era la editorial en la que teníamos que estar.

"Y así empezó nuestra relación amorosa y profundamente sexual con el libro Como Comida. Un festín de bollerapps, que ya ha calentado centenares de hogares"

Y así empezó nuestra relación amorosa y profundamente sexual con el libro Como Comida. Un festín de bollerapps, que ya ha calentado centenares de hogares con su alto contenido erótico bibollo, su trasfondo terapéutico y su mensaje alto y claro sobre la importancia de aceptarse a una misma, diseñar tus propios procesos de duelo y pasártelo bien. Un libro para mojarse en verano y en invierno y para reírse de una misma y de las demás. Porque tanto Lidia como yo confiamos en que reírse y correrse son dos acciones que hacen del mundo un lugar mucho mejor, y más aún si eres LGTBIAQ+, que parece que siempre tenemos que luchar y atravesar dramas sin parar. No queremos más novelas tristes sobre lesbianas que lo pasan fatal.

Cuando acudes a una primera cita es imposible imaginar a dónde podría llevarte. Pero puede pasarte como a nosotras y que el final feliz tras hacer match en una app sea mucho más explosivo, placentero y literario que un orgasmo simplón.

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Autoras: Flor M. Yustas y Lidia Toga. Título: Como comida. Un festín de Bollerapps. Editorial: Con tinta me tienes. Venta: Todostuslibros.

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